Hijo de Vecino

El teléfono (y la espalda erguida) en clase de Yoga

Este texto es una reflexión sobre el uso de la atención en el Yoga actual a través del ejemplo de los teléfonos móviles que se cuelan en las salas de yoga. 

Hace ya más de 10 años, Facebook despidió a una instructora de yoga de su gimnasio en California por mirar con desaprobación a una alumna que, en medio de la clase, se puso a enviar un mensaje por su teléfono móvil.

 

Una década más tarde, el móvil y su infiltración en nuestra vida diaria sigue avanzando, y su uso mecánico altera todas nuestras interacciones, ya sea interrumpiendo nuestras conversaciones con otros (amigos, hijos o en reuniones de trabajo) como dándonos estímulos para llenar los «vacíos» en que nos cuesta estar con nosotros mismos (la espera en el dentista, el trayecto en bus o incluso al salir a caminar por el campo).

 

Ante esta situación, muchos estudios de yoga prohíben (o, si quieren sonar más respetuosos, solicitan) explícitamente dejar los teléfonos fuera de la sala. O, al menos, tenerlos en silencio y no usarlos. Al margen del cartel que haya en la entrada, no es inusual que alguien entre con su teléfono y lo use durante la sesión. Por mi experiencia, esto se hace más patente cuando se trata de formaciones, cursos, talleres o seminarios largos en que muchas personas no se plantean despegarse de sus teléfonos por varias horas.

 

Por supuesto, hay algunos casos justificados como doctores de guardia y personas con familiares enfermos, que practican yoga con su teléfono al lado, en caso de que surja una emergencia. Hay otros casos que me dejan pensando, como cuando una vez le hice una observación a un alumno que estaba usando el móvil en mi clase, y él me respondió que estaba «tomando apuntes».

 

Claro, sí él hubiera tenido papel y lápiz, yo no habría dicho nada, por lo que ese argumento parece irrefutable. Dicho sea de paso, habrá escuelas o maestrxs que aconsejarán no tomar apuntes (ni con móvil ni con papel), por razones bien fundadas.

 

Para que quede claro, el problema no es el móvil (ni el papel y lápiz), sino dónde y cómo dirijo mi atención. Me gusta decir que toda la historia del Yoga se podría resumir en una historia de la atención.

 

Hacer yoga tiene todo con ver con crear un flujo de atención unidireccional (ekāgra). O, dicho de otra forma, con poner mi atención en una cosa y no en dos.

 

En una clase mía, hace tiempo, quedé perplejo cuando al abrir mis ojos mientras guiaba cierto prāṇāyāma, una persona estaba escribiendo un mensaje en su teléfono. Claramente el prāṇāyāma puede ser aburrido para ciertas personas que buscan la parte más física, pero este hecho me pareció exagerado.

 

En esta línea, una amiga que es instructora de yoga me contó que, en una de sus clases, una persona estaba escuchando música con los auriculares puestos y al decirle que las normas del centro eran que no se podía entrar móvil a la sala, la alumna respondió: «con mi cuerpo decido yo».

 

Este texto no busca enjuiciar a nadie, sino que es más bien una reflexión pública sobre el rol de la atención en yoga que, espero, vaya más allá de demonizar al móvil. De hecho, no busca ser una crítica a lxs estudiantes que, en muchas ocasiones, son ignorantes de la inadecuación de su accionar.

 

En realidad, somos los instructores quienes deberíamos asumir ese papel, aunque no siempre sepamos predicar con el ejemplo. Como cruda confesión puedo decir que alguna vez, antiguamente, cuando mis alumnos estaban en śavāsana o relajación final, con los ojos cerrados y ya indiferentes a mi persona, caí en la tentación de mirar mi móvil (el cual usaba para poner música) para responder un mensaje o incluso para chequear una partida de ajedrez online que estaba pendiente.

 

Por fortuna o por discernimiento, me di cuenta rápidamente de mi incoherencia (además de falta de profesionalidad). Hacer yoga implica presencia y conciencia. Y ni siquiera estoy hablando del objetivo final, sino de que presencia (aquí) y conciencia (ahora) son los prerrequisitos indispensables para poder recorrer con seguridad el camino yóguico y llegar a nuevas tierras. Las relajaciones finales son grandes oportunidades de entrenamiento para los instructores de yoga, especialmente si nos cuesta acoger el presente.  

 

Seamos profesores o estudiantes, es necesario entender que para que el yoga dé frutos reales y duraderos de autoconocimiento, libertad o transformación no es suficiente con que sea una actividad que nos gusta o se adapta a nuestras opiniones.

 

Hace un tiempo di una charla en la sesión de apertura de un curso de yoga, y varias personas estaban tumbadas en el suelo, quizá porque era temprano por la mañana y estaban cansadas o quizá porque el simple hecho de mantener la espalda erguida por cierto tiempo no suele ser cómodo (a menos que estés muy entrenado).

 

Visto desde fuera, creo que resulta llamativo que en un curso sobre hatha yoga, en que se habla de la importancia de la postura (āsana), los oyentes adopten la postura horizontal de forma irreflexiva. En cualquier otro ámbito, sería considerado una falta de respeto (o de etiqueta) ir a escuchar una conferencia de un orador y tumbarse en el suelo a escucharle. 

 

Curiosamente, en la disciplina en que se habla de la relevancia cardinal de la postura es donde algunas personas menos atención ponen a sus posturas (excepto cuando hacen yogāsana), quizá porque hay un malentendido sobre qué es el yoga. En este caso, la «falta de respeto» no sería hacia el orador sino hacia uno mismo. Esto es cómo ir a un seminario sobre los beneficios de la alimentación sana y, al tiempo que asentimos a todo lo que se explica, pasarnos la charla comiendo Doritos y bebiendo Coca-Cola.

 

Si no tienes la voluntad o la conciencia de tener la espalda erguida durante la charla sobre yoga, ¿entonces dónde vas a entrenarte para tenerla erguida?

 

Si no tienes la voluntad o la conciencia de dejar tu móvil durante la clase de yoga, ¿dónde vas a desarrollar esa capacidad?

 

La propuesta es utilizar el yoga (sus técnicas) como un medio de acercarnos al estado de yoga (plenitud interior), y no como una excusa agradable para reforzar aquellas tendencias propias que ya nos traen sufrimiento.

 

Repito que mi intención con este escrito no es señalar a nadie sino que, a quien así lo sienta, pueda servir de marco para revisar nuestro entendimiento, comportamiento y reacción respecto a los cimientos del yoga más antiguo que conocemos: dónde y cómo utilizamos nuestra atención.

 

Om Shanti

9 comentarios en “El teléfono (y la espalda erguida) en clase de Yoga”

  1. Hola Naren, me encanta tu reflexión y la comparto.
    El Telefono movil nos da muchos beneficios, de conexión con familiares y amigos, pero su uso indiscriminado nos hace a la vez mucho daño, por la dependencia que crea.
    Yo estoy en modo, “móvil en silencio” a menudo, y me obligo a no contestar al segundo a los mensajes, aunque pueda.
    Gracias por tu Sabiduría 🙏

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  2. muchas gracias por tu reflexión, y yo estoy completamente de acuerdo contigo, se dice que el móvil o la luz que se despliega nos hace segregar endorfinas, y yo creo que eso nos hace que estemos pegado a el, y que queramos estar viendo algo en el. Sin embargo, como dices, si no practicamos en una clase de yoga el dejar el móvil, ¿cuando lo vamos a hacer’
    gracias por todo.

    abrazos.

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  3. Estoy totalmente de acuerdo contigo, Naren. Cuando estoy en mi formación de yoga tengo el móvil en modo avión por respeto al/a la docente y mis compañeros/as.

    Na(i)masté 🙂

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  4. Totalmente de acuerdo, es una constante pelea con los alumnos, igual que llevar el reloj puesto del móvil, es una cosa que no entiendo de como puede hacer la gente la práctica con ese armatoste puesto en la muñeca, yo insisto en que se lo quiten, unos hacen caso y otros no, pero bueno para mí mi obligación es decirlo, si quieres seguir con el puesto ya es su problema.
    Gracias, un abrazo

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  5. Las interrupciones en una sesión de yoga ya sea una llamada de un móvil que no está en silencio, los gritos de los niños jugando e en la calle, los clientes que salen de las salas anexas, un practicante que mira el reloj o que se baja la camiseta después de hacer la pinza son para mi llamadas a estar presente. Nunca vamos a poder evitar las distracciones pero si que podemos convertirlas en llamadas al despertar. Saludos

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  6. Estoy de acuerdo en casi todo…
    La autoridad del maestro es primordial. La autoridad, se debe ejercer con cariño y cortesía, y a la vez sin dudar de ello. Es decir, en el caso que una alumna conteste que con su cuerpo hace lo que quiere, el maestro amablemente debe sacarla de su clase.
    La falta de autoridad y a la vez la falta de ejemplo por parte del maestro pueden llevar a que el alumno crea que puede hacer lo que quiera durante la practica. Y eso es perjudicial para el grupo entero.
    Si alguien espera una notificación de suma importancia, quizás es mejor que no asista a una clase grupal y haga su practica en casa.
    Namaste

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  7. La reflexión me parece interesante y más profunda de lo que parece a simple vista. Para mi también es cuestionable el uso del móvil por parte del instructor para hacer fotos de las sesiones y de los alumnos con fines promocionales. Me parece una falta de respeto y una incoherencia en la línea de lo que mencionas pero a la inversa; del profesor hacia el alumno.

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    • Hola Sara: gracias por comentar. Estoy muy de acuerdo en esto. En el texto no quería regodearme en el uso del móvil sino en el uso de la atención. Sin embargo, sacar fotos a los estudiantes en shavasana no me parece apropiado por ejemplo (así como tampoco sería apropiado estar mirando tus mensajes), porque es un momento en que el profesor debería estar cuidando del grupo desde una energía de presencia. Sin entrar siquiera en los fines promocionales y en el yoga como objeto de consumo, que es otro post.

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