Hijo de Vecino

Las 5 deudas de todo ser humano

La cosmovisión hindú presenta una antigua enseñanza en relación con los deberes innatos de todas las personas que nacen en este mundo. Veamos los detalles y cómo aplicar estas prácticas en la actual vida moderna.

En un encuentro intensivo de filosofía del yoga que organicé recientemente salió el tema de la «culpa» y una persona preguntó si en el hinduismo existía algo así como «el pecado original», que conocemos por la tradición cristiana. Comparar las ideas de una tradición con las de otra no es siempre una empresa exitosa, sobre todo si buscamos analogías o similitudes. De todos modos, uso la pregunta como punto de partida para hablar de un tema que creo relevante.

 

La respuesta a la cuestión del pecado original podría variar en función de quién la diga (academia vs tradición hindú) y también según qué textos y épocas analicemos, aunque como visión general se puede afirmar que, en el hinduismo, tal como lo conocemos ahora, no existe dicha doctrina. En contrapartida, sí que existe la idea de deuda (ṛṇa en sánscrito) y solamente se parece al pecado original en que es un elemento innato a todo ser humano.  

 

El término ṛṇa (pronúnciese rina con «ri» simple como en la palabra sacristía) significa «deuda» y también «obligación» o «deber». En la Taittirīya Saṁhitā (6.3.10.5), un texto perteneciente al Kṛṣṇa Yajur Veda, con antigüedad de al menos tres mil años, aparece por primera vez el término tri ṛṇa o «las tres deudas» que son obligaciones que tiene todo brāhmaṇa, es decir las personas de la llamada casta sacerdotal o de mayor jerarquía espiritual, por el hecho de nacer.

 

Aquí me vería tentado a poner el «simple» hecho de nacer, pero justamente para la tradición hindú nacer como ser humano no es una experiencia garantizada ni fácilmente adquirida, y mucho menos nacer como brāhmaṇa que, sin entrar hoy en el sistema social de castas y haciendo una interpretación más amplia, puede referir a cualquier persona con inclinaciones hacia la búsqueda espiritual y con un alto grado de conciencia.

 

Para responder a la legítima pregunta de por qué una persona nacería ya con deudas acumuladas, debemos tomarnos un momento para explicar la idea de orden cósmico (ṛta) que subyace a la visión hindú. Este orden funciona en base a un equilibrio natural entre recibir y dar, es decir, lo que en lenguaje moderno llamaríamos derechos y obligaciones.

 

Hace poco estaba en un evento de la escuela de mis hijas y, por una situación que no le pareció correcta, una madre comentó, con tono de reproche, «claro, todos tienen derechos, pero nadie tiene deberes…». Aunque esta frase surgió de un entendimiento de cómo debería ser el orden social, también la podríamos aplicar al orden cósmico.

 

Sobre esto, en el ámbito yóguico o espiritual quizá hemos oído alguna idea como que «nuestro derecho de nacimiento es la dicha total y la liberación suprema». Y por supuesto, es una enseñanza válida. Ahora también falta hablar de nuestros «deberes de nacimiento» para que el equilibrio cósmico se mantenga y, no menos importante, para que nuestro crecimiento espiritual sea realmente posible.

 

En palabras del profesor e indólogo español F. J. Rubio Orecilla, la idea védica de ṛṇa refiere a «la red de obligaciones mutuas que se establece con dioses, antepasados y los sabios de pasado».

 

Entonces, la triple deuda (ṛṇa-traya) védica que tendría una persona brāhmaṇa sería con:

 

  1. Los sabios (ṛṣi), por trasmitirnos la enseñanza espiritual.
  2. Los dioses (deva), por crear y sostener este universo.
  3. Los ancestros (pitṛ), por habernos dado un cuerpo psicofísico.

En el Śatapatha Brāhmaṇa(1.7.2.1-6), otro antiguo texto (en este caso, parte del Śukla Yajur Veda), se agrega una cuarta deuda:

 

 4. Los humanos (manuṣya), por el hecho de compartir esta tierra.

 

Un poco más tarde (entre 100 AEC y 200 EC), en el Mānavadharmaśāstra (conocido comúnmente como Manusmṛti o Leyes de Manu), el texto más representativo del orden social hindú de la antigüedad, se indican cinco yajñas o «sacrificios» (3.69) para expiar los daños propios al planeta de una vida doméstica tradicional que implica encender el fuego del hogar, usar la piedra de afilar, la escoba, el mortero y guardar agua en vasija.

 

Los primeros tres sacrificios u «ofrendas» de esta lista son los mismos que las tres deudas ya mencionadas; el cuarto sacrificio refiere también a los seres humanos, aunque en su carácter específico de huéspedes (es decir, el deber que todos tenemos de ser buenos anfitriones), mientras que el quinto sacrificio es a…

 

5. Las demás criaturas de la tierra (bhūta), generalmente animales.  

 

De esta forma, los académicos debaten sobre la relación entre las tres deudas (ṛṇa)y los cinco sacrificios (yajña), pero a fines prácticos, los hindúes los han asimilado como una misma idea que hace referencia a las fuerzas de intercambio recíproco que existen en el cosmos y que, como seres humanos, debemos respetar para el bienestar colectivo e individual. Por ende, si entendemos y admitimos esto, puede entonces interesarnos saber cómo saldar nuestras deudas.

 

En ese caso, lo explico a continuación con base en los textos antiguos, más la interpretación aplicada para personas de hoy:

 

1. La deuda con los sabios se paga estudiando las escrituras.

 

Es decir, mi derecho innato es alcanzar la plenitud absoluta pero la única forma de lograrla es gracias a las enseñanzas espirituales. Por tanto, debo reconocer y agradecer a los sabios y sabias del pasado y del presente por transmitirme ese invaluable conocimiento.

 

Tradicionalmente, el pago consistía en ser discípulo de un/a maestro/a y vivir con él/ella bajo su guía («brahmacaryeṇaṛṣibhyo»). La Manusmṛti agrega que se deben recitar los textos sagrados y, además, se los debe enseñar a otras personas. En términos actuales, como explica Swami Satyānanda Saraswatī, al hacer esto «la persona se siente continuadora y portadora de la tradición, asumiendo el deber de seguir esta transmisión a las nuevas generaciones».

 

2. La deuda con los dioses se paga ofreciéndoles sacrificios.

 

Quizá no te lo hayas planteado, pero acaso no es asombroso haber nacido y que ya existiera este universo tan bien estructurado, en queel Sol sale cada día y todo funciona de manera perfecta. Para la visión védica, este cosmos es una creación divina que nace del «sacrificio» de la persona primordial (puruṣa) que pasó de la unidad esencial a la multiplicidad de la manifestación material. El Sol es su ojo, la Luna su mente, el Viento es su respiración y así.

 

Por tanto, la forma tradicional hindú de reconocer y agradecer a las fuerzas cósmicas que sostienen el funcionamiento de este mundo se hace a través del sacrificio ritualyajñena devebhyaḥ»), que en su formato clásico es una ceremonia de fuego con ciertos mantras y ofrendas de granos o mantequilla. Su versión simplificada es cualquier tipo de ritual (pūjā) que suele incluir una vela o lamparilla, incienso y alguna flor. La ofrenda diaria de oraciones a los devas también es una forma de mantener ese equilibrio.

 

3. La deuda con los ancestros se paga procreando hijos.

 

Aunque vivamos en una época psicoanalítica en que se lleva despotricar de nuestros ancestros, no hay duda de que estamos aquí, con este cuerpo, gracias a ellos. Hoy le dicen genética pero, nos guste o no, sin linaje no existiríamos tal como nos conocemos ahora. Por tanto, reconocer y agradecer a nuestros ascendientes (incluyendo los que están aún vivos) por habernos dado un cuerpo con el cual experimentar este mundo y también aplicar las enseñanzas espirituales es un deber básico.

 

La sociedad védica tradicional saldaba esta deuda teniendo un hijo prajayā pitṛbhya»), es decir dando la oportunidad a un alma de encarnar en un cuerpo físico. En la Manusmṛti se hace hincapié en las oblaciones de comida y agua (tarpaṇa) que se ofrecen a los antepasados fallecidos, una variante milenaria de la tradición de honrar a los difuntos, que pervive en diversas culturas todavía hoy. De forma similar, en el mundo actual, donde el concepto de familia ofrece formatos novedosos y no necesariamente incluye tener hijos, honrar nuestro linaje es la manera de saldar la deuda.

 

4. La deuda con los seres humanos se paga alimentándolos.

 

El Śatapatha Brāhmaṇa dice que todos debemos practicar hospitalidad proveyendo al huésped de albergue y comida. Famosamente, en la Taittirīya Upanishad (1.11.2), el maestro instruye al discípulo diciendo «trata al huésped como a dios». La base de la proverbial hospitalidad india puede rastrearse en estas enseñanzas y contrasta con la tendencia moderna de tener que avisar con gran antelación una visita para no ofender a los anfitriones.

 

A un nivel más amplio, el Mahābhārata dice que el pago de esta deuda se hace mostrando bondad a las personas, lo cual es otra forma de aplicarlo, tanto en la vida diaria, como en acciones específicas de servicio social.

 

5. La deuda con las demás criaturas de la tierra se paga alimentándolas.

 

Algunos estudiosos sostienen que este quinto punto es una extensión de la deuda con la humanidad y tradicionalmente se paga esparciendo diariamente alimentos por el suelo o lanzándolos al aire como forma de proveer a los insectos y los pájaros, que son los ejemplos clásicos. Las personas que dan de comer a los palomas en los parques urbanos modernos serían una versión actualizada de esta práctica.

 

La idea de fondo es, como explica el ya citado Satyānanda, que este acto «desarrolla nuestra sensibilidad» hacia todas las formas de vida.

 

Si bien es cierto que la utilización de la palabra deuda no es muy atractiva, y quizá es más adecuado hablar de «deberes innatos», creo que después de conocer y analizar estas enseñanzas se puede ver con cierta claridad su razón de ser.

 

Aunque explicitadas en una época y una geografía específicas, se trata de verdades universales que, de aplicarlas, nos sirven para desarrollar mayor gratitud, compromiso, conciencia, generosidad y compasión, entre otras cualidades positivas.

 

Como siempre pasa con las verdaderas enseñanzas yóguicas, no se trata de reglas morales impuestas indiscriminadamente sino de prácticas diseñadas de acuerdo con leyes universales cuyo objetivo fundamental es ayudarnos a crecer interiormente.

 

Conocerlas es el primer paso; comprenderlas el segundo; y aceptarlas el tercero.

 

Llevarlas a la acción, por último, es lo que nos transforma.

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