Hijo de Vecino

El Samadhi de Swami (2da parte)

Mi relación con la muerte no es particularmente fluida. Ni próxima. Al menos hasta ahora. Quiero decir que, por un lado, en mis treinta y un años de vida no había sufrido una pérdida tan cercana e inesperada como esta de Swami Premananda, por lo tanto no estoy habituado a «tratar» con este fenómeno.

Sin embargo, por otra parte, y como todos sabemos, este fenómeno es una condición inherente a la vida misma. Y aún así, parece que en general uno omite esta irremediable obviedad.

En el tercer capítulo (Vana Parva) del más grande poema épico de la India, el Mahabharata, hay un famoso episodio en que Yudhishthira, hijo del Dharma, es sometido por un yaksha (una especie de espíritu de los bosques), a una larga serie de profundas preguntas sobre ética, filosofía y espiritualidad. Entre ellas, el yaksha pregunta: «¿Cuál es la cosa más maravillosa de este mundo?»

A lo que Yudhishthira responde: «Día tras día, incontables vidas entran al Templo de la Muerte. Observando este espectáculo, el resto de esas vidas, las que aquí se quedan, creen ser permanentes, inmortales. ¿Puede algo ser más maravilloso que esto?».

Cuerpo

El domingo 27 de febrero llegamos al Sri Premananda Ashram de la India y tuvimos la oportunidad de ver el cuerpo de Swami Premananda que aún estaba siendo velado y honrado en el llamado Puja hall, es decir la sala de rituales y meditación. Si bien el ambiente allí era de paz, mi primera sensación fue que ese cuerpo dentro de la urna de cristal estaba vacío, que no era Swami.

Como cada experiencia es personal, había personas que sí notaban energía especial en ese cuerpo, lo cual tiene sentido tratándose de una persona santa. A mí me generó respeto, por supuesto, pero no una profunda devoción o tristeza. Yo no lograba ver en ese cuerpo más que un contenedor, ahora vacío.

Desde un punto de vista optimista, esta sensación puede ser considerada como un signo de maduro entendimiento de que el cuerpo es un mero envoltorio de algo inmortal y superior (conocido como alma o espíritu). Desde otra visión más psicológica, se podría intuir como un tipo de bloqueo sobre los sentimientos negativos que podía producirme la situación, o como una forma alternativa de negar la muerte física de Swami.

En esos momentos pensaba mucho en toda la cuestión, a la vez que trataba de no pensar mucho, dejando las conclusiones para más tarde.

Ceremonias

Las ceremonias funerarias tuvieron lugar al día siguiente, el 28 de febrero, y comenzaron temprano. A las 6am el cuerpo de Swami ya había sido trasladado al templo de Shiva, el nuevo templo que aún está en fases de construcción en el Ashram. El recinto, que ahora es el samadhi de Swami, es una especie de mausoleo, de base rectangular (4mt x 5mt aprox.) y con estructura de torre (de unos 8-9mt de altura aprox.) decorada con el estilo de los gopurams de los tradicionales templos del sur de la India.

Dicho recinto era originalmente el santuario principal para un Shivalingam, lo cual no cambió, aunque ahora se había excavado un pozo de 2mt de profundidad x 2mt de ancho para colocar allí el cuerpo de Swami.

Antes de ese momento, los devotos presentaron sus últimos respetos al cuerpo de Swami, a la vez que un ramo grande de flores le era ofrecido en nombre de todos los devotos del mundo.

Luego, 17 sacerdotes brahmines venidos especialmente desde el vecino estado de Kerala realizaron una serie de ceremonias preparatorias. Es bueno decir que en la India todo se hace prolongado, al menos en comparación con la concepción del tiempo occidental. Los viajes en tren o autobús son largos; los trámites son largos; las bodas son largas; y evidentemente los funerales son largos (en total, las ceremonias de la jornada se extendieron de las 6am a las 5pm).

Para empezar, antes del amanecer, algunos miembros de la familia de Swami, sanniasines (renunciantes) y devotos fueron junto con sacerdotes al sagrado río Kaveri a recoger agua; allí realizaron un ritual para luego llevar el agua consagrada en el kumbam (un tipo de vasija importante en los rituales) para la ceremonia. Una vez que dicha agua llegó al Ashram, los brahmines recitaron milenarios mantras de los Vedas durante varias horas y también cantaron antiguos cantos, conocidos como tevarams, de los santos de Tamil Nadu.

Asimismo, los sacerdotes realizaron un gran yagam, una ceremonia del fuego, en la que todos los presentes pudimos participar tocando los elementos (principalmente granos) que serían luego ofrecidos al fuego.

El simbolismo de cada paso fue explicado, pero digamos que el significado principal de todos estos rituales preparatorios es que el alma de Swami ahora se unía definitivamente con Paramatma («el alma suprema»), que según una versión del Hinduismo también puede ser identificado como Vishnu.

Entierro

Después de varias horas de ceremonias llegó el momento más emotivo, cuando el cuerpo de Swami fue colocado dentro del santuario según la antigua tradición. Alguna vez he hablado de cómo en la India la muerte (merced a, entre otras cosas, la creencia en la reencarnación) es vista con menos fatalismo que en Occidente. En cierta forma, en la India, la muerte es menos tabú que en Occidente.

Por eso mismo, quizás, el féretro donde estaba el cuerpo de Swami era de cristal, y se lo podía ver sin problemas. De la misma forma, a la hora de colocar el cuerpo en el santuario, un grupo de jóvenes indios residentes del Ashram (bajo la indicación de los brahmines) se encargaron de alzarlo (ya sin la urna) e instalarlo en el samadhi. Para nosotros, occidentales, ver que un cuerpo muerto es tocado, levantado y movido sin ningún pudor, sino con toda solemnidad y devoción, es un hecho extraño, seguramente generador de sensaciones múltiples.

Incluso sintiendo que se trataba «sólo de un cuerpo», en mi caso personal, ese fue el momento más emotivo de toda la jornada de ceremonia. Lo cual quizás es lógico, pues al parecer es común que cuando se coloca el féretro del ser querido en la correspondiente tumba o nicho, uno toma renovada consciencia de la pérdida, y evidentemente se emociona. Sea como sea, la imagen del cuerpo de Swami, cubierto en una túnica amarilla, elevado por sus devotos rumbo al santuario, quedará en mi memoria.

El cuerpo de Swami fue instalado en el samadhi, dos metros por debajo la superficie del altar, sobre una plataforma de sándalo cubierta de hierbas sagradas. Los sacerdotes le pusieron guirnaldas de la planta tulasi (conocida como «albahaca sagrada»), hojas del árbol de bilva (considerado sagrado para el Señor Shiva) y collares de semillas del árbol de rudraksha. Luego se vertió amorosamente sobre su cuerpo vibhuti (ceniza sagrada), polvo de sándalo y cristales de sal.

Una vez que fue cubierto por éstos, se puso sobre el cuerpo de Swami tierra del Ashram y encima se colocó una losa de piedra especial.

Samadhi de Swami Premananda después de las ceremonias funerarias

Shivalingam

Antes de abandonar su cuerpo, Swami había dado instrucciones acerca del tipo y el tamaño del shivalingam que debía instalarse en el templo de Shiva. Se trataba de un shivalingam de piedra, de unos 1,20mt de alto y muy pesado. Dicho lingam también fue traído al templo y se realizaron las ceremonias adecuadas para su instalación.

Con el cuerpo de Swami ya colocado en el samadhi, la base del shivalingam fue instalada sobre la losa de piedra, al tiempo que los devotos recitábamos el conocido y poderoso mantra «Om Namah Shivaya». Asimismo, se pusieron algunos objetos religiosos pertenecientes a Swami en la base. Entonces, el lingam propiamente dicho se colocó sobre estos objetos. Inmediatamente, alrededor de la base y del lingam se untó una pasta ayurvédica de color naranja, hecha de hierbas y otras substancias, sellando así ambas partes entre sí.

Entonces, los sacerdotes hicieron el primer abishekam al gran shivalingam y los kumbams resultantes del anterior yagam fueron vertidos sobre el lingam. Acto seguido se mostró al nuevo samadhi un arati (una lámpara de luz o fuego) muy especial, ya que tenía unas 54 llamas (lo normal son 5 o 7 por ejemplo). A partir de ese día, y durante 48 días (hasta el 16 de abril), se comenzaron a llevar a cabo dos abishekams diarios al shivalingam del samadhi de Swami como parte de los rituales funerarios.

Shivalingam instalado sobre el Samadhi de Swami

Presencia

Como comenté la semana pasada, Swami había dicho en repetidas ocasiones que cuando él dejase su cuerpo físico, una poderosa energía espiritual se irradiaría desde su samadhi durante 2500 años. Yo no había pensado demasiado en ese tema, pues me parecía algo lejano (no sólo los 2500 años, sino la «muerte» de Swami). Visto en retrospectiva, ahora se entiende por qué durante el último año, Swami le dio tanta importancia a la finalización del templo de Shiva en el Ashram.

Asimismo, Swami había dicho que durante estos 2500 años todo lo que pidiéramos a su samadhi sería respondido (ya sean preguntas o pedidos). De ahí que el nombre del templo de Shiva (según anunció Swami en diciembre) será Kurai Teerkum Shiva, que en lengua tamil significa «Shiva que resuelve todos los problemas».

Torre del Samadhi decorada al estilo de los templos del sur de la India

Ahora, casi un mes después de las ceremonias funerarias, sigo analizando los hechos en general, y sin duda me queda mucho por comprender. De todos modos, hay un detalle respecto al samadhi que tuve en cuenta ya desde mi estancia en el Ashram y que me interesa destacar: Una vez que el cuerpo de Swami fue instalado en el samadhi, y todas las ceremonias fueron realizadas, mi percepción interior fue que ese templo, ese santuario, tenía mucha energía espiritual.

Es decir, el santuario que contenía el cuerpo de Swami, ese mismo cuerpo que antes me había parecido vacío, ahora me transmitía gran vibración espiritual y me parecía poderoso, tal como había predicho Swami.

Este cambio, algunos lo atribuirán a las complejas ceremonias de consagración hechas por los sacerdotes; otros, a un efecto psicológico producido por el hecho de ya no ver el cuerpo muerto; otros, a la focalización de la mente en la «energía» de Swami, ya que su cuerpo ya no estaba… Seguramente hay muchas opciones para discutir y todavía no tengo la respuesta definitiva.

Lo único cierto es que ese cuerpo «vacío» ahora me parecía dotar de santidad ese samadhi, y aunque yo crea (y muchos más) que la presencia de Swami y su energía está en «todos lados» (incluyendo en mi corazón), no me parece nada mal tener un sitio material al cual dirigir la atención, sobre todo estando en el Ashram. De hecho, me hace ilusión pensar que podré visitar el samadhi de Swami cada vez que vuelva de visita al Ashram.

Seguramente, cada una de las personas que estuvo en esas fechas en el Ashram tendrá sus propias impresiones. Las arriba descriptas son las mías, vistas todavía de bastante cerca, y no son únicas ni definitivas. Aún estoy en proceso de asimilación y esta crónica, además de informar, sirve (como tantas otras) para sacar a la luz pensamientos-sentimientos internos y sopesarlos mejor. En eso estamos.

Imágenes:

bhagavananandamurti.wordpress.com

absolut-india.com

Nuria Parera

0 comentarios en “El Samadhi de Swami (2da parte)”

  1. Yo también estoy conmocionada y todavía no tengo nada definitivo para decir, todo está muy cercano, pero coincido bastante con todas tus impresiones.-
    Jai Prema Shanti
    Kanagavalli

    Responder

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Un post sobre el término sánscrito kriyā en base a su etimología, sus usos frecuentes, sus referencias textuales y su aplicación actual.

El otro día utilicé el traductor de Google para traducir un texto sobre meditación, del inglés al español. De hecho, estoy sorprendido con lo buena que es esa herramienta online, aunque no es perfecta. Cuando en inglés decía attachments in meditation -o sea, «apegos en meditación»-, la traducción fue «archivos adjuntos en la meditación», que es una acepción posible pero inadecuada en el contexto del párrafo que yo estaba traduciendo. La falla del traductor radicó en desconocer el contexto del texto.

 

De forma similar, con los términos sánscritos, sobre todo si son muy genéricos, nos encontramos con frecuentes malentendidos de traducción, justamente por falta de información contextual.

 

La ubicua palabra kriyā es uno de esos ejemplos paradigmáticos, que hoy venimos a diseccionar, analizar y, ojalá, comprender mejor.  

 

Para empezar, el diccionario nos da la definición básica de kriyā como «acción, acto, actividad, tarea…» y es prácticamente un sinónimo de otra famosa palabra sánscrita: karman.

 

Este uso ya aparece en textos védicos como Upaniṣad por ejemplo y, con matiz filosófico, en la triple división que presenta el shivaísmo del poder de Śiva: icchā («voluntad»), kriyā («creación») y jñāna («conocimiento»). Asimismo, Patañjali en su Yogasūtra (2.18) dice que la naturaleza del guṇa rajas (la cualidad dinámica de la materia) es la «actividad» (kriyā).

 

Por otro lado, en el contexto litúrgico el término kriyā significa «rito, ceremonia, sacrificio» y esta acepción aparece, por ejemplo, en antiguos textos que describen rituales védicos, en Bhagavad Gītā (2.43) o en escrituras tántricas medievales.  

 

Una tercera acepción que nos interesa es kriyā como «práctica», en contraste con la teoría, como apunta el diccionario de Òscar Pujol.

 

De hecho, cuando estudiamos el Yogasūtra de Patañjali (2.1) encontramos un método que, aunque no siempre bien entendido, tiene relación con esta acepción: kriyāyoga. Una traducción aceptada sería «yoga de la acción» (diferente del famoso karmayoga que enseña Śrī Kṛṣṇa en Bhagavad Gītā) o «yoga práctico» en el sentido que, como se entiende tradicionalmente, incluye disciplinas para el uso del cuerpo físico, del intelecto, del habla y de las emociones (tapas, svādhyāya e īśvarapraṇidhāna).

 

Si seguimos analizando los textos de forma cronológica, veremos que la Haṭha Pradīpikā -respetado manual del siglo 15- es el primer texto que habla de «seis acciones» (ṣaṭkarmāṇi) de purificación para el cuerpo físico y preparación para el prāṇāyāma.

 

En la actualidad, estas técnicas de mantenimiento, que incluyen enemas, lavados nasales o limpiezas intestinales, se conocen popularmente en haṭha yoga como kriyas, lo cual es curioso si nos basamos en el texto original, donde se las nombra una decena de veces como karmas. Solo una vez, al explicar la técnica de naulī, el autor dice haṭhakriyā (HP, 2.36), es decir «esta práctica de haṭha».

 

A partir de 1920, el maestro Paramahansa Yogananda (1893-1952) popularizó el término kriyā yoga en occidente e inició a miles de personas en esa «ciencia antigua» que, según sus palabras, es la misma técnica que enseñó Patañjali con el nombre kriyāyoga y a la que también hace referencia Śrī Kṛṣṇa en Bhavagad Gītā cuando nombra el control de la energía vital a través de la respiración (versos 4.29 y 5.27).

 

Tal como explica Yogananda en su Autobiografía de un yogui, kriyā yoga «es un simple método psicofisiológico por medio del cual la sangre humana se libera del anhidrido carbónico y recibe una cantidad suplementaria de oxígeno. Los átomos de este oxígeno adicional son transmutados en energía vital, la cual rejuvenece el cerebro y los centros de la médula espinal».

 

En esta definición, centrada en la relación entre respiración y energía vital, vemos el modelo más generalizado de la palabra kriyā tal como nos llega en la actualidad.

 

En una línea similar, en los años 1970, el método Kundalini Yoga, creado por Yogi Bhajan, se hizo conocido no sólo por sus mantras y sus turbantes sino por sus llamadas kriyas -algunas muy llamativas como sostener los brazos en alto o realizar movimientos repetitivos durante varios minutos- que se definen como «una serie de posturas, respiración y sonido que trabajan hacia un resultado específico». 

 

De hecho, en el uso generalizado actual, ese resultado específico, tiene que ver con mover o activar la energía vital o prāṇa. A diferencia del uso que hace el haṭha yoga medieval, en que las kriyas de limpieza física son prerrequisitos para el prāṇāyāma, especialmente en casos de practicantes con una «constitución débil» o con sus doṣa («humores») desequilibrados.

 

En nuestros días, el místico contemporáneo Sadhguru dice que, básicamente, kriyā significa «acción interna» que implica «cierto dominio con tu energía». Regresando a la distinción terminológica, agrega que la palabra karma refiere a la «actividad externa que te ata», mientras que kriyā es la «actividad interna que te libera».

 

Como conclusión, podemos repetir que, en el uso actual más divulgado, una kriyā es un tipo de ejercicio o técnica que conjuga respiración y concentración mental (en algunos casos, también mudrā o movimiento externo) para movilizar o activar la energía vital.

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