Cuando Bikram Choudhury, el inventor del famoso estilo hot yoga, quiso justificar la aberración de practicar posturas en una sauna a 40 °C dijo que lo que él había buscado era emular, de forma artificial, el clima tropical indio en que tradicionalmente practicaban los yoguis. Por supuesto, siempre ha habido una rama muy ascética de yoguis que realizaban sus austeridades a pleno sol e incluso cerca del fuego, como así también los hay que, semidesnudos, hacen sus prácticas en las nieves del Himalaya.
De hecho, si la mayoría de yoguis residen tradicionalmente en las montañas no es solo buscando la soledad sino también quizás algo de fresco, pues la práctica del yoga genera un potente fuego interno. Evidentemente, el clima de la India a menudo puede recordarnos a una sauna o incluso peor, y por ello – entre otras cosas – muchos yoguis eligen las horas del amanecer y del atardecer como las más propicias para sus prácticas.
Este tema viene a cuento porque está semana en el hemisferio norte se celebra el solsticio de verano y, también, el Día Internacional del Yoga. La cuestión es que con la llegada del solsticio de verano a Barcelona, aparte de pasarnos el día hablando del calor, se ha desatado lo que una amiga llama “la guerra de los aires acondicionados”, que consiste en luchar por poner el aire a la temperatura deseada; una guerra que generalmente ganan los que, al parecer, no pueden soportar ni un ápice de calor.
Por tanto, aunque por la calle uno vaya con pantalones cortos/falda o chanclas, al entrar a la oficina, una tienda o el autobús se debe abrigar para no congelarse. Así uno entra en la extraña paradoja que quejarse del calor fuera y del frío dentro… y luego dicen que fue Dios quien hizo este mundo imperfecto.
Barcelona en verano puede ser calurosa pero tampoco estamos hablando de Mysore ni de Varanasi. Sin embargo, muchos practicantes de yoga tienen una fuerte necesidad de encender el aire acondicionado durante las clases (el ventilador no alcanza…). Justamente lo opuesto del Bikram Yoga, que a su vez es popular porque da la sensación de trabajar más el cuerpo, porque uno siente que con tanto sudor quema más toxinas y, sobre todo, porque muchas personas lo hacen con el afán de perder peso. Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Calor o frío?
Como ya he escrito una vez, los textos clásicos dicen que los extremos no son recomendables, y de hecho la Gheraṇḍa Saṃhitā, un reconocido manual medieval de haṭha yoga, dice que comenzar la práctica de yoga en verano o en invierno “solo trae enfermedad”. Por tanto, se aconseja comenzar “en primavera o en otoño” (V.8-9).
Mi maestro Sri Dharma Mittra, más que temperatura, dice que lo importante es que el espacio de práctica esté ventilado, ya que aunque uno sude el aire en circulación seca ese sudor y eso es mejor que sudar con aire acondicionado (y tener que taparse con una manta para śavāsana). Por ello Dharmaji, en el sexto piso de su escuela-templo en Manhattan muchas veces deja las ventanas abiertas, a pesar de que cada tanto lleguen sirenas de bombero, bocinas y otros ruidos callejeros.
En una ciudad con menos rascacielos como Barcelona y con los estudios muy cerca de la calle, abrir las ventanas implicaría un ruido tan infernal que, en general, hay que usar ventilador o alguna opción de aire acondicionado.
Una de las contras de usar aire acondicionando para practicar yoga es que los sistemas de climatización suelen usar elementos químicos (al menos para su desinfección) y en una práctica donde la respiración es tan importante y, a veces, profunda, no es ideal respirar un aire no puro. Obviamente en la ciudad ningún aire es puro, pero si puedo prefiero que se apague el aire acondicionado, al menos en la parte del prāṇāyāma formal.
Otra de las contras de usar aire acondicionado es que uno reduce su “umbral de temple”. Cada persona es diferente, pero si ante el primer golpe de calor todos nos refugiamos en el frescor de la climatización artificial, después el caminar por la calle a temperatura ambiente se convierte en una tortura y todos queremos llegar rápido a nuestro destino bien refrigerado (lo mismo podría pasar con el invierno y la calefacción). Este síndrome de escapar hacia “lo placentero” tiene al ser humano en una perenne insatisfacción. Siempre esperando que llegue el viernes, las vacaciones, la jubilación…
Los textos yóguicos repiten por doquier que la ecuanimidad es una virtud fundamental para encontrar la paz. La Bhagavad Gītā (VI.7) dice:
“Para aquel que a sí mismo se ha vencido y la serenidad ha conquistado,
para aquél el Espíritu Supremo siempre está presente
en el calor y en el frío,
en el placer y en el dolor,
en el honor y en la deshonra”.
Y hablando de las cualidades del yogui redunda (XII.18-19):
“Aquel que es igual frente al amigo y al enemigo (…)
igual en el calor y en el frío,
en la felicidad y en la desgracia,
despojado de todo apego (…),
satisfecho con lo que le azar le aporte…”.
Esta capacidad de mantener el equilibrio frente a los extremos es uno de los grandes objetivos yóguicos, y por ello uno de los elementos del camino clásico del Yoga es pratyāhāra, la “retirada de los sentidos” o “abstracción sensorial”. Hablando de este control de los sentidos y de la mente dice la Gheraṇḍa Saṃhitā (IV.5):
“Cuando la mente entra en contacto con algo caliente o frío, retírala de allí y ponla bajo control en el Ser”.
Obviamente, este mismo principio de control de los sentidos podría aplicarse al hot yoga, por lo que es importante tener en cuenta el equilibrio entre extremos, en este caso, el equilibrio entre desarrollar la templanza y el sobre-esfuerzo o cualquier acción dañina para el cuerpo.
Por último, si es verano y hace calor es normal que uno sude un poco haciendo yoga, al menos en condiciones normales. Si hace Bikram sudará todos los zumos verdes que se haya bebido en la semana y si usa demasiado aire acondicionado sudará menos de lo que debería. A fin de cuentas, el sudor es un parámetro muy útil para el yogui ya que (más allá de las condiciones climáticas) nos habla de nuestro estado durante la práctica.
Yo soy de sudar, pero hace algunos años sudaba mucho más y entonces le pregunté a Dharma Mittra si eso era normal. Él simplemente me dijo que el sudor era “tensión innecesaria” y que con el tiempo se iría reduciendo si uno aprendía a “relajarse en la postura”; efectivamente así sucedió a medida que fui profundizando en mi práctica. Eso sí, siempre y cuando no me metan en una sauna a 40 °C a celebrar el solsticio de verano.
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¡Me ha encantado! Lo compartiré en mi página de Facebook en unas semanas 🙂 gracias
Totalmente de acuerdo con lo expuesto . Es justo misión del yoga físico regular la temperatura interior y llevarla a ese punto medio saludable ,Por tanto , enfriarla si esta excesivamente caliente y calentarlo si esta excesivamente fría , Esta temperatura interior no es una temperatura que provenga del exterior como algunos creen , ni tiene relacion apenes con el mismo ,sino que es la temperara u calor que provoca nuestro estado emocional , regular este , es regular la mente ,por tanto el principal fin del yoga fisico .Una mente serena es una mente estable ,cuyo estado se refleja exactamente en nuestro estado corporal ,entre ello en la temperatura interior .Pero este concepto tan tan importante , el cual es curioso no guie la practica u enseñanza actual de muchos yoguis , no es un concepto exclusivo perteneciente a la tradición yoguica ,ni mucho menos , sino que este principio fundamental es análogo en absolutamente todas las técnicas u disciplinas orientales de mejoramiento humano .Por supuesto ,que para tal fin ,solo tenemos una herramienta , la respiración ,la cual ,unida a la atención consciente , bajaremos u atizaremos fuego a la caldera interior para llevar esta al punto en que arda de manera saludable .
nunca habia pensado en el sudor como «tension innecesaria» yo sudo muchisimo de las manos. Habrá que relajarse 😊
Yo no veo aquí los argumentos necesarios para decir que el calor en Bikram Yoga afecte al cuerpo, la razón por la cual Bikram Choudhury pone calor en el salón es para ejecutar las asanas tradicionales del HYP sin modificaciones, ya que el objetivo es seguir la ciencia con sus pasos, no modificarla… y solamente protege al cuerpo para no lastimarse, existen muchos beneficios de hacer uso del calor y creo que si uno no ha estudiado una práctica a fondo no debería de decir nada sobre ella ya que las personas que la crearon tienen bastantes años de experiencia, así como alguien que no conoce los principios de Dharma Yoga, no puede meterse a criticarlos, tampoco alguien que no conoce a fondo que es Bikram Yoga y cuáles son los beneficios.
Todos los gurús han estudiado a fondo lo que enseñan, y no creo que nadie deba cuestionarlos, a ninguno, cada quien tiene su método y su forma… si nos enfocamos en hablar sobre los beneficios de las series de asanas que cada uno practicamos, dejaríamos de enfocarnos en lo que lo otro hace mal, y podríamos entender y profundizar en lo que practicamos sin voltear a ver a otros.
Hola Ana Paula:
Entiendo tu comentario y tus argumentos. Imagino que eres practicante de Bikram Yoga. Yo no. En realidad yo no estoy negando ni afirmando los beneficios del Bikram Yoga sino su relación con la tradición textual y práctica del hatha yoga antiguo. De ahí el uso de la palabra «aberración», que admito puede ser un poco malsonante. Por supuesto que con mucho calor hay beneficios a nivel de flexibilidad y también a nivel depurativo. Conozco incluso profesores de Dharma Yoga que practican regularmente Bikram Yoga. A la vez, no hay textos antiguos ni tradiciones difundidas que promulguen la práctica con excesivo calor, a excepción de las órdenes ascéticas que, obviamente, no son parámetro para un practicante occidental normal.
Lamento haberte molestado con el texto, que no estaba pensado para atacar a Bikram – con quien no concuerdo – sino para poner en el tapete el tema de la temperatura.
Un saludo