Estoy recién aterrizado en Barcelona después de una estadía de tres semanas en New York City, en donde estuve por motivos yóguicos. Quizás suene contradictorio que esta gran megalópolis, símbolo del capitalismo y del individualismo salvaje, pueda ser un lugar bueno para practicar yoga. Para algunos yoguis tradicionalistas lo peor que podía haberle sucedido a la sagrada ciencia del yoga fue pasar por Estados Unidos, donde se reconvirtió a una disciplina de moda, sin respeto a la tradición y alejada de la esencia espiritual hindú. Para consternación de esos yoguis, otras personas consideran que «la capital mundial del yoga» no está en Rishikesh ni en Mysore, sino en New York.
Yo no pretendo entrar en dicha discusión ahora ni darle una respuesta definitiva, pero sí quiero contar que en pleno Manhattan hay un yogui muy genuino, muy tradicional y, a la vez, adaptado a los tiempos modernos que puede guiar a cualquier aspirante en el camino del auto-conocimiento y la búsqueda espiritual. Su nombre es Sri Dharma Mittra y para poner una etiqueta que dé tranquilidad a la mente racional se le podría encuadrar dentro del Hatha-Rāja Yoga.
En 2011, cuando tuve la fortuna de conocerle personalmente, ya hablé un poco sobre él y su vida. Dharma Mittra nació en 1939 en Brasil y después de una juventud de búsqueda anhelante por Dios viajó, por consejo de su hermano menor, a New York en 1964 para conocer personalmente a un maestro de la India que, finalmente, se convertiría en su Guru: Swami Kailashananda Saraswati (también conocido como Yogi Gupta).
Este maestro fue, después de los famosos Swami Vivekananda y Paramahansa Yogananda, uno de los pioneros en traer la filosofía del yoga a Occidente, en este caso en los años ’50. De hecho, Yogi Gupta publicó en 1958 un muy buen libro llamado Yoga and long life que es un predecesor en temática y estilo, con fotos incluidas, de los famosos Luz sobre el Yoga de B.K.S. Iyengar, de 1966, y Asana Pranayama Mudra Bandha de Swami Satyananda Saraswati, de 1969.
Después de servir a su maestro y vivir en su ashram de Manhattan por diez años, Dharmaji recibió sus bendiciones para dejar la vida de retiro en 1975 y fue así como comenzó su carrera de instructor de yoga en la esfera pública. Desde entonces, su estilo, su forma de enseñar, su compromiso con la búsqueda de Dios y su ejemplo de vida han hecho de Dharma Mittra una leyenda del yoga, que a sus actuales 75 años brilla con luz propia, es decir, con la luz de la auto-realización.
Su amor por el yoga y su interés en ayudar a otros seres hace que, a su edad (y en gran estado de forma), Dharma enseñe en el Dharma Yoga Center cinco días a la semana a todo tipo de estudiantes, repitiendo una y otra vez los consejos y métodos que él mismo ha encontrado útiles y probados en el sendero hacia Dios. Pudiendo retirarse o vivir como un yoga-star de los que pululan en las redes sociales, Dharma elije el perfil bajo, la enseñanza tradicional y el propio ejemplo antes que el popular discurso místico.
Este deseo por difundir las enseñanzas del yoga llevó al Dharma Yoga Center a crear el programa de formación de profesores titulado «Vida de un Yogui» (Life of a Yogi, en inglés), pues el objetivo no es aprender solamente posturas, ajustes o nombres técnicos, sino encaminar o profundizar al estudiante en un modo de vida que implique la filosofía del yoga y lo lleve hacia el conocimiento del Ser.
Para esto, Dharmaji hace hincapié en los yamas y niyamas, las reglas éticas y las observancias para una vida correcta en sociedad y con uno mismo. El yama principal es ahimsā, «no-violencia», lo cual implica, para empezar, una dieta vegetariana/vegana, pues «nuestra compasión debe extenderse más allá de nuestras mascotas». La importancia que Dharma da a estas reglas se resume en una frase: «Sin yamas no hay yoga«.
Para Dharma, las posturas (āsana) son una herramienta para mantener el cuerpo sano y fuerte, para así poder avanzar en el sendero espiritual interior y, como explica la tradición, poder mantener el cuerpo en una posición sentada de meditación durante largos períodos. De hecho, las técnicas de concentración y visualización son muy importantes en las enseñanzas de Dharma, pues sólo una concentración prolongada se convierte en meditación.
En cuanto al aspecto físico, Dharma da mucha importancia a la relajación como proceso renovador y revitalizador. Una de sus frases clásicas es: «La relajación es el mejor antídoto para las impurezas«. Por eso, sus clases suelen ser exigentes físicamente pero no excesivamente dinámicas, dejando siempre breves momentos de relajación y haciendo hincapié en la relajación final, que no es sólo un trámite ni un momento para dormir, sino la oportunidad de recargar la energía.
Dharma es famoso por haber creado un poster con 908 posturas de yoga, algunas extremadamente difíciles, al punto de que él tuvo que ayunar por 30 días para hacer algunas de ellas. A pesar de ello, él explica que las posturas básicas son sólo ocho y que el resto son variaciones y, sobre todo en el caso de los estudiantes avanzados, desafíos para que la mente no se aburra y se disperse. De hecho, Dharma es un experto en el paro de cabeza, haciendo decenas de variaciones, incluyendo algunas sin manos, que seguramente es su postura más famosa.
A nivel más filosófico, Dharmaji nunca olvida mencionar que la práctica de āsana debe ser ofrecida sin expectativas a Dios (o al Ser Supremo) de forma que no se trate de una actividad guiada por el ego sino que se hace «porque tiene que ser hecha». Esta idea se relaciona con el camino del Karma Yoga, del servicio desinteresado, en que uno actúa sin esperar los frutos de sus actos. Obviamente, esta forma de vida no se limita a la esterilla sino a cada momento del día.
Otro pilar filosófico de Dharma es svādhyāya, el estudio de las Escrituras, los textos sagrados, como forma de darse cuenta y de entender, al menos intelectualmente, que uno no es el ego individual, sino que es una porción del Ser Universal. Dharma dice que «creer no es suficiente» y que uno debe experimentar y conocer esa verdad y, para eso, la lectura de textos como los Yoga Sūtras, la Bhagavad Gītā y la Hatha Yoga Pradīpikā es esencial.
En cuanto a sus clases, Dharma fomenta la «mente colectiva», es decir el movimiento grupal coordinado para poner la atención colectiva en una misma sintonía. Es increíble lo poderosa que puede ser una clase cuando la energía de todos los estudiantes están dirigidas al mismo punto, actuando en conjunto y armonía, y no con cada persona en su mundo.
De hecho, a diferencia de otros estilos, Dharma alienta mirar al estudiante del costado para copiar sus trucos y aprender a mejorar la propia postura. Esta «comparación» es siempre impulsada desde la compasión y no desde la envidia. De hecho, Dharma recomienda que al ver a otra persona que hace una postura que no nos sale, «nos imaginemos que somos esa persona» y disfrutemos a través de ella.
Como Dharma es tan fiel a su guru y logró su rápida evolución espiritual obedeciéndole al pie de letra, él insta a los estudiantes a que obedezcan y respeten al maestro; no a él, sino a la figura del maestro, sea quien sea, como forma de fomentar la humildad y la disciplina en el estudiante. Él explica que, incluso si un profesor está enseñando en clase una postura que nos parece errada, por respeto uno debería obedecer y mantenerla. Como siempre, primero va ahimsā, la compasión, y después nuestro interés personal.
Este resumen es escueto y es para dar una idea general de lo mucho que disfruté y aproveché con el curso de formación de 200h de Vida de un Yogui. En realidad, el curso sigue porque para estar certificado en Dharma Yoga hay que tomar ciertas clases específicas, hacer una auto-práctica regular, escribir un par de textos, hacer servicio al maestro y también dar varias clases. De hecho, si estás en Barcelona y te interesa tomar clases de Dharma Yoga conmigo puedes mirar los horarios aquí.
Asimismo, si te interesa disfrutar de una práctica completa de Dharma Yoga, Hansika Yoga dará una sesión especial de 2 horas el sábado 12 de julio (11h). Detalles del evento aquí.
En las próximas semanas espero publicar más información sobre Sri Dharma Mittra y su estilo de yoga que, como digo, es muy tradicional y genuino pero adaptado a nuestros tiempos.
Mientras tanto, con mucha gratitud (a la vida, a Dios, a mi esposa Hansika, a mi hija, a mis suegros y a mis amigos Ale, Jenny y Gaetan) por la oportunidad que tuve de pasar esos días en compañía de Dharmaji, me despido con su frase de cabecera: «Sé receptivo a la gracia de Dios».
Hola Naren,
Yo creo que la capital del Yoga (a propósito de tu comentario) está en lo más profundo de la conciencia de cada ser humano, dispuesta a manifestarse ( como fruto maduro) en el momento adecuado.
Tengo que darte las gracias otra vez, por el post tan bueno que has compartido. Siempre cuelgas algo autentico de la India o del Hinduismo. No conocía este Sampradaya en particular y me parece muy interesante, de hecho estaría interesado en conocer un poco más de el y del Dharma Yoga así como de sri Dharma Mitra. Como no he tenido la oportunidad de tener una relación personal con un maestro en particular. Por ahora me tengo que conformar con acercarme a grandes santos aunque solo sea a través de textos, etc… aun que lo mejor es ver el ejemplo del maestro en vida y conocerlo personalmente. Supongo que es el precio que tengo que pagar por ser un neófito, de todas formas no desespero. Soy muy cabezón cuando me lo propongo, y bastante paciente.
Un saludo, atentamente RUDRA.