¿Qué soluciones propone la tradición yóguica cuando las dos reglas éticas por excelencia, «no dañar» y «veracidad», entran en contradicción?
La ética es el estudio filosófico de lo correcto y lo incorrecto, del bien y el mal, y de cómo ponerlo en práctica en nuestra vida con lo que llamamos comportamiento moral. La filosofía del Yoga, cuyo objetivo último siempre es la liberación o mokṣa, hace gran uso de las reglas éticas en el camino a la gran meta trascendental.
Quienes actualmente practican haṭha yoga y sus derivados están con probabilidad familiarizados con los yamas y niyamas, las reglas éticas propuestas por el sabio Patañjali en sus Yoga Sūtras, pero es importante saber que estas reglas son anteriores a la formalización del Yoga Clásico. En realidad esto es obvio, pues las normas éticas están sustentadas en valores universales que, en cierto sentido, son atemporales aunque en la sociedad moderna a veces parezca que se estén desvaneciendo.
En los Yoga Sūtras se habla de apenas cinco yamas, que son las reglas para que una persona se relacione con su entorno. Digo “apenas” cinco, porque en otros textos como el Mahābhārata aparecen al menos diez y porque, si nos pusiéramos a enumerar, las virtudes morales podrían ser muchas más. Otra cosa es que las más esenciales sean solo un par.
Desde un punto de vista filosófico, podríamos decir que para la tradición hindú la primera regla fue satya, es decir “la veracidad”, ya que estamos hablando de una cosmovisión que se basa en la distinción tajante de lo real y lo irreal. La misma raíz verbal de la palabra satya (√as) remite a la idea de “ser” o “existir”, pues se considera que lo verdadero es únicamente aquello que siempre existe. Un rápido análisis nos demuestra que hay muy pocas cosas que “siempre existan”, que nunca cambien o desaparezcan. De hecho, podríamos decir que solo hay una, expresada con diferentes nombres: el Ser, la Consciencia, lo Absoluto, Dios… Justamente la tradición hindú dice que la naturaleza de Brahman o Puruṣa es sat, o sea, “existencia” eterna.
Por otro lado, las grandes religiones índicas, es decir hinduismo, budismo y jainismo, pregonan que ahiṁsā, el “no causar daño”, es el dharma o deber supremo. Este axioma, que en sánscrito sería ahiṁsā paramo dharmaḥ, ha marcado fuertemente al menos los últimos 2500 años de la historia india e incluso en un texto épico y guerrero como el Mahābhārata se hace constante referencia a esta idea.
Como es natural, el mahātma Gandhi, la personificación más famosa de este precepto, también dijo que “la no violencia es la religión más elevada”. Al mismo tiempo, Gandhi decía que, de todos los nombres disponibles, él “adoraba a Dios como la Verdad”, ya que era el principio eterno, tanto en el plano trascendental absoluto como en el plano de la conducta material relativa.
Por tanto, ahiṁsā y satya son los principios éticos básicos del hinduismo y el único debate surge cuando ambas normas entran en conflicto. En el Mahābhārata Śrī Kṛṣṇa (Krishna) en persona cuenta la historia de un asceta de nombre Kauśika que vivía en un bosque y que había hecho el voto de siempre decir la verdad, por lo que era afamado por esta cualidad. Un día un grupo de personas entró al bosque escapando de unos ladrones y al ver al ermitaño le pidieron discreción. Cuando llegaron los ladrones, furiosos, buscaron por muchos sitios y finalmente interrogaron a Kauśika acerca del lugar donde estaban escondidos los fugitivos. El asceta, de acuerdo con su voto, les dijo la verdad y, por ende, los ladrones encontraron a las personas y las mataron. La cuestión es que una vez que Kauśika abandonó su cuerpo, en lugar de ir a un cielo fue a un doloroso infierno por ser responsable de la muerte de estas personas.
Como conclusión, Kṛṣṇa dice que la verdad es una gran virtud pero que tampoco se debe matar, por tanto hay ocasiones en que es mejor mentir o incumplir la propia palabra antes que dañar a otros seres. Y hablando de la importante diferencia entre verdad y falsedad, Kṛṣṇa dice que cuando la vida está en peligro, cuando hay riesgo de perder todos los bienes, o ¡en el matrimonio! la mentira es aceptable.
Esta subordinación de la “verdad” a las acciones que no causen daño está bien explicitado en el Yoga Bhāṣya, el más antiguo comentario a los Yoga Sūtras, donde Vyāsa dice:
“El discurso emitido para transmitir a otros nuestro propio conocimiento no debe ser engañoso, inexacto o sin sentido. Se articula para beneficio de todos los seres y no para dañarlos. Pero aunque nuestra intención sea buena, si este discurso procura dolor a otros, pues su último objetivo es hacer daño, no será correcto; sencillamente se tratará de una equivocación. El discurso que no se ajusta a la verdad conduce a la dolorosa oscuridad del infierno. Por tanto, se debe decir la verdad más beneficiosa para todos los seres”.
Como queda claro, ahiṁsā es más importante que satya en el plano de la moralidad, pues todos los yamas o reglas éticas están enraizados en la actitud de “no dañar”, que es lo que Sri Dharma Mittra traduce como “compasión”, es decir, “ponerse en el lugar del otro”. Si uno tiene la intención de no causar daño, entonces todas las otras virtudes empezarán a surgir solas, ya sea la veracidad, la honestidad, la moderación, la rectitud, la generosidad o la sencillez.
De todos modos, hay que tener claro que la filosofía hindú tampoco pregona la idea de mentir para complacer a los demás, sino que hay que sopesar bien el grado de compasión y sinceridad involucrado en cada situación y actuar según corresponda. Las decisiones morales no son siempre fáciles y muchas veces dependen de las circunstancias particulares. En el mismo Mahābhārata, cuyo argumento principal es una guerra fratricida, se insta a luchar a los protagonistas a la vez que se les habla de ahiṁsā. Lo que parece una contradicción es, en realidad, la dramática puesta en escena de las encrucijadas de nuestra vida cotidiana en que el precepto yóguico que nos guía debe ser, al menos, el de “minimizar el daño”. No se pueden esperar las mismas acciones de un soldado, de un carnicero, de un sacerdote y de un médico. Pero sí podemos aspirar a que todos, en nuestro rol, prioricemos las acciones que causen menos daño o que beneficien a la mayoría de seres.
Ese beneficio muchas veces vendrá dado por la sinceridad o la veracidad entendidas no solo como comunicar los hechos objetivos tal cual son, sino también como un discurso que aporte algún valor positivo al mundo o a quien lo recibe. Decirle a una persona que hoy está muy guapa, aunque no nos lo parezca tanto, puede ser una mentira hipócrita pero también una forma de elevar su autoconfianza. A la vez, expresar solo pensamientos positivos para mantener un personaje yóguico y aceptado socialmente puede ser causa de represión emocional y frustración.
El delicado equilibrio entre las necesidades personales y el bienestar colectivo no se aprende en un día, ni tiene un manual detallado. Priorizar ahiṁsā es el faro que ilumina el camino, pero siempre recordando que satya es un pilar igual de básico si lo usamos con discernimiento.
Todos tus escritos son inspiradores.
Esta selección es utilísima y muy ilustrativa.
Sin embargo el mentir para «proteger» a los allegados es algo que muchas familias conocen y suele traer mucho dolor. Es muy interesante reflexionar en esta delgada línea que planteas. Supongo que lo que es sobretodo importante es ampliar la sinceridad con uno mismo y reconocer en profundidad las propias intenciones, y cuestionar los personajes que vamos representando. Gracias por este post.
Hola Michael: gracias por tu comentario muy atinado. Sin duda lo que propones sobre la auto-sinceridad es lo más importante y es cierto que no he tocado ese tema en el post. Efectivamente si uno analiza bien sus intenciones puede darse cuenta con mayor facilidad si hay ‘ahimsa’ o ‘himsa’. Un abrazo
muy buen articulo! gracias!!
no conozco mucho pero creo que los jainas son el mejor ej de ahimsa. Y si uno se lo propone realmente reducir la violencia no solo que tiene que ser vegetariano lo cual es obvio sino tambien vegano. Mas aun, se puede adoptar una dieta basada en frutas, nada mejor para la salud propia y la del planeta
Hola G:
Gracias por tu comentario. Efectivamente, para el jainismo la ahimsa es la base principal de su filosofía. Y sobre lo que dices de la dieta, pues con la explotación animal actual hacerse vegano es una muy buena forma de practicar ahimsa. Ser vegetariano también está bien y es más gradual. La dieta basada solo en frutas no creo que sea para todos los organismos, sobre todo porque hay cuestiones genéticas, de constitución o incluso de hábito arraigado que no se pueden cambiar tan fácilmente. Un saludo!
Estaba Budha sentado haciendo arduas austeridades, viendo que quizás el camino de la felicidad que anhelaba no daba sus frutos, cuando unos músicos se sentaron cerca y les escuchó afinar un instrumento de cuerda. Sonaba desafinada, una cuerda blanda desajustaba la escala, así que el músico empezó a ajustarla. De pronto la cuerda se rompió al tensarla demasiado. Budha comprendió la enorme importancia de tomar el camino del medio, tensando pero sin romper. Dejó las arduas austeridades para intensamente purificar el bienestar que ayudaría en el camino. Creo importante no hecernos himsa a nosotros mismos.