Hijo de Vecino

La importancia del último pensamiento antes de morir

En la filosofía de la India se considera que, en su condición de sujetos y objetos finitos, todos los componentes de este mundo fenoménico y material están ineluctablemente destinados a desaparecer. Sólo aquello que es eterno e infinito, aquello que no ha nacido ni tuvo principio puede, entonces, no tener muerte ni fin. Esta cualidad inmortal pertenecería al alma, o Ser espiritual, que todos llevamos dentro como parte inseparable de una energía Divina universal.
Todo lo demás, como decía, está condenado a desaparecer. Cuando esto sucede, el alma o chispa Divina, pasa a otro envase y continúa con el proceso evolutivo de esa consciencia particular, hasta trascender la dualidad del mundo material y regresar a la unión con el Alma universal.
Teniendo en cuenta este concepto de la existencia es que la tradición espiritual védica dice que al nacer uno ya comienza a morir. No se trata tanto de una visión pesimista sino, más bien, de una exposición cruda de los hechos. En efecto, nadie puede negar que todo lo que es material y perceptible a los sentidos es perecedero y mortal. La ecuación es simple: si nace debe morir. Para la filosofía de la India, basada en una concepción cíclica del Universo, la ecuación anterior tiene su contraparte natural: si muere debe nacer.
De allí la idea de la reencarnación o transmigración de las almas en la que, al pasar de vida en vida, a priori, uno va aumentando su grado de consciencia espiritual hasta lograr un nacimiento como ser humano, el cual es considerado una gran bendición, por más que en general las personas veamos nuestro nacimiento humano como lo más natural y obvio del mundo. Incluso, según los casos, hay personas que consideran su nacimiento humano como una condena.
El motivo esencial de considerar un nacimiento humano como una gran suerte es que únicamente como ser humano uno tiene la capacidad para entender su verdadera naturaleza espiritual y, además, tiene la posibilidad de realizar los pasos necesarios para la auto-realización espiritual que, según explican las Escrituras sagradas, se erige como el objetivo fundamental de todo ser.

Pienso ergo me convierto

Ya que un cuerpo humano es fundamental para alcanzar la ‘liberación’ o, también, la ‘iluminación’, es importante no desaprovechar la oportunidad que cada uno tiene. También es verdad que las Escrituras dicen que es imposible auto-realizarse en una única vida y que es sólo después de muchas encarnaciones (incluso miles) cuando uno finalmente logra re-unirse con su esencia Divina original. Como nadie sabe si ese auspicioso nacimiento será o no el actual, lo correcto es actuar como si lo fuera y llevar a cabo una vida con el máximo posible de dedicación espiritual.
A este respecto, en la tradición védica se dice que la muerte es el momento más importante de la vida; es decir, es el evento para el que uno se prepara toda la vida, ya que es el momento que determina la próxima encarnación de cada ser. Esto es así porque se dice que en el instante de la muerte, cada ser revela su verdadero estado de consciencia, el cual sencillamente está basado en el tipo de vida que haya llevado y el tipo de pensamientos que haya alimentado durante la misma.
En el transcendental diálogo de la Bhagavad Gītā, Sri Krishna explicita esta importante enseñanza a su amigo y discípulo Arjuna (aquí llamado «hijo de Kuntī»):

«Cualquier sea el objeto en que un ser humano piensa en el momento final, cuando deja su cuerpo, eso mismo obtiene, Oh hijo de Kuntī, por haber estado siempre absorto en él». (B.G. 8.6)

Esta transcripción del verso original está basada en la traducción de Swami Nikhilananda, perteneciente al linaje de Sri Ramakrishna y Swami Vivekananda, aunque en general todas las versiones son muy coincidentes en la enseñanza que subyace a estas palabras. El mismo Swami Nikhilananda explica, en sus comentarios de la Gītā, que «el estado mental en el momento de la muerte determina el futuro del alma… [ya que] nuestro ser interior se convierte en aquello en lo que pensamos insistentemente con fe y devoción».
Sabiendo este dato, uno podría especular con esperar al momento de morir para simplemente pensar en Dios, en Jesús, en la Luz Universal o en cualquier otro ‘objeto’ espiritual, de manera de convertirse en un ser iluminado y salir así de la rueda de encarnación y muerte. El problema es que en el lecho de muerte, según se explica, no es posible pensar en lo Divino (o cualquier idea elevada similar) si uno ha pasado su vida con la mente focalizada en aspectos no espirituales ni elevados.
Como dice Swami Nikhilananda: «Los pensamientos recurrentes de toda una vida, ya sean buenos o malos, se presentan vívidamente en el momento de la muerte».

Swami Nikhilananda

Sobre este proceso, Swami Sivananda, el gran santo fundador de The Divine Life Society, explica en su comentario de la Bhagavad Gītā: «El pensamiento que más importancia haya tenido en esta vida ocupará la mente en el momento de la muerte. La idea que se impone en el momento de la muerte es la que atrajo más la atención durante la vida normal… Los deseos no tienen fin. El ser humano no puede satisfacerlos en una vida. En el momento de la muerte se agita todo el depósito de impresiones y deseos, y el deseo más destacado, fuerte y que más se ha alimentado aflora a la superficie de la mente… Este deseo más fuerte atrae la atención buscando satisfacción inmediata. En la hora de la muerte sólo se piensa en eso… Si no se satisface este deseo la mente queda saturada de él y espera satisfacerlo en la siguiente vida. Este deseo será muy importante en la siguiente vida».
Swami Sivananda

El rey Bharata y el ciervo

Esta ley espiritual tiene su correlato más famoso en la historia del gran rey Bharata que, como hijo del gran sabio Rishabha, fue un devoto excepcional. El Śrīmad Bhāgavatam, por ejemplo, un texto sagrado del siglo IV con enfásis en la práctica devocional, explica la vida de este rey (cap. 5.7-8).
De hecho, se explica que Bharata reinó sobre la Tierra con gran rectitud y fue un devoto absolutamente pío. Habiendo cumplido de forma impecable con todos sus deberes de gobernante y hombre de familia, el rey dividió las riquezas entre sus hijos y se retiró al bosque. Allí tuvo visiones de lo Divino y «su corazón estaba completamente limpio, y no tenía el mínimo deseo de disfrute material».
Un día, después de realizar sus abluciones matinales, sentado junto al río cantado mantras, el ahora asceta Bharata vio a una cierva que se disponía a beber agua del río. Mientras estaba bebiendo, un león en las cercanías rugió con gran fuerza y asustó a la cierva, que se lanzó al agua con angustia. La cierva estaba preñada y, al nadar desesperadamente, el bebé ciervo salió de su útero y fue llevado por las aguas del río. La madre, asustada y afligida, apenas pudo alcanzar la otra orilla, donde murió.
Viendo todo esto, Bharata «sintió gran compasión» y como «un amigo sincero» tomó al bebé ciervo del agua y sabiéndolo huérfano lo llevó a su ermita. Gradualmente, Bharata se encariñó tanto con el ciervo que lo trataba como a su propio hijo, al punto de que empezó a descuidar sus prácticas espirituales. Él, que había abandonado riquezas y familia por marcharse al bosque para encontrar a Dios, estaba ahora apegado a un ciervo y se preocupaba por él como si su verdadera felicidad dependiera de ello.
Cuando al rey Bharata le llegó el momento de morir, «el ciervo estaba sentado a su lado como su propio hijo lamentando su muerte». Como es de esperar, la mente del rey estaba absorta en el cuerpo del ciervo y, consecuentemente, después de morir reencarnó en un cuerpo de ciervo.

Si bien la historia tiene algo de hiperbólica, las enseñanzas son dos: que lo que pensamos al morir es importante y, segundo, que incluso llevando una vida muy espiritual hay que tener atención en no descuidar esa práctica, pues las garras de los hábitos mundanos están siempre al acecho.
Para consuelo del lector cuento que el rey Bharata, debido al servicio devocional de su vida pasada, no olvidó lo que había sucedido, y pudo entender las razones de nacer como ciervo. Por lo tanto, tuvo un nuevo nacimiento como humano en el que, con el nombre de Jadabharata, logró la auto-realización total.
Lo que hay que pensar

Evidentemente, si lo que uno quiere (en esta vida pero, por si acaso, también en la próxima) es re-unirse con su esencia Divina, o alcanzar a Dios, o iluminarse, o encontrar su Ser interior, hay que cultivar pensamientos elevados y espirituales. Volviendo a la Bhagavad Gītā (8.5), Sri Krishna lo dice claro:

«Quienquiera que, en el momento de la muerte, deje su cuerpo recordándome sólo a Mí, llega a mi Ser. No hay duda acerca de ello».

A este respecto, es famoso el hecho de que cuando Mahatma Gandhi fue asesinado con tres disparos de pistola durante una aparición pública, sus últimas palabras fueron ‘Rām, Rām‘, que son una forma de referirse a Dios en el hinduismo. Tener la capacidad de pensar en Dios, al morir asesinado inesperadamente, no es casualidad ni suerte, sino el fruto de una vida absolutamente dedicada a la búsqueda espiritual, como es el caso de Gandhi.

Samadhi de Mahatma Gandhi en New Delhi con la inscripción ‘He Rām’

Por otro lado, siguiendo con los consejos de las Escrituras de la India, hay un pasaje del Chandogya Upanishad (3.17.6) en que se dice que, en el momento de la muerte, hay que repetir tres pensamientos (o mantras) específicos del antiguo Yajur-Veda:

«¡Tú eres el Imperecedero! ¡Tú eres el Inmutable! ¡Tú eres la verdadera esencia de la vida!»

La traducción pertenece al libro The Yoga Tradition del indólogo y académico Georg Feuerstein.
Preparándose para la muerte

Escribir este post no ha sido tan fácil, pues el tema de la muerte es difícil de abordar, sobre todo para alguien con mentalidad occidental, partícipe de una sociedad y una cultura que niegan la muerte todo lo que se pueda. Mi intención al crear este artículo no es la de focalizarme en la muerte, ni tampoco dar consejos a personas moribundas. Por el contrario, mi intención es recordar(me) la importancia de vivir una vida espiritual, con la excusa de que será muy determinante para mi felicidad en el momento de mi muerte, pero también porque creo que es esencial para mi felicidad en el día a día del presente.
Muchas de las lecturas e investigaciones que hice para este post son de alta estatura filosófica, en el sentido de su complejidad. Sin embargo, al escribir estas líneas me vino a la cabeza un discurso de Swami Premananda titulado Preparándose para la muerte
que cité hace ya algunos años y que, en el lenguaje simple y llano que caracteriza las enseñanzas de Swami es, para mí, un resumen perfecto del tema.

Swami Premananda

Swami dice: «A mucha gente no le gusta pensar en la muerte. La consideran como un evento terrible en el que no hay que pensar para nada. No obstante, es tan sólo contemplando la naturaleza de la vida y la muerte, de dónde vinimos, por qué nacimos y el hecho que todos vamos a morir algún día, que podremos comprender la Verdad en esta vida«.
Luego agrega: «¡Mi primer consejo sobre la muerte es que dejes de preocuparte acerca de la muerte! La muerte es una experiencia gozosa. Sin embargo, sólo puede ser así para los que tienen fe en lo Divino de un modo u otro. Los que trabajan con los moribundos pueden confirmar esto. La gente que tiene fe en Dios y que piensa en Él durante sus últimos minutos muere en paz y en felicidad. Los que quieren aferrarse a sus posesiones, a sus parientes y que luchan contra la muerte mueren con miedo y con dificultad. ¿Qué categoría prefieres?«.
Yo creo que la pregunta final que hace Swami es importante. De hecho, puede ser la clave para decidir qué tipo de estilo de vida queremos tener. No sólo por lo fundamental de nuestro momento final, lo repito, sino por el bien de nuestra felicidad actual.
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9 comentarios en “La importancia del último pensamiento antes de morir”

  1. Buenísimo el post!
    No es que ahora le tenga menos miedo a la muerte, pero es interesante aprender maneras diferentes de afrontar el tema. Supongo que la visión de la muerte en la sociedad occidental se reduce a eso: al miedo.

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    • Hola, pienso lo mismo que tú. Cumplí 60 años en julio pasado, y mis pensamientos se adentran en mi vida, trato de hallar sentido a mi vida, y una de mis preocupaciones es, cómo afrontar la muerte. No tengo apegos terrenales, jamás lo tuve, nunca me gustó el boato, la buena vida ni excesos; siempre fui feliz con algo de comida y que ponerme encima. Si hay algo que puedo decir a favor mío es, que siempre busque el conocimiento, quizás mis pensamientos en la hora final sean esos, coló dijo Gohete: Luz, más luz…
      Muchas gracias.

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  2. Muy bueno, una visión muy clara que puede aliviar el sufrimiento de mucha gente.- Justamente ayer hablamos de este tema aqui en casa y sí, mi gran temor es no poder permanecer con la mente en lo divino en ese instante.- Que los apegos manifiesten todo su poder y desvíen mi atención.- Swami Premananda me prometió que estará ahí conmigo en ese momento.- Esto me dá una gran tranquilidad.-

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  3. Muy lindo, un tema muy profundo. Algo que deberíamos tener mucho mas presente en nuestra vida: la idea de la muerte, o lo transitorio de la vida. Uno se olvida facilmente que va a morir, o lo niega, y es algo inevitable y natural. Quizas lo que mas olvidamos es practicar espiritualidad para que ese momento nos encuentre pensando en lo Divino, así ademas,como vos decias, volvernos la vida mucho mas feliz y sin miedo. Entonces una vida y una muerte feliz.

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  4. Gracias, Naren, realmente un estímulo para continuar con las prácticas espirituales del ahora, y dejar que la muerte sea cuando sea y «gozosa» como dijo Swami.
    Hugo ( desde Córsoba)

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