Hijo de Vecino

Los linajes frente al individualismo moderno

Con la (pos)modernidad y el auge del individualismo, el tradicional papel que juega el guru en el proceso de transmisión de conocimiento está cambiando, al punto de ser desestimado. Y la pregunta que surge es:»¿Es posible ser un autodidacta espiritual?»

En la era del individualismo acérrimo el rol del guru está en serio debate. Desde la Revolución francesa el principio de “singularidad” tomó fuerza en Occidente entendiendo la esencia del ser humano como una entidad abstracta que es común a todas las personas, que es universal y que, por tanto, implica la igualdad y las libertades sociales tan valoradas todavía hoy. A nivel sociológico y también filosófico, ese igualitarismo universal que se ha promovido desde la Ilustración y que se ve reflejado en el ideal de la igualdad social y en el derecho a voto en los sistemas democráticos por ejemplo, es lo que algunos estudiosos llaman “individualismo cuantitativo”. Esta visión igualitaria y cuantitativa tiene entre sus consecuencias los beneficios a nivel de derechos sociales, a la vez que también lleva a la uniformización social, lo que críticamente se conoce como “sociedad de masas”.

 

Al mismo tiempo, ya desde el siglo diecinueve y cada vez con mayor énfasis surge una visión que el filósofo alemán Georg Simmel definió como “individualismo cualitativo” que implica que, además de ser “todos iguales”, cada uno de nosotros es único y, por tanto, la realización de lo que somos no está, necesariamente, en una aspiración colectiva o uniformizada. Esta visión resalta la “unicidad” de cada persona, aquello que es propio de cada ser y que tiene como uno de sus resultados que la “autopercepción sea el dato de certeza más indiscutible”. Es decir, nadie mejor que “yo” puede saber aquello que es más adecuado para mí.

 

Uno de los rasgos salientes de la (pos)modernidad es la caída de las grandes ideologías, por lo que en el siglo XXI todo intento externo de regular nuestra vida por parte de las estructuras jerárquicas tradicionales es, generalmente, visto con sospecha o descreimiento: la religión institucionalizada, el sistema laboral, el sistema educativo, la familia, la medicina convencional… Ahora la subjetividad individual es el mejor parámetro para saber lo que es bueno para mí y los eslóganes (no sólo publicitarios sino también yóguicos), muy escuchados, que manifiestan esta nueva visión son, entre otros: “ser fiel a uno mismo”, “cumple tus sueños”, “sigue tu intuición”, “hazlo tú mismo”… Una de las máximas del pensamiento individualista moderno es “mi deseo es mi derecho”.

 

En este contexto no puede pasar desapercibida la renovada vigencia de los llamados coachs vocacionales y espirituales que buscan hacer emerger nuestra verdadera vocación/esencia para que seamos lo que “estamos destinados a ser”. Curiosamente, en la era más masificada de la historia de la humanidad, donde todos vestimos igual, tenemos el mismo teléfono, escuchamos la misma música y leemos las misma noticias, cuando compramos todos nuestros productos básicamente de cinco o seis multinacionales, viajamos a los mismos sitios por las mismas aerolíneas baratas, dependemos hasta el extremo de la conexión a Internet e incluso practicamos el mismo yoga físico, el imaginario colectivo sostiene que somos libres e independientes a la hora de tomar decisiones. De hecho, cientos de miles de personas compran el mismo perfume cautivadas por la frase “sé tú misma”.

 

Está claro que, aunque menos milenarias, hay estructuras jerárquicas en pleno auge hoy en día: la moda,el capitalismo,el consumismo,el hedonismo, el reconocimiento social-digital…

 

Como consecuencia de esta atmósfera de individualismo cualitativo, donde yo soy mi propio guía, mi propio entrenador y mi propio juez, es natural que haya recelo por los gurus, especialmente en el ámbito religioso-espiritual. De hecho, un libro norteamericano de los años 1980’s ya ofrecía una metáfora muy acertada del talante subjetivo y capitalista de nuestra época:

“En los últimos ochenta años la forma de transmisión yóguica ha cambiado al punto de que hoy vemos que es el estudiante el que compara precios (shop around en inglés) y decide quién será su maestro, en lugar de ser el maestro el que personalmente elige un puñado de estudiantes”.

Buscar un guru, investigar sobre un guru o comparar entre maestros no se considera incorrecto si es hecho con pureza y respeto, ya que tiene que haber una relación armoniosa entre las dos partes y es muy difícil seguir a alguien con quien no se tiene feeling. Lo que sucede hoy en día, fomentado y exagerado por la cantidad de información disponible, es que los buscadores vamos de un guru a otro tomando “lo mejor de cada uno” para crearnos nuestro propio camino, en un fenómeno que se ha venido a llamar “espiritualidad a la carta”. En este proceso, generalmente uno toma lo que le gusta (lo que le “resuena” decimos ahora) y deja de lado lo que no. ¿Basado en qué? En su propia subjetividad.

 

Tradicionalmente, el rol del maestro es muy valorado porque es alguien que ha llegado al final (o al menos más adelante) del camino y el estudiante se pone bajo su tutela porque acepta que una guía externa y especializada es más beneficiosa que seguir sus propias ideas, por lo general sometidas a los condicionamientos de su mente limitada y de su ego gritón. Si un niño quiere aprender a tocar la guitarra va a clases con un profesor de guitarra (o ve un vídeo de YouTube, o lee un manual, o le copia a su hermano…), pues a casi nadie se le ocurriría dejarlo solo con la guitarra y esperar que aprenda solo y “siga su intuición”, por ejemplo. A menos que sea un genio. En el caso del autoconocimiento espiritual, por tratarse de un bien intangible y puramente subjetivo, que se entiende ya está en nosotros desde siempre, para muchas personas no es necesaria la ayuda externa.  

 

#noaloslinajesdeyoga

Como es lógico, cada persona tiene derecho a hacer lo que le parezca y toda esta reflexión no tiene la intención de convencer a nadie, sino más bien defender la figura del guru en un tiempo en que, no solo es dejada de lado, sino que es muy atacada. Hace poco encontré en las redes sociales el hashtag #noaloslinajesdeyoga promovido por una profesora de haṭha yoga que decía haber practicado dieciséis años “en una escuela de yoga que usaba el modelo pedagógico tradicional” pero ahora reniega de ese sistema que no da “espacio para la experimentación o la innovación”. Esta profesora dice que el modelo alternativo que ella propone es invitar a sus alumnos a que se escuchen, se observen, se respeten y se transformen.

 

Suena excelente y, de hecho, es lo que muchos profesores de yoga intentamos hacer con nuestros alumnos aunque, como muchos profes saben, no es tan simple de entrada. Para una persona normal que no ha tenido una educación en consciencia corporal o respiratoria, que lleva décadas con hábitos posturales, alimenticios o mentales no beneficiosos para sí misma y que, además, tiene una serie de preconcepciones de la vida que son diferentes a lo que enseña el Yoga, el camino de la autoinvestigación es un proceso muy gradual.

 

A esta profesora, – a quien no conozco ni ataco y solo uso de ejemplo de una visión moderna que está en auge – no sé si se le ocurrió pensar que quizás la claridad de autoinvestigarse, adaptar la práctica, conocerse mejor e incluso de respetarse que ella adquirió tuvo lugar justamente después de años de obedecer a un método sistematizado que tiene una lógica y que sirve de base para que luego el practicante pueda encontrar libertad. Volvemos al ejemplo de la guitarra y el niño. Los músicos que improvisan o los pintores que innovan son aquellos que manejan ya el canon tradicional.

 

Es verdad que, en el caso literal de un niño, que viene con un alto grado de pureza y pocas preconcepciones, uno quizás no deba darle – tal como afirman las pedagogías alternativas – esquemas prefabricados para no limitar de antemano su potencial y capacidad, al menos hasta los siete u ocho años. Pero en el caso de personas estándar de treinta años o más, las expresiones “respétate”, “obsérvate” o “haz lo que sientas” suelen tener como consecuencia – en Yoga y en casi cualquier ámbito – volver a patrones y condicionamientos forjados durante años, y más bien poco de transformación real. Para lograr esa transformación, en Yoga (ya sea físico o “espiritual”) hace falta mucho tiempo, generalmente años, de práctica, si bien uno puede obtener vislumbres desde el principio.

 

Decir “no a los linajes de yoga” es, en esencia, negar la importancia del sistema de transmisión de conocimiento, que en el caso del Yoga es tradicional y milenario. Si quitamos la idea del linaje y dejamos sólo al maestro/profesor individual en su rol de guía de otras personas, de todos modos tenemos que aceptar que para llegar a ese lugar, ese maestro tiene que haber sido entrenado por alguien más. A menos que estemos hablando de una persona extra-ordinaria que ha logrado todo su conocimiento por sí misma. La palabra sánscrita paraṁparā, que significa “sucesión”, refiere a esa cadena ininterrumpida de transmisión de conocimiento de maestro a estudiante – de guru a śiṣya – gracias a la cual actualmente podemos tener acceso a enseñanzas antiguas, mantenidas con fidelidad. Para comunicar a otros uno necesita haber aprendido de otros.

 

Medios de conocimiento válido

Negar o reducir la importancia de los maestros y de los linajes es un evidente signo de individualismo moderno y, a nivel filosófico, solo es sostenible desde la perspectiva del citado individualismo cualitativo en que mi subjetividad (mis opiniones, mis valores, mis experiencias) es el principal – por no decir único – “medio de conocimiento válido”. En la epistemología india se distinguen diferentes pramāṇa, es decir medios para adquirir conocimiento contrastado, que incluyen la percepción directa, la inferencia, los testimonios de personas o textos fiables, la relación de analogía, la presunción, la omisión, el saber popular o el sentido común. Cada escuela filosófica reconoce al menos dos de estos pramāṇa, excepto la antigua escuela “materialista” – llamada Cārvāka o Lokāyata – que es escéptica, atea, hedonista y solo acepta un medio: la constatación directa por percepción (pratyakṣa) es decir, solo cree en lo que ve, bajo la consigna de la libertad del pensamiento individual.

 

Miles de años más tarde, el paradigma materialista moderno tiene un criterio similar, en que mi visión individual es la única fuente de conocimiento. Solo así se puede sostener que uno no necesite de un sistema legitimado que lo guíe – ya sea antiguo o no – y que uno mismo pueda ser el único garante de ese conocimiento para otros.

 

Espero que quede claro que cuando escribo en defensa del linaje no se trata de proteger a un maestro o linaje en particular, sino que quiero revalorizar el linaje como sistema seguro y fiable de trasmisión de conocimiento. Estar a favor del linaje no implica, necesariamente, estar a favor de ciertos métodos o acciones particulares de algunos personajes en determinado momento y lugar. De hecho, hay maestros y linajes (antiguos o modernos) que tienen métodos con los que no concuerdo o suscribo. Y por supuesto siempre habrá maestros que no sean especialmente fiables ni genuinos.

 

Sin duda, y esto en cualquier linaje, los valores de autoconocimiento, autoindagación y respeto por uno mismo deben estar siempre en gran estima, junto al valor básico de la compasión. De hecho, en el ámbito del haṭha yoga yo sigo un linaje que es extremadamente compasivo en que el maestro referente es un ejemplo de esa virtud, pero a pesar de ser un linaje compasivo se requiere total obediencia por parte del estudiante. Por tanto, la compasión o la guía amorosa para que cada estudiante desarrolle el autoconocimiento no están separadas, necesaria ni tradicionalmente, de la obediencia ni el respeto al maestro o a un linaje.

 

En la visión individualista moderna palabras como disciplina y obediencia están mal vistas y eso es parte de ese rechazo actual al linaje y al guru. Incluso en los linajes más libres que adaptan grandemente las indicaciones a cada estudiante, hay unas reglas y un sistema de fondo que se sustentan en el conocimiento transmitido por la cadena tradicional.

 

Atribución errónea

En sánscrito existe la palabra adhyāsa, que a nivel filosófico refiere a “atribuir erróneamente” un concepto sobre la realidad. Es decir, se trata de asignar nuestras propias concepciones personales al mundo o a otras personas, esperando que cuadren con nuestros ideales. Esto lo hacemos todo el tiempo y cuando hablamos del guru, lo que sucede actualmente es que el estudiante elige al maestro en función de sus preferencias personales, de lo que le gusta y de lo que espera de él/ella. Por tanto, si hay algo en el decir, hacer, lucir o pensar del maestro que no es de mi agrado según mi visión de mundo – incluso un pequeño detalle -, ese maestro deja automáticamente de ser válido y es descartado, denigrado o hasta condenado. Aunque sea absurdo esperar que cualquier guru haga, diga o viva al completo de una forma en que satisfaga las preconcepciones de todos sus devotos.

 

De hecho, la idea tradicional es que el maestro diga, actúe o piense de forma que ponga en conflicto al estudiante, justamente para acicatear el proceso de autoconocimiento. Si el maestro dijera todo lo que uno ya piensa y espera qué sentido tendría entonces su rol. Sería pura condescendencia o confirmación del propio ego.

 

Una vez alguien le preguntó a Swami Premananda:

¿Qué debo hacer si no tengo fe verdadera en el maestro?

Y Swámiji respondió:

“Si ves que no tienes confianza en tu maestro/a, lo mejor que puedes hacer es dejarlo/la y alejarte en silencio. Una persona puede haber estado con el maestro por algún tiempo, pero tiene dudas sobre él. Quizás no cree sus palabras o no le gustan las prácticas que da. En ese caso, si el estudiante está absolutamente seguro de su decisión, la mayor bendición que puede tomar de la situación es sentirse agradecido por lo que ha aprendido y marcharse. Debe tomar el amor y la gracia del maestro y marcharse sin conflictos o peleas.

 

No puedes esperar cambiar al maestro. Él no te escuchará. Ningún maestro va a cambiar de acuerdo a sus discípulos. No trates de herir al maestro. Él no se sentirá herido, sólo tú lo harás. Te aconsejo que no te enfades si el maestro te da problemas o te encuentra defectos. Lo hace para desarrollarte y llevarte a un nivel más elevado. El único deseo del maestro es que sus discípulos lleguen a su nivel. El maestro tiene peculiaridades, cualidades y una idiosincrasia propia. Puede que te dé muchos problemas, pero si los aceptas y perseveras, el maestro concluirá que has madurado y que eres capaz de seguir tu propio camino”.

No hay nada más importante que el conocimiento de uno mismo y la fuente de ese conocimiento está, sin duda, dentro de cada ser. Esta es una verdad espiritual inamovible. Aceptar esto no implica, sin embargo, rechazar la imprescindible ayuda y guía que nos ofrecen los gurus, maestros, sabios y linajes genuinos desde hace milenios.

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8 comentarios en “Los linajes frente al individualismo moderno”

  1. Ups! Justo hace unos días hablaba con una amiga sobre el tema. Ella comentaba que vivimos una época de mucho conocimiento espiritual, a lo que respondí 🤨 que el hecho de tener un mayor acceso a la información no nos hace espirituales o sabios, todo lo contrario, genera mayor confusión. En este sentido, le comente, acercarse a un guru o maestro es bueno para aquel que está buscando. Tal y como lo aconseja el BG 4.34
    tad viddhi praṇipātena
    paripraśnena sevayā
    upadekṣyanti te jñānaḿ
    jñāninas tattva-darśinaḥ
    Tan solo trata de aprender la verdad acudiendo a un maestro espiritual. Hazle preguntas de un modo sumiso y préstale servicio. Las almas autorrealizadas pueden impartirte conocimiento, porque han visto la verdad.

    Gracias por tu reflexión!

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    • Gracias Lakshmipriya por tu aporte. Hermosos versos de la Bhagavad Gita, que varían ligeramente según cada traducción, pero que insisten en la idea de acudir con humildad a una fuente de conocimiento. Como bien dices, tener tanta información disponible es, a menudo, motivo de confusión. ¡Hari Bol!

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  2. Muy interesante esta visión del «guru» y del «conocimiento espiritual» en la era contemporánea capitalista e individualista.
    Una pregunta que siempre me ronda la mente y que está sumamente relacionada, y explicitada indirectamente, es el tema del conocimiento intuitivo. El «escucharse a sí mismo», siempre me pregunto ¿qué es aquello que verdaderamente estas escuchando si, en el fondo, la autoindagación es un despojo de ese «sí mismo» que quieres escuchar?
    ¿No será que emergen entonces los patrones más arraigados, o que los pensamiento, roles, emociones (vrittis) colectivos surgen allí donde pretendes escucharte a tí misma y, entonces, ya no eres tu quien habla?
    La verdad es que en un principio me encantó este punto de vista del «libertinaje espiritual», pues es verdaderamente rompedor, chocante y atractivo en una sociedad con un ritmo preestablecidos de antemano y sin espacio para la propia palabra y mucho menos para el silencio. De todas maneras, siento la necesidad de salvaguardar el compromiso y, ante todo, respeto a la tradición.
    Esta visión que expresas trasciende el «espiritualismo a la carta» (algo así lo has llamado) o «libertinaje espiritual» y busca una relación más profunda y directa con la tradición que, siempre, -me parece- trata de la humildad y, en el nuevo enfoque, -siento decir- esta virtud escasea bastante.

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    • Gracias Aroa. Digamos que ese «sí mismo» que uno busca escuchar es lo que podríamos llamar «âtman» en sánscrito y que es nuestra esencia real, diferente y más allá de todos los patrones – individuales y sociales – que muy bien has descrito y que podríamos resumir en la palabra «ego». Por tanto, uno busca escucharse a sí mismo (âtman) pero hay una parte de sí mismo (el ego) que nos obstaculiza. Es una paradoja necesaria como cuando uno quiere aquietar la actividad mental usando la mente para concentrarse por ejemplo. Ahora, este proceso es mucho más directo y rápido, dice la tradición hindú, si hay un guía externo que nos muestre el camino. Con esto no quiero afirmar tajantemente que todos tengan que tener un guru o que sin guru no se pueda avanzar. Es más bien el enfoque tradicional, que yo comparto.

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  3. Hola Naren, qué lindo artículo! Me dejó pensando.
    Hace tiempo que estoy preocupada por la enorme proliferación de cursos de formación de profesores de Yoga en los cuales los títulos se expiden como hamburguesas en McDonald’s. Formaciones con muy pocos encuentros en los que, sospecho, es poco probable que una persona principiante alcance a vivir la Esencia del Yoga.
    A pesar de la abundancia de información que tenemos en este momento, debe ser difícil para una persona que se está iniciando en el Yoga, el poder dar con una escuela o Maestro que transmita la Esencia del Yoga con pureza. Con frecuencia escucho decir a las personas que vienen a informarse “estoy viendo cuál de todos los yogas que hay me conviene…”
    La masificación del Yoga nos trajo “accesibilidad” pero también nos trajo el marketing del yoga, y siento que eso último está socavando la enseñanza en pos del beneficio.
    No me puedo imaginar cuáles van a ser las consecuencias de esto… pero me alegra enormemente cuando leo estudios como el que hoy has publicado!
    Gracias por compartir. Hasta pronto!

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    • Hola Romi: gracias por tu reflexión. El Yoga, además de muchas cosas, es ahora también una moda, un producto y también un negocio. Lo positivo es que muchas (millones de) personas ahora están teniendo acceso a esta disciplina y, de una u otra manera, se benefician (aunque solo sea físicamente). Lo malo sería que la enseñanza tradicional se ve diluida.
      Yo no creo que la solución sea despotricar ni intentar «salvar el verdadero Yoga», sino hacer lo que individualmente uno considere adecuado para honrar la tradición milenaria de la que uno es un eslabón más. Los antiguos sabios de la India y las diferentes escuelas filosóficas tradicionales pasaron por muchos altibajos y cambios históricos como guerras, invasiones, debates teológicos, innovaciones, etc. y se lograron mantener fieles a la esencia porque , aunque sea unos pocos, honraron sus linajes. Pero sin olvidar que quizás lo más importante es que eso que estamos transmitiendo debería ser, más que tradicional, útil para quien lo recibe. Y ese criterio pienso que solo lo puede determinar cada uno.

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  4. Gracias por compartir tus ideas; te leo siempre con mucho interés.
    Me surgen las siguientes cuestiones que me gustaría expresar brevemente y saber tu opinión o la de otros lectores del blog: se dice que el apego al maestro es el peor de los apegos y yo, personalmente he visto y veo a gente muy colgada de sus gurús y con mucho orgullo espiritual pero poco cambio interno.
    También siento que lo sano, tras un periodo de aprendizaje cerca del maestro sea «matar al maestro» y coger las riendas de la vida propia, recuperar la autoridad interna al completo y soltar la proyección paterna que se tiene con la figura del guía.
    Tal vez haya personas que necesiten que esa figura esté en su vida para siempre, pero igual otras necesitan soltar y volar solas.
    Me extenderia mucho más pero no quiero aburrir.
    Un abrazo

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    • Hola Isabel: gracias por tu contrapunto. A nivel de apego, y en general, digamos que es más grave el apego a las drogas (o cualquier hábito nocivo) que al maestro. Todos tenemos apegos y entonces en general más vale tener apegos «espirituales» que mundanos. De todos modos entiendo lo que dices, porque se considera que el «ego espiritual» es el peor, ya que uno se cree que está progresando o que ha llegado a algún sitio y es pura ilusión. En ese sentido el tener un maestro puede generar soberbia y orgullo en alguien y podría verse como negativo. A la vez, la tradición considera que si el maestro es genuino, entonces se encargará de que el estudiante se choque con la realidad. Lo que pasa ahora es que muchas personas dicen ser «discípulas» de algún maestro pero en realidad siguen sus enseñanzas a medias (la parte que les hace sentir bien y les agranda el ego) y, por eso, no hay cambio real.

      Por otro lado, como dices, la idea es que una vez el estudiante ha asimilado del maestro lo que necesitaba, entonces tiene que ser capaz de hacer el camino solo. Hay que entender que para romper la dinámica esclavizante de nuestro propio ego la tradición hindú considera que hace falta un guru. Una vez que el ego individual se ha muerto, entonces surge el guru interno. Entonces sí, uno reconoce que no necesita al maestro pero sin olvidar que ha llegado ahí gracias al maestro.

      Y finalmente, es posible que muchas personas no necesiten esta figura jerárquica o paternal/maternal ahora mismo.

      Un abrazo

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