Hijo de Vecino

Mahashivaratri 2010

Durante mi última visita a la India, en febrero de 2010, me las arreglé como pude para enviar, con cierta flexibilidad, una crónica semanal que contara en simultáneo algunos de los hechos que sucedían en el viaje.

En el tiempo en que estuvimos (con Nuria) en el Sri Premananda Ashram, no tuvimos prácticamente acceso a computadoras, y menos a Internet. Por ello, las crónicas escritas desde la India comenzaron a la par que nuestro recorrido más turístico. Lo cual implica que los eventos de carácter más espiritual, vividos en el Ashram, hayan quedado alejados de la luz pública.

Esta demora en relatar algunas de dichas experiencias no tiene su razón, únicamente, en la carencia de tecnología de entonces, sino que también se debe a una decisión premeditada por mi parte. No me parece lo mismo contar, por ejemplo, la impresión que causa conocer una nueva ciudad, que una vivencia espiritual personal.

En el primer caso, la inmediatez puede ser un elemento a favor, pues lo que uno está contando se puede confirmar empíricamente mirando por la ventana del cybercafé; y así, la crónica de esas sensaciones o hechos no se ve modificada por el recuerdo y la distancia, esos grandes ilusionistas.

Obviamente, lo que uno cuenta en el fragor del periplo puede luego ser relativizado y cuestionado, pero asimismo mantiene su valor de bitácora de viaje, desde un punto más bien periodístico, si me permiten.

En el segundo caso, el de la vivencia espiritual, juzgo más conveniente (y es mi opinión personal), dejar pasar el tiempo antes de ponerlo en el tapete público.

Por un lado porque las experiencias espirituales tienen un carácter más intangible que las experiencias materiales o mundanas, y en ocasiones es difícil discriminar cuál es la línea entre lo que efectivamente sucede y lo que uno desea que suceda.

Por otro lado, porque a un nivel personal, las vivencias espirituales, muchas veces, actúan a mediano o largo plazo, y los efectos de un hecho tal pueden ser sopesados de manera más lúcida en retrospectiva, más allá del fogonazo seductor de ese momento puntual.

Ahora, casi cinco meses más tarde, siento que es buen momento para hablar de algunos de aquellos hechos.

 

Resumen

Puede que los lectores recurrentes ya sepan de qué se trata Mahashivaratri, pero para estar seguros (y también para los recién llegados) hago una breve recapitulación.

Mahashivaratri es un festival anual del Hinduismo (celebrado en la noche de luna nueva del mes tamil de Māgha, que va de mediados de febrero a mediados de marzo) dedicado al Señor Shiva, la deidad que representa la fase destructiva/regenerativa del Universo.

En sánscrito, “Maha” significa “gran”; “Shiva” es el nombre de la deidad que, en este caso, también significa “auspicioso”; y “Ratri” significa “noche”. Por ende, Mahashivaratri es la “Gran Noche del Señor Shiva” (o Noche Auspiciosa). La forma tradicional de celebrar es pasando la noche en vela, generalmente en ayunas, y haciendo algún tipo de práctica espiritual (rituales, cantos devocionales, repetición de mantras…)

Por su parte, Shiva tiene diversas y variadas formas, pero en Mahashivaratri se lo recuerda especialmente en el símbolo del Lingam. En cuanto a los símbolos, la enseñanza espiritual de la India dice que Dios, o la Divinidad, no tiene ni nombre ni forma. Sin embargo, para cualquier persona es imposible pensar en algún concepto sin atribuirle un nombre y una forma.

A este respecto, el Shivalingam (o Lingam a secas) es el símbolo identificativo del Señor Shiva. Es su icono más común y se encuentra en todos los templos dedicados a Shiva. De hecho, “Ling” significa directamente “símbolo”.

En este sentido, se dice que el símbolo del Lingam está relativamente libre de asociaciones culturales, por ser una forma que se halla en la Naturaleza: la elipse, que no tiene ni principio ni fin, ni frente ni dorso. Es así cómo se llega a la conclusión de que el Lingam es el símbolo más apropiado para representar la esencia sin forma, a la vez que completa, de lo que llamamos Dios.

Por su parte, este festival religioso es de suma importancia en el Sri Premananda Ashram de la India, debido a que desde hace más de cuarenta años, en esa noche especial, Swami Premananda manifiesta a través de su cuerpo una número de Lingams. Manifestar a través de su cuerpo (o dar nacimiento), significa que estos Lingams salen a través de la boca de Swami de manera espontánea.

Se dice que a través de este fenómeno espiritual, es como si el gran poder de la Divinidad sin forma fuera traído, y materializado, en el mundo. Este milagroso evento se conoce como Lingodbhava y según las escrituras tradicionales de la India se trata de un fenómeno tan extremadamente inusual como bendito.

 

Febreros

Es en busca de ver este milagro espiritual que, por lo general, muchas personas llegan al Ashram en el mes de febrero.

La primera vez que estuve en el Ashram para esa fecha fue en 2007. Y desde entonces tuve la fortuna de volver cada año. La diferencia principal con aquella primera experiencia es la presencia física de Swami Premananda.

Tanto en 2008, como en 2009, Swami tuvo un permiso especial para celebrar Mahashivaratri en el Ashram, junto a sus dichosos devotos. Siguiendo esa línea, este año, 2010, Swami también visitó el Ashram en esas fechas, y por ende también había muchos visitantes.

Desde que a Swami le otorgan permiso para visitar el Ashram en Shivaratri, la presencia de visitantes y devotos se fue incrementando. Sin tener números oficiales, podría decir que este año hubo más de quinientas personas, lo cual es mucho para un sitio tranquilo como el Ashram, donde durante la gran mayoría del año residen, de manera permanente, no más de cincuenta personas.

Con los años, el Ashram ha mejorado rápidamente su infraestructura y si bien ésta es básica, nadie puede quejarse, pues no habrá el confort occidental pero sí todo lo necesario para vivir de manera decente. Y más que decente en cualquier época del año. En Shivaratri, sin embargo, hay que acotar las exigencias y saber de antemano que las comodidades, en muchos casos, serán menores.

Por un lado, es inevitable compartir habitación con tres o cuatro personas, en el mejor de los casos, y con treinta más, en el caso de los más jóvenes. También es necesario hacer cola para el desayuno, el almuerzo y la cena; como así también para llamar al respectivo país desde el único teléfono fijo.

Por otro lado, la tienda del Ashram se provee de mercadería que en otra época del año es sólo hallable en la ciudad; las comidas del dharmasala (el comedor) son más variadas; y hay actividades frecuentes que, según la personalidad, hacen más atractiva la estancia en contraste con la pasmosa tranquilidad de los otros once meses del año.

Aquellos devotos de larga data son quienes, quizás, más luchan por acostumbrarse a las, ahora, populosas celebraciones. Yo sólo conocí un Shivaratri sin Swami físicamente en el Ashram, y la diferencia con lo actual es muy grande.

De todos modos, no tengo dudas de que ver a Swami en el Ashram durante Mahashivaratri no tiene precio. Vale el gentío, los baños compartidos, las filas sedientas, y mucho más.

 

 

Esperas

Volviendo al tema de la manifestación de los Lingams, o Lingodbhava, es correcto decir que se trata de un fenómeno espontáneo, en el sentido de que está más allá de la voluntad de Swami. De hecho, Swami siempre enfatiza que él es un instrumento de lo Divino y que nada de lo que sucede a través de su cuerpo es su voluntad, sino voluntad de Dios.

Teniendo esto en cuenta, se puede considerar lógico que la manifestación de los Lingams no pueda ser predicha con exactitud, ni siquiera por Swami, que siempre da indicios certeros pero nunca deja de mostrar, con su actitud, que se entrega por completo a la disposición Divina.

Considerando que la forma tradicional de celebrar Mahashivaratri es pasando la noche en vela, no es importante saber el momento exacto en que nacerán los Lingams. Basta con estar allí presente y esperar que suceda en algún momento de la noche.

Sin embargo, ya el año pasado el nacimiento de los Lingams se atrasó veinticuatro horas. Por lo cual, después de la tradicional noche de celebración todos pasamos la jornada siguiente expectantes, hasta que pasada la medianoche ocurrió el milagro.

Con dichos antecedentes, este año yo ya estaba preparado para las nuevas pruebas que nos pondría la Divinidad si queríamos realmente ver el Lingodbhava.

Como cada año en Mahashivaratri, se había construido un gran salón, una especie de carpa con techo de cañas y hojas de palmera, para poder albergar a los centenares de visitantes. El salón estaba coronado por un gran escenario en donde se llevarían a cabo todas las actividades públicas, incluyendo las de la Convención Internacional que tendría inicio dos días después de la noche de Shiva. En esta carpa, situada en una zona más bien descampada del Ashram, se habían colocado muchas sillas de plástico para los visitantes, que de esta forma podían seguir los acontecimientos con comodidad.

 

Maharudra

Este año, Swami Premananda llegó al Ashram el mismo día de Shivaratri, el 12 de febrero, y por la tarde, alrededor de las 6:30pm hizo su aparición en el escenario para dar su primer discurso largo, señal de partida de la desvelada noche que nos esperaba.

Al terminar su discurso, aquellos que lo deseaban podían ir a cenar. La cuestión del ayuno en la noche de Shivaratri es parte de la milenaria tradición, pero Swami no exige a todos que lo cumplan, siendo consecuente con una forma de enseñar que se basa en la flexibilidad y la adecuación a las necesidades de cada persona.

Estar en ayunas durante la noche es, además de un sacrificio pío, una forma de mantener el cuerpo más liviano y la mente enfocada en pensamientos espirituales. La alineación planetaria de esa noche en particular, dicen las antiguas Escrituras de la India, es especialmente beneficiosa para realizar prácticas espirituales; por ello se recomienda permanecer despierto, y ayunar.

Respecto a las prácticas espirituales, durante esta noche es costumbre realizar un ritual llamado Maharudra abishekam. La palabra “Maha” significa “gran”, y “Rudra” es un antiguo nombre de Shiva. Se trata del lavado ritual (abishekam) de un gran Lingam de piedra, en este caso el que está ubicado todo el año en el altar principal del templo del Ashram, y es llevado al escenario del gran salón para esta noche especial. De hecho, durante la noche auspiciosa se han de realizar cuatro Maharudra abishekams.

 

 

Música

Una vez que Swami se hubo retirado y algunas personas se fueron a cenar, llegaron el cornetista y el percusionista, dos personajes infaltables de cualquier celebración de la India.

El percusionista tiene un tambor grande que, sentado con piernas cruzadas, se coloca sobre las piernas y golpea en ambos lados, a veces con un palito en una mano, y en los dedos de la otra siempre portando dedales hechos de caña, para mejorar el sonido, quizás, pero sobre todo, para no arruinarse los dedos después de horas continuadas de tocar sin pausa.

El cornetista también se sienta de piernas cruzadas, prepara su boquilla y empieza a soplar hasta que salga el sol.

Para mí sigue siendo increíble la cantidad de horas que se pasan tocando, sin casi descansar (a veces el percusionista frena mientras sigue el cornetista y viceversa). De todos modos, para el oído occidental es difícil acostumbrase a ese sonido permanente que muchos no dudan en calificar de ruido; sobre todo después de escuchar por horas el punzante chillido de la corneta.

Lo que sucede es que los músicos son parte importante del Maharudra abishekam, al que, con sus agudas alzadas de volumen y sus golpes percutivos febriles, acompañan en los momentos claves con la intención de generar una atmósfera acorde (como cuando resuenan los redoblantes antes de un cañonazo, a falta de un ejemplo mejor).

Con este batifondo escoltando el abishekam, empezaba entonces para todos, de manera definitiva, la noche de Shivaratri. La semana que viene, el desenlace.

Imágenes:

richardfernandezblog.com

buddhisurya.wordpress.com

fiveprime.org

psychologytoday.com

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Diario de viaje espiritual de un hijo de vecino

Crónicas de seis peregrinajes a la India se funden con gracia la literatura de viajes y la búsqueda espiritual para narrar lo sagrado y lo profano del subcontinente indio desde la perspectiva de un “hijo de vecino”, es decir, de un tipo común y corriente, nacido y criado en Occidente.

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0 comentarios en “Mahashivaratri 2010”

  1. Pero Nuria, si tu eres alli!!!
    Ja saps com acaba, pero els que no hi erem volem saber el final… no se si podre seguir el blog des d’aqui, aixi que haure d’esperar. Petonets des de Jakarta.

    Responder

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Un post sobre el término sánscrito kriyā en base a su etimología, sus usos frecuentes, sus referencias textuales y su aplicación actual.

El otro día utilicé el traductor de Google para traducir un texto sobre meditación, del inglés al español. De hecho, estoy sorprendido con lo buena que es esa herramienta online, aunque no es perfecta. Cuando en inglés decía attachments in meditation -o sea, «apegos en meditación»-, la traducción fue «archivos adjuntos en la meditación», que es una acepción posible pero inadecuada en el contexto del párrafo que yo estaba traduciendo. La falla del traductor radicó en desconocer el contexto del texto.

 

De forma similar, con los términos sánscritos, sobre todo si son muy genéricos, nos encontramos con frecuentes malentendidos de traducción, justamente por falta de información contextual.

 

La ubicua palabra kriyā es uno de esos ejemplos paradigmáticos, que hoy venimos a diseccionar, analizar y, ojalá, comprender mejor.  

 

Para empezar, el diccionario nos da la definición básica de kriyā como «acción, acto, actividad, tarea…» y es prácticamente un sinónimo de otra famosa palabra sánscrita: karman.

 

Este uso ya aparece en textos védicos como Upaniṣad por ejemplo y, con matiz filosófico, en la triple división que presenta el shivaísmo del poder de Śiva: icchā («voluntad»), kriyā («creación») y jñāna («conocimiento»). Asimismo, Patañjali en su Yogasūtra (2.18) dice que la naturaleza del guṇa rajas (la cualidad dinámica de la materia) es la «actividad» (kriyā).

 

Por otro lado, en el contexto litúrgico el término kriyā significa «rito, ceremonia, sacrificio» y esta acepción aparece, por ejemplo, en antiguos textos que describen rituales védicos, en Bhagavad Gītā (2.43) o en escrituras tántricas medievales.  

 

Una tercera acepción que nos interesa es kriyā como «práctica», en contraste con la teoría, como apunta el diccionario de Òscar Pujol.

 

De hecho, cuando estudiamos el Yogasūtra de Patañjali (2.1) encontramos un método que, aunque no siempre bien entendido, tiene relación con esta acepción: kriyāyoga. Una traducción aceptada sería «yoga de la acción» (diferente del famoso karmayoga que enseña Śrī Kṛṣṇa en Bhagavad Gītā) o «yoga práctico» en el sentido que, como se entiende tradicionalmente, incluye disciplinas para el uso del cuerpo físico, del intelecto, del habla y de las emociones (tapas, svādhyāya e īśvarapraṇidhāna).

 

Si seguimos analizando los textos de forma cronológica, veremos que la Haṭha Pradīpikā -respetado manual del siglo 15- es el primer texto que habla de «seis acciones» (ṣaṭkarmāṇi) de purificación para el cuerpo físico y preparación para el prāṇāyāma.

 

En la actualidad, estas técnicas de mantenimiento, que incluyen enemas, lavados nasales o limpiezas intestinales, se conocen popularmente en haṭha yoga como kriyas, lo cual es curioso si nos basamos en el texto original, donde se las nombra una decena de veces como karmas. Solo una vez, al explicar la técnica de naulī, el autor dice haṭhakriyā (HP, 2.36), es decir «esta práctica de haṭha».

 

A partir de 1920, el maestro Paramahansa Yogananda (1893-1952) popularizó el término kriyā yoga en occidente e inició a miles de personas en esa «ciencia antigua» que, según sus palabras, es la misma técnica que enseñó Patañjali con el nombre kriyāyoga y a la que también hace referencia Śrī Kṛṣṇa en Bhavagad Gītā cuando nombra el control de la energía vital a través de la respiración (versos 4.29 y 5.27).

 

Tal como explica Yogananda en su Autobiografía de un yogui, kriyā yoga «es un simple método psicofisiológico por medio del cual la sangre humana se libera del anhidrido carbónico y recibe una cantidad suplementaria de oxígeno. Los átomos de este oxígeno adicional son transmutados en energía vital, la cual rejuvenece el cerebro y los centros de la médula espinal».

 

En esta definición, centrada en la relación entre respiración y energía vital, vemos el modelo más generalizado de la palabra kriyā tal como nos llega en la actualidad.

 

En una línea similar, en los años 1970, el método Kundalini Yoga, creado por Yogi Bhajan, se hizo conocido no sólo por sus mantras y sus turbantes sino por sus llamadas kriyas -algunas muy llamativas como sostener los brazos en alto o realizar movimientos repetitivos durante varios minutos- que se definen como «una serie de posturas, respiración y sonido que trabajan hacia un resultado específico». 

 

De hecho, en el uso generalizado actual, ese resultado específico, tiene que ver con mover o activar la energía vital o prāṇa. A diferencia del uso que hace el haṭha yoga medieval, en que las kriyas de limpieza física son prerrequisitos para el prāṇāyāma, especialmente en casos de practicantes con una «constitución débil» o con sus doṣa («humores») desequilibrados.

 

En nuestros días, el místico contemporáneo Sadhguru dice que, básicamente, kriyā significa «acción interna» que implica «cierto dominio con tu energía». Regresando a la distinción terminológica, agrega que la palabra karma refiere a la «actividad externa que te ata», mientras que kriyā es la «actividad interna que te libera».

 

Como conclusión, podemos repetir que, en el uso actual más divulgado, una kriyā es un tipo de ejercicio o técnica que conjuga respiración y concentración mental (en algunos casos, también mudrā o movimiento externo) para movilizar o activar la energía vital.

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