Hijo de Vecino

Vaiśvānara, el fuego digestivo… y universal

En la tradición hindú, el fuego tiene muchos nombres y funciones, de las cuales la más humana es el proceso digestivo. Asimismo el fuego y su calor son considerados vitales en la práctica de Yoga y, a nivel trascendental, esa llama interior tiene un significado más profundo que el fuego gástrico. 

Estoy seguro de que han escuchado decir que todos tenemos en nuestro interior una “chispa divina”. Esta enseñanza es antigua y está presente en la tradición hindú, aunque su interpretación puede variar según el texto estudiado, la escuela filosófica o simplemente según el nivel de entendimiento de cada persona. En relación a esta chispa, en sánscrito encontramos la palabra vaiśvānara, que literalmente quiere decir “universal (vaiśva) a los hombres (nara)”, y que ya desde la antiquísima Bṛhadāraṇyaka Upanishad (5.9.1) refiere al fuego digestivo, es decir el proceso gástrico en cada ser, cuya función más elemental es la digestión de los alimentos. Dice el texto:

 

“Este fuego (agni) en el interior de la persona es el común a los hombres (vaiśvānara), por medio del cual la comida que se come es cocinada (o sea, digerida)”.

El fuego digestivo o fuego gástrico (que no tiene relación con la acidez estomacal) es vital para que todo ser humano pueda digerir los alimentos. Tanto el haṭha yoga como el ayurveda, que es una de las medicinas ancestrales de la India – y también la medicina china tradicional – consideran que si el fuego digestivo no está funcionando adecuadamente, es decir no está brillando con fuerza, entonces uno pierde capacidad de digerir, pierde apetito y, por ende, se debilita al no comer. Por tanto, para los haṭha yoguis, tener apetito es un síntoma de buena salud, lo mismo que ser capaz de digerir los alimentos de forma eficaz y rápida.

 

A este respecto, cuando se habla de viparīta karaṇī, la mudrā invertida, en el manual Haṭha Pradīpikā del siglo XV se dice que quien la “practica cada día incrementa el fuego abdominal (jaṭharāgni) y ha de tener siempre comida abundante” ya que “si reduce su alimentación, el fuego (agni) consumirá rápidamente su cuerpo” (3.80-81).

 

Tapas vs. agua

Sin duda, uno de los objetivos del haṭha yoga o yoga físico es generar mucho calor interno que, por un lado, “quema” las impurezas del cuerpo, como las toxinas, y al mismo tiempo redunda en flexibilidad física, es energizante, aporta vigor físico y también entusiasmo a nivel anímico. Pensemos que uno de los principios básicos de la práctica de todo yogui es lo que en sánscrito se llama tapas, que se puede traducir literalmente como “calor” o “ardor” y que también refiere a la “disciplina” que uno se impone a la hora de practicar, es decir a la firme determinación de mantenerse en el camino a pesar de los obstáculos.

 

Como una variación moderna de esta idea tradicional, hoy existen muchos estilos de yoga muy dinámicos en que la intención es sudar profusamente, tanto para eliminar impurezas físicas, como para fomentar el fuego interno. Paradójicamente, en muchos de estos estilos modernos los practicantes beben agua (u otros líquidos) durante sus ejercicios, lo cual puede ser necesario para no desfallecer deshidratados, pero es contradictorio con el principio tradicional de mantener vivo el fuego. Beber líquido durante la práctica es literalmente echar agua al fuego y apagarlo. De hecho, los yoguis dicen que, incluso durante las comidas, es mejor no ingerir líquido porque, otra vez, el fuego digestivo se apaga o enfría.

 

Como es de esperar, muchos āsanas tradicionales de haṭha yoga tienen entre sus principales objetivos la activación del fuego digestivo, especialmente las posturas con abdomen en el suelo, las torsiones y las posturas que activan el abdomen aunque este no se encuentre en el suelo. El caso paradigmático es mayūrāsana, la clásica “postura del pavo real”, que según la Haṭha Pradīpikācura dolencias abdominalesfacilita las digestiones lentas y hace digerible incluso el veneno kālakūṭa” (1.31).

 

El veneno kālakūṭa es la primera sustancia que surgió del batido del océano primordial, uno de los mitos hindúes de la creación. Simbólicamente, ese veneno son todas las impurezas que cubren la esencia espiritual de cada ser y a nivel alimentario se refiere a la comida insana o que nos causa problemas. De hecho, se considera que los pavos reales son inmunes a la ponzoña de las serpientes y, justamente, uno de sus alimentos son los ofidios.

 

Kriyās y āsanas

En la Gheraṇḍa Saṁhitā, otro manual de haṭha yoga del siglo XVII, se presentan con gran detalle seis técnicas de purificación física (ṣaṭkarmas), incluyendo vahnisāra dhauti (también conocido como agnisāra), un ejercicio que consiste en mover rápidamente, una y otra vez, el abdomen contra la columna vertebral. Se dice que “cura todas las enfermedades del estómago e incrementa el fuego abdominal (jaṭharāgni)”.

 

En el mismo texto se nombran algunas posturas que aumentan el calor corporal (dehāgniḥ), por ejemplo makarāsana (2.40) o también la conocida postura de la cobra o bhujangāsana (2.43):

“Esta postura aumenta el calor corporal y elimina todas las enfermedades. Con su práctica se despierta la diosa serpiente (es decir, la energía kuṇḍalinī)”.

En este verso se ve que el fuego interno que se fomenta a través de la práctica de haṭha yoga no tiene únicamente consecuencias físicas, sino que también funciona a nivel energético, lo cual es aun más importante.

 

Kuṇḍalinī

Dicho de forma resumida, en el plano del cuerpo energético (o sutil) el calor generado tiene que ver con la unión entre las dos corrientes energéticas (vāyus) principales: prāṇa, que es caliente por naturaleza, y apāna, que se dice es frío. Todas las técnicas de haṭha yoga tiene como objetivo esencial redirigir y reunir (de forma forzada a veces) estas dos corrientes vitales para crear fricción e intensificar la llama del fuego interior en la zona abdominal, primero a nivel físico y luego a nivel energético. Como dice la Haṭha Pradīpikā (III.68):

 

“Gracias al intenso calor generado, la durmiente kuṇḍalinī se agita y despierta enderezándose como una serpiente golpeada por un palo”.

Entonces, además de sus beneficios físicos (digestión, flexibilidad, purificación, energetización), mentales (foco, determinación, entusiasmo) y energéticos (activación, purificación, desbloqueo) este calor interno tiene, sobre todo, un objetivo trascendente que es el despertar de la energía espiritual durmiente que en los humanos se sitúa en la base de la columna.  

 

Partícula de lo Supremo

Asimismo, y desde una perspectiva ontológica, es decir analizando la esencia del ser, Śrī Kṛṣṇa como manifestación de lo Supremo nos dice en la Bhagavad Gītā (XV.7):

“Una partícula de Mí, eterna, se convierte en un ser individual en el mundo de los seres vivos…”

Es decir que una porción de lo Supremo es la base de todo ser vivo. La famosa “chispa divina”. Y entonces, para hoy, nos interesa mucho un verso que aparece poco después en el mismo texto (XV.14):

ahaṁ vaiśvānaro bhūtvā prāṇināṁ deham āśritaḥ

prāṇāpāna samāyuktaḥ pacāmy annaṁ caturvidham

O sea:

“Yo, convertido en el fuego universal (vaiśvānara), entro en los cuerpos de todos los seres vivos y, asociado al prāṇa y al apāna, digiero las cuatro clases de alimentos”.

Para quienes se pregunten cuáles son los cuatro tipos de alimentos – si bien siempre hay versiones diferentes – se entiende que son aquellos alimentos que se mastican, los que se tragan sin masticar (quizás se beben), los que se chupan o lamen y los que se sorben. Lo importante es que incluye todos los alimentos. Por ello este verso se usa en algunas tradiciones hindúes como oración antes de las comidas, pues refiere al aspecto alimenticio y digestivo, pero sin olvidar el aspecto trascendente.

 

De hecho, creo que es bonito pensar que lo Supremo se manifiesta en cada uno de nosotros también como fuego digestivo. Me parece inspirador que esa “chispa divina” interior de la que siempre hablamos también se refiera a lo “común a todos los hombres” en un plano muy fisiológico. Sería la “chispa digestiva”. Quizás suena menos poético, pero no por eso menos cierto. Lo divino, se sabe, está en todas partes.

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