Hijo de Vecino

El águila y su enemistad con la serpiente

En la tradición hindú casi todas las deidades tienen un vāhana, es decir una montura o vehículo, que en general es un animal y que cumple la doble función de ser símbolo de alguna cualidad y también, a nivel práctico, un medio de transporte, sostén o fiel ayudante. A este respecto, el dios Viṣṇu (Vishnu) destaca por tener dos vāhana: una serpiente llamada Ananta o Ādiśeṣa (Adishesha) y un águila conocida como Garuḍa.  De todos modos, lo curioso no es tanto que Viṣṇu tenga dos vehículos sino que éstos sean enemigos entre sí…
Cuando el mundo se “reabsorbe”, es decir se destruye, significa que Viṣṇu deja – temporalmente – de hacer su trabajo de sustentador del universo y se reclina a descansar sobre la gran serpiente, que es “infinita” (ananta) y que es el “vestigio” (śeṣa) que queda cuando todo desaparece; es el germen que, flotando sobre las aguas primordiales, sostiene la esencia del universo durante el sueño cósmico.

Mientras el mundo está en activo, en cambio, Viṣṇu no descansa y vigila que la creación no se corrompa y que el dharma, o sea el orden universal, se mantenga de buena forma. Para ello, a veces es ayudado por Garuḍa, una fabulosa águila (algunos dicen buitre) dorada y brillante como el fuego, que es invencible y que, según el texto, aparece descrito con cuerpo o brazos humanos y cabeza de ave.
Un detalle llamativo es que Garuḍa y Ādiśeṣa son hermanos, pues comparten el mismo padre, el sabio Kaśyapa, que los engendró de dos esposas diferentes: Vinatā, la madre de Garuḍa, y Kadru, la madre primigenia de las serpientes de las cuales procreó mil, entre ellas Ādiśeṣa.
La cuestión es que las dos esposas eran rivales y por una apuesta Vinatā tuvo que someterse a Kadru y ser su sirvienta. Con la intención de rescatar a su madre, Garuḍa preguntó a las serpientes qué querían a cambio de su libertad y ellas pidieron el amṛta (amrita), el codiciado néctar de la inmortalidad que está bajo la custodia de Indra, el rey de los dioses.
A pesar de la dificultad de la misión, la fuerza y la velocidad de Garuḍa le permitieron conseguir el elixir y entonces las serpientes liberaron a Vinatā. Eso sí, Garuḍa fue lo suficientemente astuto para no entregar del todo el amṛta a las serpientes, dejándolas sin inmortalidad, un atributo que él mismo sí había adquirido durante todas sus peripecias. A partir de entonces, la enemistad entre Garuḍa y las serpientes fue máxima y perenne, al punto de que Garuḍa se alimenta de serpientes e incluso las usa como ornamentos. Por ello, en las representaciones iconográficas tradicionales, Garuḍa siempre lleva al menos una serpiente en sus manos-garras o en alguna parte de su cuerpo.

Esta historia de hermanos enemistados se aprecia un poco mejor si uno conoce algunos antiguos simbolismos que hay detrás. En la tradición india todos los animales son sagrados, con la vaca en el podio por supuesto, y por tanto, matarlos o dañarlos se considera una ruptura de la regla de ahiṁsā. La serpiente, sin embargo, por su ambigua condición benevolente-malevolente es uno de los pocos animales que se puede aceptar que sea matado, si el caso lo justifica.
La serpiente en general, llamada nāga en sánscrito, y que significa “moviente”, representa justamente “los ciclos del tiempo”, explicitados en su periódico cambio de piel, por ejemplo. Asimismo, por su relación con el elemento acuoso las serpientes representan “el elemento fertilizante, dador de vida, de las aguas terrenales” y por ello no extraña que exista un culto a ellas en forma de nāgakalas, es decir tablillas de piedra con formas serpentinas talladas en ellas y que están situadas bajo banianos o higueras sagradas.
Temprano por la mañana las mujeres realizan ofrendas a estos nāgakalas, vertiendo leche en agujeros en el húmedo suelo donde se supone que moran las serpientes y circunvalando los árboles sagrados, con el fin de propiciar sus bendiciones de fertilidad, buenos partos o longevidad. Este rol auspicioso de la serpiente se contrapone a su aspecto temido y terrible de animal de sangre fría, escurridizo, vengativo cuando es atacado, letal con una sola mordida.

En el plano esotérico la serpiente simboliza la kuṇḍalinī, la energía adormecida en la base de la columna que hay que despertar para acceder a la iluminación y en ese sentido representa otra vez el germen de fuerza vital, aunque dirigida hacia la trascendencia espiritual. Desde este punto de vista la serpiente se convierte en símbolo de inmortalidad, aunque como vimos su simbolismo principal es el de los ciclos del tiempo que están relacionados con lo mortal y, por tanto, con lo terreno.
El simbolismo del águila es, como es de esperar, opuesto al del ofidio; es decir, representa el ámbito celestial, el reino superior. El mitólogo Heinrich Zimmer dice que el águila “representa el principio espiritual, libre de las ataduras de la materia” en contraposición a la serpiente que se circunscribe “a la esfera de la materia de la vida”.
Las águilas pertenecen al firmamento y tal como lo ha decidido la naturaleza ellas pueden, desde su privilegiada posición, cazar serpientes y devorarlas. Este hecho biológico y natural es reconvertido en la tradición mitológica hindú en la invulnerabilidad e inmortalidad de Garuḍa.
Águila, Serpiente, Matar, Ave, Alas, Garras, Capturados
Ahora que hemos visto un poco de simbolismos, y volviendo al inicio, mi pregunta es ¿por qué Viṣṇu posee dos vehículos que son antagonistas entre sí? Zimmer dice que se trata de “una paradoja razonable” ya que Viṣṇu “es la esencia divina contenedora de todo y comprende todas las dicotomías”. Es decir que tomando a Viṣṇu como un sinónimo de lo Absoluto abarca tanto lo terreno como lo celeste y como consecuencia tiene relación con la fuente de vida terrena y acuosa y también con la majestuosidad y la libertad del espíritu ilimitado.
Sobre esto, Zimmer agrega que en la tradición occidental este antagonismo no se resuelve ya que el héroe o principio celestial es siempre considerado superior al terrenal y animal. En cambio en la India, continúa Zimmer, la serpiente y el habitante del cielo son dos “manifestaciones básicas de una sustancia divina única y omnicomprensiva”.
La tradición hindú siempre destaca, de una u otra forma, que el universo está compuesto de dos principios igual de importantes: el femenino (llámese prakṛti, śakti, māyā…), relacionado con la manifestación material, y el masculino (llámese puruṣa, śiva, viṣṇu), ligado a la conciencia espiritual. A nivel individual o micro-cósmico puede que sean “enemigos”, pero están obligados a convivir y cada uno de nosotros lo experimenta a su manera.
Hacer prevalecer el águila sobre la serpiente parece ser el objetivo del camino espiritual, pero ya vimos que la serpiente también tiene aspectos positivos y que, además, representa ni más ni menos que la energía mística kuṇḍalinī que una vez despierta nos lleva también a la trascendencia.

Yo, personalmente, tengo fobia a las serpientes y me inclino naturalmente por el ave, pero no quiero dar nada por sentado y quizás me convenga familiarizarme con mi lado más vital y terreno antes de alcanzar lo etéreo.
Supongo que cada uno hace su camino y espero que estas reflexiones nos inspiren para ello.

3 comentarios en “El águila y su enemistad con la serpiente”

  1. Me gustó mucho la publicación. Hace un par de días soñé con 2 serpientes que se subían a mi cuerpo, no me hacían daño, pero si me causaban mucho miedo. Yo Padezco una enfermedad que me discapacita y me a ido dejando poco a poco sin fuerza ni movilidad. No sé si mi sueño tenga que ver con la Salud tal vez Espiritual o no se porque habré soñado así!!!!!!

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Un post sobre el término sánscrito kriyā en base a su etimología, sus usos frecuentes, sus referencias textuales y su aplicación actual.

El otro día utilicé el traductor de Google para traducir un texto sobre meditación, del inglés al español. De hecho, estoy sorprendido con lo buena que es esa herramienta online, aunque no es perfecta. Cuando en inglés decía attachments in meditation -o sea, «apegos en meditación»-, la traducción fue «archivos adjuntos en la meditación», que es una acepción posible pero inadecuada en el contexto del párrafo que yo estaba traduciendo. La falla del traductor radicó en desconocer el contexto del texto.

 

De forma similar, con los términos sánscritos, sobre todo si son muy genéricos, nos encontramos con frecuentes malentendidos de traducción, justamente por falta de información contextual.

 

La ubicua palabra kriyā es uno de esos ejemplos paradigmáticos, que hoy venimos a diseccionar, analizar y, ojalá, comprender mejor.  

 

Para empezar, el diccionario nos da la definición básica de kriyā como «acción, acto, actividad, tarea…» y es prácticamente un sinónimo de otra famosa palabra sánscrita: karman.

 

Este uso ya aparece en textos védicos como Upaniṣad por ejemplo y, con matiz filosófico, en la triple división que presenta el shivaísmo del poder de Śiva: icchā («voluntad»), kriyā («creación») y jñāna («conocimiento»). Asimismo, Patañjali en su Yogasūtra (2.18) dice que la naturaleza del guṇa rajas (la cualidad dinámica de la materia) es la «actividad» (kriyā).

 

Por otro lado, en el contexto litúrgico el término kriyā significa «rito, ceremonia, sacrificio» y esta acepción aparece, por ejemplo, en antiguos textos que describen rituales védicos, en Bhagavad Gītā (2.43) o en escrituras tántricas medievales.  

 

Una tercera acepción que nos interesa es kriyā como «práctica», en contraste con la teoría, como apunta el diccionario de Òscar Pujol.

 

De hecho, cuando estudiamos el Yogasūtra de Patañjali (2.1) encontramos un método que, aunque no siempre bien entendido, tiene relación con esta acepción: kriyāyoga. Una traducción aceptada sería «yoga de la acción» (diferente del famoso karmayoga que enseña Śrī Kṛṣṇa en Bhagavad Gītā) o «yoga práctico» en el sentido que, como se entiende tradicionalmente, incluye disciplinas para el uso del cuerpo físico, del intelecto, del habla y de las emociones (tapas, svādhyāya e īśvarapraṇidhāna).

 

Si seguimos analizando los textos de forma cronológica, veremos que la Haṭha Pradīpikā -respetado manual del siglo 15- es el primer texto que habla de «seis acciones» (ṣaṭkarmāṇi) de purificación para el cuerpo físico y preparación para el prāṇāyāma.

 

En la actualidad, estas técnicas de mantenimiento, que incluyen enemas, lavados nasales o limpiezas intestinales, se conocen popularmente en haṭha yoga como kriyas, lo cual es curioso si nos basamos en el texto original, donde se las nombra una decena de veces como karmas. Solo una vez, al explicar la técnica de naulī, el autor dice haṭhakriyā (HP, 2.36), es decir «esta práctica de haṭha».

 

A partir de 1920, el maestro Paramahansa Yogananda (1893-1952) popularizó el término kriyā yoga en occidente e inició a miles de personas en esa «ciencia antigua» que, según sus palabras, es la misma técnica que enseñó Patañjali con el nombre kriyāyoga y a la que también hace referencia Śrī Kṛṣṇa en Bhavagad Gītā cuando nombra el control de la energía vital a través de la respiración (versos 4.29 y 5.27).

 

Tal como explica Yogananda en su Autobiografía de un yogui, kriyā yoga «es un simple método psicofisiológico por medio del cual la sangre humana se libera del anhidrido carbónico y recibe una cantidad suplementaria de oxígeno. Los átomos de este oxígeno adicional son transmutados en energía vital, la cual rejuvenece el cerebro y los centros de la médula espinal».

 

En esta definición, centrada en la relación entre respiración y energía vital, vemos el modelo más generalizado de la palabra kriyā tal como nos llega en la actualidad.

 

En una línea similar, en los años 1970, el método Kundalini Yoga, creado por Yogi Bhajan, se hizo conocido no sólo por sus mantras y sus turbantes sino por sus llamadas kriyas -algunas muy llamativas como sostener los brazos en alto o realizar movimientos repetitivos durante varios minutos- que se definen como «una serie de posturas, respiración y sonido que trabajan hacia un resultado específico». 

 

De hecho, en el uso generalizado actual, ese resultado específico, tiene que ver con mover o activar la energía vital o prāṇa. A diferencia del uso que hace el haṭha yoga medieval, en que las kriyas de limpieza física son prerrequisitos para el prāṇāyāma, especialmente en casos de practicantes con una «constitución débil» o con sus doṣa («humores») desequilibrados.

 

En nuestros días, el místico contemporáneo Sadhguru dice que, básicamente, kriyā significa «acción interna» que implica «cierto dominio con tu energía». Regresando a la distinción terminológica, agrega que la palabra karma refiere a la «actividad externa que te ata», mientras que kriyā es la «actividad interna que te libera».

 

Como conclusión, podemos repetir que, en el uso actual más divulgado, una kriyā es un tipo de ejercicio o técnica que conjuga respiración y concentración mental (en algunos casos, también mudrā o movimiento externo) para movilizar o activar la energía vital.

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