Hijo de Vecino

El perro en el hinduismo

Este artículo fue escrito para la revista digital de hinduismo y yoga Ganapati, publicada de forma bimensual por la asociación hindú KrishnaKali Yoga Ashram con sede en Valencia (España). La revista, que contiene variados e inspiradores temas espirituales, se puede leer de forma íntegra clicando aquí.

Desde muy pequeña nuestra hija mayor quería un perro, pero viviendo en un apartamento urbano la idea nos parecía inadecuada logísticamente, tanto para los humanos como para el cánido. Al mudarnos al pueblo, a una casa con jardín, una de las concesiones fue adoptar un perro que tanto las niñas como Hansika quieren mucho. Mi relación es más problemática. Si bien de joven había tenido perros en mi familia de Argentina, yo no tenía conciencia de las implicaciones y responsabilidades que eso conllevaba. Es cierto que era una época y un lugar en que no había correas, ni chips obligatorios, ni abrumadoras variedades de alimentos especiales, ni peluquerías caninas ni, por supuesto, bolsitas biodegradables para recoger la caca de perro. Para bien o para mal, los tiempos han cambiado.

 

Hace poco salimos de vacaciones en familia y llevamos a nuestro perro, de quien, en terminología actual -políticamente correcta y no especista– no somos “dueños” o “amos” sino “compañeros”. Hicimos ruta por el norte de España y llegamos hasta Asturias para descubrir, durante todo el camino, que un perro es oficialmente poco bienvenido allí donde pululan los seres humanos. No me refiero únicamente a creaciones humanas como tiendas, hoteles, restaurantes, iglesias, castillos o museos, sino también a espacios naturales como playas o parques. De hecho, en la mayoría de las playas de España está prohibida la entrada a los perros. Por tanto, ir de vacaciones en verano y con un perro se convierte en un dilema.

 

Esta paradójica situación moderna del perro como un mimado miembro más de la familia, al tiempo que legalmente devaluado, me ha hecho pensar en el ambiguo rol del perro en la tradición hindú.

 

Para empezar, hay que saber que, tradicionalmente, el estatus de un perro en la India es más bajo que en occidente, donde son queridas mascotas hogareñas. Como explica el editor Álvaro Enterría en La India por dentro, «en la India los perros son vagabundos, sin raza definida, a menudo llenos de parásitos y enfermedades de la piel… Son generalmente maltratados, pero ocasionalmente podremos también ver a gente dándoles de comer».

 

Si bien, para el hinduismo, todos los animales son considerados sagrados, hay una jerarquía muy clara liderada por la vaca y en la que el perro es, quizá, el último de la fila. Esta tendencia es ya explícita en numerosas fuentes clásicas, donde por ejemplo se dice que los textos védicos no deben ser recitados mientras ladran los perros (o rebuznan los burros), se habla de “trabajo de perros” (śvanvṛtti) en referencia a la servidumbre a un amo, se explica que se grababa la marca de la huella de un perro en la frente de los ladrones como castigo, o se designa como “cocinero de perros” (śvapāka) a personas de casta baja relacionadas con actividades consideradas impuras como las ejecuciones o la recolección de cadáveres.

 

De hecho, en un famoso verso de Bhagavad Gītā (V.18), Sri Krishna dice que el sabio posee samadarśina o “visión de igualdad”, por lo que considera iguales en esencia a una persona espiritual, a una vaca, a un elefante, a un perro y a un comeperros (o “cocinero de perros”), refiriéndose al descastado o paria.

 

En realidad, en occidente el perro también ha sido históricamente maltratado y por eso existen expresiones populares del tipo “tratar o abandonar como a un perro”, que remiten a un comportamiento despreciativo.

 

En las últimas décadas, sin embargo, en occidente esto ha cambiado drásticamente al punto de que el censo de algunas cuidades como Barcelona indica que, en los hogares modernos, hay registrados más perros que infantes humanos. Este fenómeno es menos visible en la India, aunque en 2015 vi por primera vez, y con perplejidad, un perro con correa en la India, en la megalópolis de Mumbai.

 

El perro “Dharma”

 

Probablemente, la historia sobre perros más famosa de la literatura hindú sea la que aparece cerca del final del Mahābhārata, la gran epopeya india. Haciendo corta la versión larga, los cinco hermanos Pāṇḍava y su esposa Draupadī, ya mayores, se aprestaron para su último peregrinaje, en dirección a los Himalayas, donde esperaban alcanzar el plano celestial. Ni bien salidos del reino, se les unió un séptimo viajero anónimo: un perro, que en sánscrito se dice śvāna (shuana).

 

Después de una dura travesía, y a medida que subían las empinadas laderas de la montaña, la reina Draupadī se desplomó y cayó muerta. A pesar del dolor, los cinco príncipes siguieron adelante, pues entendían que el alma es inmortal y el cuerpo físico está destinado a perecer. Al poco tiempo, Sahadeva, el menor de los Pāṇḍava también cayó muerto, pero la procesión siguió su curso. El siguiente en caer fue Nakula, famoso por su belleza. Arjuna, el gran guerrero, viendo a sus hermanos y su esposa muertos sintió gran pena y también, allí mismo, abandonó su cuerpo. Finalmente, Bhīma, poseedor de gran fuerza, también exhaló su último aliento entre las rocas de la montaña. Sin mirar atrás, Yudhiṣṭhira, el hermano mayor, siguió su camino, ahora con un único compañero: el fiel perro.

 

Entonces, ya en la cima, un brillo especial marcó la aparición de Indra, el rey de los devas, Señor de los mundos celestiales, que se presentaba montado en su carruaje para informar a Yudhiṣṭhira que había llegado al final de su viaje, invitándole a subir al carro y entrar en el ansiado cielo. Indra explicó que sus hermanos y esposa ya estaban esperándole en el cielo y que él, Yudhiṣṭhira, tenía el raro privilegio de poder entrar al cielo con su propio cuerpo físico.

 

Complacido, Yudhiṣṭhira dijo:

 

«Este perro me es extremadamente fiel. Me gustaría llevarlo conmigo».

Riéndose, Indra respondió:

«Se te asegura inmortalidad y prosperidad sin límites; eres la persona más afortunada del mundo. No pierdas todo por amor a un perro. No hay lugar en el cielo para los perros».

Yudhiṣṭhira, que era el rey más recto del mundo, dijo:

 

«Se dice que abandonar a alguien que nos es fiel es un terrible pecado. Mi regla es nunca abandonar a alguien que dependa de mí… Atemorizar a alguien que busca protección, matar una mujer, robar las pertenencias de un brāhmaṇa (persona religiosa) o lastimar a un amigo, cualquiera de estas cuatro acciones es igual a abandonar a alguien que nos es fiel».

Y así renunció a entrar al cielo. Entonces, el perro cambió su apariencia y manifestó su verdadera naturaleza, que no era otra que la deidad del Dharma, que personifica el orden y las leyes universales que deben ser respetadas para el bienestar de todos los seres. Incluso el bienestar de un perro callejero, aunque eso signifique perder la entrada al cielo.

 

En realidad, todo era una prueba para verificar que la adherencia de Yudhiṣṭhira a la rectitud era total. Acto seguido, Yudhiṣṭhira subió al carruaje de Indra y juntos entraron al cielo.

 

Vehículos caninos

 

La mayoría de las deidades hindúes tienen un vāhana o vehículo, que es a la vez transporte y símbolo, y el único dios que tiene un perro como montura es Bhairava, una manifestación especialmente feroz del dios Śiva (Shiva), que se considera guardián y protector de templos y aldeas. El nombre bhairava significa “terrible” o “que atemoriza”, justamente por su aspecto feroz, por lo que protege a sus devotos, al tiempo que espanta y aniquila lo negativo.

 

Como explica el conocedor Hari Dasa, por su relación con la destrucción, Bhairava habita en los cementerios, y como los perros siempre rondan los cementerios en busca de algo de comida, es natural verle con un perro como compañero. A nivel simbólico, tener como vehículo a un perro es signo de transgresión y de estar fuera del orden social ortodoxo. Desde una mirada espiritual, también puede significar una gran compasión para todos los seres, incluso los más «bajos».

 

En la India es normal que los perros callejeros sigan o acompañen a muchos monjes mendicantes y todavía hoy circulan historias de personas santas contemporáneas que vivían o viven rodeadas de cánidos semi-salvajes. En general estas anécdotas suelen estar relacionadas con avadhūtas, es decir mujeres u hombres en estados de gran éxtasis espiritual que se comportan totalmente ajenos a las reglas socioculturales, ya sea paseándose desnudos, comiendo basura, tirando piedras a quienes se les acercan o comportándose como ineptos. No debe sorprender que el animal indio más devaluado acompañe a seres que se muestran fuera de todo respeto social.

 

Si hay un avadhūta paradigmático ese es el gran Dattātreya, hijo de la sabia Anasūyā y del sabio Atri, ambos pertenecientes a tiempos védicos. Su historia más difundida lo describe como una encarnación de la trimūrti o los tres dioses masculinos principales del hinduismo: Brahmā, Viṣṇu y Śiva. Por eso se lo suele representar iconográficamente con tres cabezas. Aunque también existe la versión puránica de que Dattātreya es más bien uno de los 24 avatāra de Vishnu. En cualquier caso, es sabido que Datta es un yogui prominente, autor delfilosófico texto conocido como Avadhūta Gītā y, para lo que nos interesa aquí, va siempre rodeado de cuatro perros (más una vaca).

 

Se ha dicho que esta curiosa combinación de extremos de los animales considerados más impuros (perros) con el más puro (vaca), es un signo de la doble naturaleza de Dattātreya, por un lado repositorio del conocimiento védico, al tiempo que de comportamiento antinómico, es decir contrario a las normas establecidas. En otras palabras, una fusión del camino Váishnava, más brahmínico o purista, con el camino Shaiva, más tántrico o controversial.

 

En cuanto a los cuatro canes, hay variadas interpretaciones, pero la difundida versión tradicional popular sostiene que representan los cuatro Vedas, es decir la división canónica de la sabiduría tradicional en cuatro compilaciones de textos sagrados, a saber: Ṛgveda, Yajurveda, Sāmaveda y Atharvaveda. Así como los perros son fieles a su amo, de la misma manera es fiable el conocimiento védico con su estudiante, pues una vez adquirido nunca abandona al aspirante.

 

La perra al rescate

 

Aunque, en la cultura india, el estatus social del perro no es alto, no se puede negar que, como venimos viendo, existen referencias a sus cualidades positivas de guardián protector y de compañero fiel. De hecho, la referencia más antigua a un cánido con nombre propio aparece en el milenario Ṛgveda, de hace más de tres mil años. Se trata de Saramā, la perra del dios Indra, rey de los devas y señor del rayo y la lluvia (el mismo que negaba la entrada de los perros al cielo en la historia de Yudhiṣṭhira y el perro Dharma).

 

En un himno (3.31) del texto más antiguo de la tradición védica ya se nombra a Saramā en la historia en que Indra libera “las vacas de la cueva”, lo cual se considera -entre otras cosas- una metáfora del hallazgo de la luz de la Aurora (la diosa llamada Uṣā), y su posterior liberación (quizá justo después del solsticio de invierno), la cual se manifiesta en los rayos del Sol que serían “vacas rosadas”. Saramā, que quiere decir “la veloz”, ayuda en la empresa con sus cualidades de sabuesa liderando la búsqueda.  

 

En otro himno (10.108) más relevante para nuestro caso se cuenta la historia de los paṇis, un tipo de demonios que se caracterizan por ser avaros y codiciosos que habitan del otro lado del infranqueable y celestial río Rasā y que han robado las vacas de ciertos rishis o sabios reverenciados para esconderlas en una cueva. Entonces los dioses envían a Saramā, como mensajera, a indagar sobre el paradero de las vacas, lo cual ella consigue incluso cruzando el río celeste. Una vez allí, ella reclama el ganado, que los ladrones se niegan a devolver aduciendo que tienen “armas afiladas” y restregándole que “ha venido en vano”.

 

En este punto del diálogo, Saramā se muestra muy firme y les advierte a los paṇis que Indra y los rishis llegarán y les harán “vomitar sus palabras”. Entonces los ladrones cambian de estrategia e intentan sobornar a la perra diciéndole que la harán “su hermana” y le darán “una parte de las vacas”.

 

Saramā responde, convincente:

 

  «¡Nada sé de hermanos ni de hermanas! Iros muy lejos de aquí. Corran lejos».

A su debido tiempo las vacas serán liberadas y restauradas a sus propietarios originales.

 

Por otra parte, Saramā es la madre de Śyāma y Śabala, los dos perros del dios Yama, el señor de la Muerte, de función similar al perro Cancerbero de la mitología griega. Ambos canes tienen mirada penetrante (de hecho, cada uno tiene cuatro ojos) y mientras Śyāma es de color negro, Śabala es moteado, representando la alternancia de la noche y el día que lleva inevitablemente a la muerte.

 

Reflexión final

 

Después de analizar estos ejemplos tradicionales y compararlos con la vida actual, me parece ver que la valoración que hace el ser humano del perro está marcada por la polaridad. Aquel que se ha ganado el título de “mejor amigo del hombre” no está permitido en playas o muchos restaurantes; aquel que es el guardián por antonomasia es también sinónimo de una vida lastimera y baja; aquel que tiene cortaúñas, camas y bañeras a medida es a la vez abandonado o encerrado en perreras…

 

Que la vida está hecha de dualidad lo sabemos bien los humanos, pero quizá todavía más los perros.

9 comentarios en “El perro en el hinduismo”

  1. Maravillosa explicación Naren, en mis viajes a India, me he encontrado en Muchas situaciones en las que me he visto ayudando a perros, incluso en una de estas, una perra parió en la habitación donde me hospedaba en Kudle Beach, actualmente tenemos una residencia canina en Sant Cugat del Vallès y pienso que el perro en India esta tristemente devaluado y maltratado, una pena, nos hemos propuesto en Octubre de 2023 , mi marido ,mi hija y yo , volver a India e intentar ayudar a los perros a través de protectoras de allí, que las hay aunque muy pocas . Te invito a que si tienes que volver a viajar y no lo puedes hacer con tu perro ,te pongas en contacto con nosotros , » Can Pelut», estara muy bien atendido en un ambiente familiar , 615685700 Telf .Un abrazo compañero y família 💚

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  2. Adesh Narem! Sigo siempre tu blog, muchas gracias por compartir tu conocimiento y en especial por esta maravillosa historia sobre los perros, seres fieles si lo hay.
    Lo mejor para vos, abrazo!

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  3. Por suerte hoy en India, para ser exacta en el ashram de Ravi Ravi Shankar y alrededores, he visto muchos perros que eran muy bien tratados y con mucho mucho cariño!
    Tal vez con el tiempo y una sociedad compasiva cambie su relegado status

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  4. Hola. Me regocija que le hagas un espacio a los perros. Hace once años se cruzó uno en mi camino y me ha ayudado a hacer contacto con la vida. Saludos desde México.

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  5. Ya sé que voy a levantar ampolla por lo que voy a escribir, y quizá muchos se me vengan lanza en ristre pensando que odio a los perros. Pero para los que son verdaderos seguidores de los principios védicos, aquí les dejo el comentario del maestro Śrīla Prabhupāda —varias veces nombrado en estas mismas páginas por Nárem— al verso 28 del capítulo 29 del canto tercero del Śrīmad-bhāgavatam, lo cual me exime de mayores comentarios: «En el verso anterior se explicó que las entidades vivientes deben ser honradas por medio de la caridad y el comportamiento amistoso; en este y en los siguientes se exponen los diferentes grados de entidades vivientes, de modo que podamos saber cuándo ser amistosos y cuándo dar caridad. El tigre, por ejemplo, es una entidad viviente, parte integral de la Suprema Personalidad de Dios, y en su corazón vive el Señor en la forma de Superalma. ¿Significa esto que debemos tener tratos amistosos con los tigres? Por supuesto que no. Tenemos que tratarlos con discriminación, dándoles caridad en forma de prasāda. Muchas personas santas viven en la selva, pero no son amistosas con los tigres; simplemente les dan prasāda para que lo coman. Los tigres vienen, toman los alimentos y se van, como hacen los perros. El sistema védico prohíbe la entrada de perros en las casas. Un hombre de bien no consentirá perros y gatos en su vivienda, pues son sucios, pero les enseñará a esperar fuera. Siendo compasivo, el jefe de familia les dará prasāda, para que lo coman fuera y después se vayan. Debemos ser compasivos con las entidades vivientes inferiores, pero eso no significa que tengamos que tratarlas igual que a los seres humanos. El sentimiento de igualdad debe estar presente, pero debemos hacer diferencias en el trato». Y hasta ahí el maestro. Ahora voy yo: si Yudhiṣṭhira dijo lo que dijo, fue porque era un alma autorrealizada sin duda con verdadera inteligencia espiritual, y por eso pudo descubir la verdadera naturaleza del supueto perro que lo acompañaba. Cordial saludo, y ustedes perdonarán.

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Un post sobre el término sánscrito kriyā en base a su etimología, sus usos frecuentes, sus referencias textuales y su aplicación actual.

El otro día utilicé el traductor de Google para traducir un texto sobre meditación, del inglés al español. De hecho, estoy sorprendido con lo buena que es esa herramienta online, aunque no es perfecta. Cuando en inglés decía attachments in meditation -o sea, «apegos en meditación»-, la traducción fue «archivos adjuntos en la meditación», que es una acepción posible pero inadecuada en el contexto del párrafo que yo estaba traduciendo. La falla del traductor radicó en desconocer el contexto del texto.

 

De forma similar, con los términos sánscritos, sobre todo si son muy genéricos, nos encontramos con frecuentes malentendidos de traducción, justamente por falta de información contextual.

 

La ubicua palabra kriyā es uno de esos ejemplos paradigmáticos, que hoy venimos a diseccionar, analizar y, ojalá, comprender mejor.  

 

Para empezar, el diccionario nos da la definición básica de kriyā como «acción, acto, actividad, tarea…» y es prácticamente un sinónimo de otra famosa palabra sánscrita: karman.

 

Este uso ya aparece en textos védicos como Upaniṣad por ejemplo y, con matiz filosófico, en la triple división que presenta el shivaísmo del poder de Śiva: icchā («voluntad»), kriyā («creación») y jñāna («conocimiento»). Asimismo, Patañjali en su Yogasūtra (2.18) dice que la naturaleza del guṇa rajas (la cualidad dinámica de la materia) es la «actividad» (kriyā).

 

Por otro lado, en el contexto litúrgico el término kriyā significa «rito, ceremonia, sacrificio» y esta acepción aparece, por ejemplo, en antiguos textos que describen rituales védicos, en Bhagavad Gītā (2.43) o en escrituras tántricas medievales.  

 

Una tercera acepción que nos interesa es kriyā como «práctica», en contraste con la teoría, como apunta el diccionario de Òscar Pujol.

 

De hecho, cuando estudiamos el Yogasūtra de Patañjali (2.1) encontramos un método que, aunque no siempre bien entendido, tiene relación con esta acepción: kriyāyoga. Una traducción aceptada sería «yoga de la acción» (diferente del famoso karmayoga que enseña Śrī Kṛṣṇa en Bhagavad Gītā) o «yoga práctico» en el sentido que, como se entiende tradicionalmente, incluye disciplinas para el uso del cuerpo físico, del intelecto, del habla y de las emociones (tapas, svādhyāya e īśvarapraṇidhāna).

 

Si seguimos analizando los textos de forma cronológica, veremos que la Haṭha Pradīpikā -respetado manual del siglo 15- es el primer texto que habla de «seis acciones» (ṣaṭkarmāṇi) de purificación para el cuerpo físico y preparación para el prāṇāyāma.

 

En la actualidad, estas técnicas de mantenimiento, que incluyen enemas, lavados nasales o limpiezas intestinales, se conocen popularmente en haṭha yoga como kriyas, lo cual es curioso si nos basamos en el texto original, donde se las nombra una decena de veces como karmas. Solo una vez, al explicar la técnica de naulī, el autor dice haṭhakriyā (HP, 2.36), es decir «esta práctica de haṭha».

 

A partir de 1920, el maestro Paramahansa Yogananda (1893-1952) popularizó el término kriyā yoga en occidente e inició a miles de personas en esa «ciencia antigua» que, según sus palabras, es la misma técnica que enseñó Patañjali con el nombre kriyāyoga y a la que también hace referencia Śrī Kṛṣṇa en Bhavagad Gītā cuando nombra el control de la energía vital a través de la respiración (versos 4.29 y 5.27).

 

Tal como explica Yogananda en su Autobiografía de un yogui, kriyā yoga «es un simple método psicofisiológico por medio del cual la sangre humana se libera del anhidrido carbónico y recibe una cantidad suplementaria de oxígeno. Los átomos de este oxígeno adicional son transmutados en energía vital, la cual rejuvenece el cerebro y los centros de la médula espinal».

 

En esta definición, centrada en la relación entre respiración y energía vital, vemos el modelo más generalizado de la palabra kriyā tal como nos llega en la actualidad.

 

En una línea similar, en los años 1970, el método Kundalini Yoga, creado por Yogi Bhajan, se hizo conocido no sólo por sus mantras y sus turbantes sino por sus llamadas kriyas -algunas muy llamativas como sostener los brazos en alto o realizar movimientos repetitivos durante varios minutos- que se definen como «una serie de posturas, respiración y sonido que trabajan hacia un resultado específico». 

 

De hecho, en el uso generalizado actual, ese resultado específico, tiene que ver con mover o activar la energía vital o prāṇa. A diferencia del uso que hace el haṭha yoga medieval, en que las kriyas de limpieza física son prerrequisitos para el prāṇāyāma, especialmente en casos de practicantes con una «constitución débil» o con sus doṣa («humores») desequilibrados.

 

En nuestros días, el místico contemporáneo Sadhguru dice que, básicamente, kriyā significa «acción interna» que implica «cierto dominio con tu energía». Regresando a la distinción terminológica, agrega que la palabra karma refiere a la «actividad externa que te ata», mientras que kriyā es la «actividad interna que te libera».

 

Como conclusión, podemos repetir que, en el uso actual más divulgado, una kriyā es un tipo de ejercicio o técnica que conjuga respiración y concentración mental (en algunos casos, también mudrā o movimiento externo) para movilizar o activar la energía vital.

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