Ya sea en clase o leyendo algún libro, seguramente la mayoría de yoguis han oído la palabra mudrā. Incluso fuera del mundo del yoga es un término conocido: en la danza clásica india las mudrās son fundamentales para el despliegue gestual y emocional de los bailarines; en la iconografía canónica del hinduismo las deidades siempre realizan algún gesto tradicional, especialmente con las manos; en el budismo, estos gestos manuales, reducidos a seis o siete principales, remiten a eventos de la vida del Buda; o como es la nueva tendencia, el uso de mudrās se ha convertido en una práctica terapéutica en sí misma, sin relación directa con la ciencia del Haṭha Yoga o con las doctrinas tántricas, de donde provienen en origen.
Entonces, ¿qué es una mudrā? Se suele traducir como «gesto sagrado o simbólico» y refiere a una «combinación de movimientos físicos sutiles que alteran el ánimo, la actitud y la percepción, los cuales profundizan la atención y la concentración».
La traducción literal de la palabra sánscrita mudrā es «sello» y, en este contexto, refiere a la idea de que estos gestos «precintan» el cuerpo, controlando la energía vital y creando circuitos específicos con ella. Este fluir energético tiene la intención de «unir la fuerza vital individual con la fuerza universal».
Desde el punto de vista etimológico, se explica que el término mudrā, que es femenino, deriva de la raíz verbal sánscrita mud que significa «estar feliz o deleitarse», ya que la práctica de las mudrā trae felicidad.
Cualquiera sea la definición que nos guste más, es muy probable que nuestro conocimiento de las mudrās esté especialmente concentrado en los gestos con las manos (hasta mudrā), que son los más habituales y difundidos, como por ejemplo el ubicuo jñāna mudrā (guiana mudra) o «gesto del conocimiento», realizado incluso por aquellos que quieren imitar o ridiculizar a un yogui.
Para algunos, la novedad quizás sea que las mudrās pueden ser hechas no únicamente con las manos, sino también con la cara, las piernas o con todo el cuerpo. Sobre estas divisiones corporales, Swami Satyananda Saraswati, el fundador de la Bihar Yoga School, en su clásico libro Asana Pranayama Mudra Bandha describe cinco categorías de mudrās: de mano, de cabeza, posturales, de cierre y perineales.
Curiosamente, en los antiguos manuales clásicos de Haṭha Yoga las mudrās de las manos no son nombradas y, en cambio, sí aparecen las otras categorías, a las que se dedica mucha importancia ya que en la tradición las técnicas de mudrās son tan importantes como los āsana (pronúnciese ásana = posturas) o el prāṇāyāma (control de la energía vital). Sin embargo, mi sensación es que en las clases regulares de yoga la aparición del concepto mudrā para referirse los «sellos» sin las manos no es tan extendida y, por consiguiente, la práctica de este aspecto tradicional es poco frecuente.
Eso quizás se deba a que, como dice el citado Swami Satyananda, «las mudrās son introducidas después de que se ha alcanzado algo de capacidad en āsana, prāṇāyāma y bandha, y los bloqueos gruesos han sido eliminados». Efectivamente, puede que el practicante medio y occidental no esté preparado para estas técnicas, que en muchos casos trabajan con energías muy sutiles y con el despertar de la mística energía Kuṇḍalinī.
Investigando los textos clásicos del Haṭha Yoga, es interesante descubrir que en la actualidad y en la mayoría de estudios de yoga sí que se practican algunas mudrās aunque, en muchos casos, con otros nombres. Esto se debe, en parte, a que la delgada línea entre āsana y mudrā no está siempre clara, como así tampoco entre prāṇāyāma y mudrā, y sobre todo, entre bandha y mudrā.
Los bandhas se suelen describir como «cierres energéticos» y estos sí que son muy nombrados en las clases de yoga. Su objetivo, explica Swami Satyananda, es «encerrar la energía vital en áreas específicas y redirigir su flujo para el despertar espiritual».
Si bien Swami Satyananda les dedica un apartado especial, tradicionalmente los bandhas son clasificados dentro de las mudrās y son básicamente tres: jālandhara (jálandhara) en la región del cuello y garganta; uḍḍīyāna en la región abdominal y mūla bandha en la zona del perineo. De la combinación de estos tres «cierres» nace mahābandha, «el gran bandha«.
La Haṭha Yoga Pradīpikā (pronúnciese Pradípika), el manual clásico del yoga por excelencia, que data del siglo XIV, nombra diez mudrās de los cuales cuatro son los apenas mencionados bandhas. Un quinto mudrā nombrado y que se realiza con frecuencia en nuestros días es viparīta karaṇī que no es otra cosa que una variante de sarvāṅgāsana, la popular «postura sobre los hombros», un claro ejemplo de mudrā con todo el cuerpo.
Asimismo, la Śiva Saṁhitā (Shiva samhitá), del siglo XVII-XVIII, describe once mudrās, con apenas un agregado a los de la Pradīpikā. Por su parte, la Gheranda Saṁhitā (Gueranda samhitá), del siglo XVII, enumera 25 mudrās, dando una idea de la amplitud de esta ciencia, que incluye cinco «sellos» que tranquilamente entran en la categoría de visualizaciones o meditaciones.
Dentro de este variado grupo de mudrās, además, hay uno (śāmbavī mudrā) que podría encajar en lo que muchas veces se llama dṛṣṭi (drishti), es decir el punto donde situar la mirada durante un āsana; otro (pāśinī mudrā) que remite a la postura de yoganidrāsana o según otras fuentes a karṇāpīḍāsana; y un par más (śanmukhi mudrā y mahāvedha mudrā, por ejemplo) que, según el estilo de yoga que uno siga, se practican con regularidad.
En conclusión, según la tradición del Haṭha Yoga una mudrā generalmente conlleva todo el cuerpo en una combinación de postura, respiración controlada, cierres energéticos y técnicas de visualización o de concentración de la atención.
Las mudrās de las manos son también útiles e importantes, y supongo que por ser más asequibles para un practicante medio son las más usadas. Cuando el alumno es más avanzado y tiene un maestro cualificado es probable que profundice en otros mudrās más completos.
De todos modos, como hemos visto, en las clases normales también se practican al menos cuatro mudrās y hasta ocho o nueve según el caso, aunque con otros nombres, con ligeras variaciones o simplemente sin dar detalles específicos pero ateniéndose a las enseñanzas clásicas.
Es cuestión de seguir practicando y, con suerte, dominaremos esos, que ya sería suficiente para despertar la energía espiritual dormida en nuestro interior.
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