Hijo de Vecino

Holi, el mahāmantra y la luna llena dorada

Holi, la «fiesta de los colores» hindú cae el mismo día de Gaura Pūrṇimā, la luna llena que conmemora el nacimiento del santo Shri Chaitanya, impulsor del canto devocional, especialmente a la figura de Krishna.  

En gran parte del mundo occidental, marcado por el calendario gregoriano de origen europeo, el 21 de marzo determina el inicio de la primavera para el hemisferio norte y del otoño para el hemisferio sur, pero aún mucho antes del cambio climático global las antiguas civilizaciones tenían otros calendarios y otros ciclos según la zona geográfica y, por supuesto, siempre basados en los ritmos de la naturaleza. En la India, por ejemplo, tradicionalmente se habla de seis estaciones y en regiones subtropicales suele haber solo dos: lluvia y sequía. En la India el mes de marzo es ya caluroso y cuando llega la luna llena del mes hindú de Phalguna (febrero-marzo) se celebra Holi, “la fiesta de los colores”, que da inicio litúrgico al verano.

 

Este año 2019 la luna llena cae justamente el 21 de marzo, el día principal de Holi, una festividad muy conocida porque los participantes se lanzan polvos de colores y agua coloreada en una actitud de juego y alegría. Para los que vivimos en Occidente este despliegue cromático es un símbolo primaveral, aunque para los indios es la bienvenida del abrasador verano. Asimismo, Holi es una mezcla de festividad religiosa, profana y conmemoración del ciclo natural de las estaciones.

 

El gran valor de esta festividad, además de divertirse como niños, es que por un día caen las barreras sociales, con las caras de personas de todos los estratos igual de pintarrajeadas, como un signo de unidad y buenas intenciones. El intercambio de colores se entiende como un símbolo de renovar los vínculos sociales ya que el protocolo indica que en Holi uno debe aceptar cualquier pedido con el corazón abierto, olvidando los agravios del pasado para empezar otra vez de cero. Los festejos incluyen desde poner bermellón en el rostro ajeno, de forma suave, hasta lanzar cubos de agua coloreada a una multitud que baila y canta de forma desenfrenada.

 

De esta forma, las calles se convierten en un gran campo de batalla de colores, donde todos los participantes, policías incluidos, quedan teñidos y empapados cual arcoiris. No es buen día para estrenar ropas y la mayoría usa vestimentas viejas y blancas, destinadas a quedar en el recuerdo y en la basura. En el medio de la celebración, y solo por este día, las personas se permiten licencias para bromas subidas de tono y gestos catárticos como el coqueteo entre géneros y también los corros de mujeres golpeando simbólicamente a hombres.

 

Para una sociedad tan estratificada y jerarquizada como la india, el festival de Holi es una oportunidad de olvidar tabúes centenarios, al menos por unas horas, y generar una atmósfera inclusiva y relajada que recuerda al carnaval occidental. De hecho, ni siquiera hace falta ser un hindú para celebrar el Holi, aunque su origen sí sea considerado religioso, ya que hay dos versiones populares basadas en relatos histórico-mitológicos que explican su nacimiento. Las veamos:

 

Holikā

En el Bhāgavata Purāṇa se relata la historia del joven Prahlāda, el hijo del demonio Hiraṇyakaśipu, que para desgracia de su materialista padre había salido muy devoto del dios Viṣṇu (Vishnu) por escuchar las enseñanzas de un sabio cuando estaba todavía en el vientre materno. La cuestión es que el padre intenta repetidas veces reformar a su hijo y convertirlo en un buen demonio, pero Prahlāda era extremadamente pío y su único interés era adorar a Viṣṇu. Esto enfurece tanto a su padre que lo intenta matar de diferentes y crueles maneras, aunque protegido por la gracia divina el muchacho siempre sale indemne.

 

Finalmente, el demonio le pide a su hermana, también una demonia, de nombre Holikā e inmune al fuego, que meta a Prahlāda en una hoguera para quemarlo. El amor de Prahlāda por lo divino lo protegió de las llamas y, además, hizo que su malvada tía muriera calcinada. El nombre del festival deriva de la demonia Holikā y por ello es tradición encender una hoguera la noche previa al día de Holi, a la que se suele ofrecer una figura de la demonia como símbolo de quemar la negatividad.  

 

Rādhā y Kṛṣṇa

La otra versión sobre el origen de Holi está unida a Kṛṣṇa (Krishna), el joven vaquero considerado una encarnación humana del propio Viṣṇu. Kṛṣṇa, que era la divinidad misma, pasó su juventud en un pueblo de pastores, en un contexto de alegría e informalidad, tocando una flauta de bambú y jugando y danzando con las gopīs, las devotas pastorcillas de la zona. Kṛṣṇa es de complexión oscura, mientras que a Rādhā, su pastorcilla favorita, se la presenta con un rostro blanco o dorado. Una historia popular explica que un día Kṛṣṇa pintó las mejillas de Rādhā con color para que se pareciera a él y Rādhā hizo lo mismo con Kṛṣṇa, a lo que siguió una colorida y alegre lucha que sería la semilla del actual Holi.  

 

De hecho, el festival tiene mayor popularidad en el norte de la India, especialmente entre los devotos del Señor Kṛṣṇa, y por eso la mayoría de las imágenes que circulan al respecto son de templos o sitios de las ciudades de Vrindavan, Mathura o Barsana, epicentros mundiales del culto a Kṛṣṇa, donde las celebraciones duran varios días y el aspecto religioso de Holi es realmente tenido en cuenta, sin que por ello los asistentes dejen ni un momento de reír y disfrutar como niños.

 

Gaura Pūrṇimā

Hablando de Kṛṣṇa, no podemos dejar de mencionar que es justamente en la luna llena de Phalguna cuando también se conmemora el nacimiento del gran santo y místico bengalí Śrī Caitanya Mahāprabhu (Shri Chaitanya Mahaprabhú), que tuvo lugar en 1486 y que es uno de los causantes fundamentales de la forma que ha tomado el camino devocional hindú (bhakti mārga) en la modernidad. Śrī Caitanya era de complexión muy clara, de hecho se dice que era “dorado”, quizás por su brillante luz espiritual. La cuestión es que la luna de su nacimiento se conoce como Gaura Pūrṇimā, “la luna llena dorada”.

 

Además de un gran erudito de las Escrituras sagradas, Śrī Caitanya fue el principal impulsor de la bhakti enfocada en la adoración a Dios como Śrī Kṛṣṇa elaborando una filosofía-teología denominada acintyabhedābheda o “incomprensible identidad en la diferencia”. En ella se dice que Kṛṣṇa es la realidad única que se manifiesta como Dios personal, como la esencia en el interior de todos los seres y también como lo Absoluto sin forma. Las almas y el mundo son idénticos a Kṛṣṇa y al mismo tiempo diferentes de él, de un modo que el intelecto no puede comprender (acintya).

 

Con el tiempo esta corriente se hizo conocida como Gauḍīya sampradāya y de ella surge, por ejemplo, el famoso movimiento Hare Krishna (o ISKCON), que es uno de los grandes artífices de que el canto devocional colectivo (kīrtan) esté tan difundido actualmente. La práctica principal de este linaje es la repetición (interna o externa) del llamado mahāmantra, un mantra que incluye solo tres palabras, o mejor dicho tres nombres de la Divinidad, de forma repetida:

 

hare rāma hare rāma rāma rāma hare hare
hare kṛṣṇa hare kṛṣṇa kṛṣṇa kṛṣṇa hare hare ॥

Para quien quiera investigar sobre este mantra recomiendo la lectura de la Kalisaṇṭāraṇa Upaniṣad, especialmente la versión comentada por Hari Das que pueden descargar aquí.

 

La meta del bhakti yoga es amar sin condiciones a lo Divino, algo así como enamorarse por completo de lo Divino, pues en ese estado la dicha es permanente e incluso cualquier problema material se torna secundario. La historia dice que Śrī Caitanya revivió la tradición del canto congregacional, es decir el canto colectivo de los nombres divinos, que es lo que llamamos kīrtan. En el único texto escrito – de apenas ocho estrofas – que dejó este santo, la tercera estrofa es especialmente famosa por su relevancia con el canto:

 

tṛṇādapi sunīcena tarorapi sahiṣṇunā
amāninā mānadena kīrtanīyaḥ sadā hariḥ

Es decir:

 

“Sintiéndome más humilde que una brizna de hierba, con la tolerancia del árbol y ofreciendo respeto a todos, cantaré por siempre el nombre de Hari”

En el Occidente moderno hay cada vez más rechazo a lo “religioso”, aunque hay cada vez más aceptación de lo “espiritual”. En el marco de este fenómeno global (que no analizaré ahora) el yoga físico y la meditación tienen mucha aceptación, pero quizás la práctica más claramente hindú que está penetrando de forma imparable es el kīrtan.

 

Personas de todo tipo y condición encuentran que cantar en grupo los nombres Divinos o ciertos mantras, incluso sin saber lo que dicen (o justamente por ello), es una práctica que les da gozo o que los conecta con un aspecto espiritual o esencial. Hablar de estas experiencias es apenas orientativo, casi inútil, a menos que uno mismo haya probado el néctar del canto. En todo el mundo esta tendencia crece y en Barcelona tenemos mucha fortuna porque el movimiento bhakti y de kīrtan es masivo.

 

Para quienes estén en Barcelona o aledaños, y como forma de celebrar Gaura Pūrṇimā, estos días hay un par de bellas actividades:

 

  • Miércoles 20 de marzo: la celebración oficial a cargo de ISKCON Barcelona (detalles aquí)
  • Sábado 23 de marzo: El Mahamantra festival, un gran encuentro de kīrtan organizado por el incombustible Jaya Deva, con un gran elenco de artistas muy devocionales (detalles aquí)

 

Para entrar en tema comparto una de mis canciones devocionales favoritas, justamente citando las estrofas tradicionales de Śrī Caitanya sobre el canto:

 

 

Deseo que, estés donde estés, el comienzo de la primavera boreal, del otoño austral, del verano indio, los festejos de Holi o la celebración de la “dorada luna llena” te encuentren, de alguna manera, practicando la amorosa devoción por aquello que es Supremo, Sublime y que siempre genera Dicha.

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3 comentarios en “Holi, el mahāmantra y la luna llena dorada”

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