Hijo de Vecino

Ākāśa o el quinto elemento hindú

Quizás algunos cinéfilos recuerden la película de ciencia ficción El quinto elemento (1997) con Bruce Willis y Mila Jovovich, cuya trama básica era la búsqueda de un excepcional quinto elemento que, unido a los cuatro elementos materiales por todos conocidos (agua, tierra, fuego y aire), podría salvar al mundo de las fuerzas del mal. En la película ese raro elemento era – este espóiler tiene casi 20 años de retraso así que no es grave – el amor, y más allá del loable mensaje y del éxito de taquilla del film, la filosofía hindú tiene antiguos argumentos para ampliar ese punto de vista.
Para empezar, en la tradición hindú los mahābhūta o elementos materiales son cinco: los cuatro clásicos ya nombrados y el ākāśa (akasha) que según el caso se traduce como éter, espacio o hasta cielo. Se explica que de los cinco elementos, ākāśa es el más sutil y también el primero en manifestarse (en estrecha relación con el sonido) siendo así la base de los otros cuatro. Sus atributos son que lo penetra todo, que es invisible y que sirve de sostén a los demás elementos.
¿Difícil de entender? En su último libro, Felicidad, manual de instrucciones, el escritor y yogui Javier Salinas dice al respecto: “En yoga existe el concepto de akasha, o espacio; quizá te suene. Quizá pienses que no te dice nada. ¿Espacio? Quizá pienses que ya sabes lo que significa, pero si piensas eso es que no sabes lo que significa. Y no es que me quiera poner misterioso… El caso es que con lo que tiene relación este concepto es con el espacio dentro del espacio, y con tu espacio interior”.

Yo, que realmente no entiendo el concepto, me he puesto a investigar y he visto que los antiguos griegos también habían planteado la existencia de un quinto elemento – la “quinta esencia”- en la composición del universo y especialmente en la formación de las estrellas y cuerpos celestes, que se consideraba no podían estar hechos de materiales “terrenos”. De ahí que ellos le dijeran “éter” (aithēr en griego), cuya etimología está relacionada con el brillo de los astros y, por tanto, con el firmamento.
Por su parte, la palabra sánscrita ākāśa deriva de la raíz verbal √kāś que también tiene una acepción de “brillar, resplandecer” y aunque siempre es mejor usar el término original sánscrito es entendible que se haya elegido la traducción de “éter”, pues hay ciertas similitudes.
De hecho, la ciencia ha aceptado hasta hace poco la idea del éter como un “fluido sutil, invisible y elástico que llenaba todo el espacio y que transmitía la luz”. Quizás hayan escuchado frases del tipo “las ondas radiales viajan por el éter” y aunque la ciencia moderna parece haber abandonado en parte esta teoría, la palabra se sigue usando a nivel “poético” en referencia a la “esfera aparente que rodea la Tierra”.

La palabra éter, creo, no es fácil de aprehender (y la palabra “aprehender” tampoco, la verdad…), por ello me inclino hacia la traducción de ākāśa como “espacio”, cuya ambigüedad nos aporta, curiosamente, más claridad que confusión. Por un lado, el término espacio hace referencia a la idea de “atmósfera, cielo” o a expresiones como “espacio exterior” que generan una imagen mental de infinitud que es coherente con la omnipresencia del ākāśa. No hay sitio en el universo en que no haya ākāśa.
Esto nos lleva a la segunda acepción de “espacio” (muchas veces en dupla con la categoría de “tiempo”), simplemente como “la parte de espacio que es ocupado por cada objeto/ser material”. O sea que no tiene que ser necesariamente en los cielos, sino que también es en la tierra y, quizás principalmente, dentro de nosotros mismos. Dice Alain Daniélou: “los filósofos indios definen el espacio vacío absoluto, al que llaman ākāśa, como un continuo sin límites, indiferenciado e indivisible, en el que se construyen las divisiones imaginarias del espacio relativo”.
Es decir, en la base de toda manifestación material existe ākāśa, o con mis palabras, se necesita espacio (sostén) para manifestar el universo y la única diferencia entre un planeta, una casa y mi cabeza es el material del que están hechas sus divisiones aparentes, no su espacio interior. Como explican los maestros: el espacio que hay adentro de una burbuja es el mismo que hay afuera, solo que está separado, diferenciado, por una fina capa de jabón ¿Qué pasa cuándo explota la burbuja? Se acaba la diferenciación pero el “espacio vacío absoluto”, el sustrato, continúa idéntico.

La Bhagavad Gītā, que tiene ejemplos y respuestas para todos los casos, ofrece un śloka (IX.6) sobre el tema, que me parece muy relevante:

yathākāśasthito nityaṁ vāyuḥ sarvatrago mahān /
tathā sarvāṇi bhūtāni matsthānīty upadhāraya

En una traducción posible, el Señor Kṛṣṇa dice:

Así como el poderoso viento soplando por doquier reposa eternamente en el espacio (ākāśa) /
así también debes tú saber que todos los seres reposan en Mí.

En esta analogía vemos, por una parte, la idea más “física” de que el ākāśa (“vastedad del espacio etéreo” traduce Mascaró por ejemplo) es sostén y vehículo incluso de algo tan inasible como el viento; y por la otra, la enseñanza trascendental de que la esencia de nuestra manifestación, aunque invisible, es la misma para todos.
A esa esencia, “quinta esencia”, algunos le dicen vacío, otros prefieren Dios, otros energía y otros amor, dándole la razón a los guionistas de El quinto elemento.
Para activar ese quinto elemento, los protagonistas de la película eligen como “espacio físico” un antiguo templo egipcio, y siguiendo con las analogías, los grandes maestros explican que el espacio/ubicación (físico y espiritual a la vez) donde buscar la quinta esencia de nuestro ser está en la “cueva del corazón”, donde residen la conciencia, el amor y, por supuesto, el ākāśa y todos los universos que son sostenidos y englobados por ese espacio interior.

3 comentarios en “Ākāśa o el quinto elemento hindú”

  1. akasa sariram brahma
    «El espacio (akasha) es el cuerpo de Brahman.»
    Tait. Up. 1.6.2
    tasmadva etasmadatmana akasah sambhutah…
    De aquel sí mismo esencial (atman), sí de aquel, emanó el espacio (akasha), y del espacio, el gas (vayu), y del gas, lo ígneo (agni – calor y luz), y de lo ígneo, lo líquido (apas – humedad, agua), y de lo líquido, lo sólido (prithivi – tierra), y de la tierra, la vegetación (algas, etc., capaz de la fotosíntesis), y de la vegetación, el alimento, y del alimento, el hombre físico (annatpurushas).
    Tait. Up 2.1.1

    Responder
  2. Yo cambiaría eso de: El poderoso viento soplando en el espacio… Pues eso es anticientífico. No hay viento en el espacio, sí dentro de esta atmósfera. Qué hay entonces en el espacio? Gas! Por tanto, una traducción más acorde con akasha sería: «Así como el gas permanece en el espacio extendido en todas las direcciones, así todas las existencias están en mí.»

    Responder
  3. El éter lo es todo, aparente vacío, pero es vibracion eterna conectada a todas las conciencias, es la conciencia misma que da espacio y residencia a todos los elementos restantes, aire, fuego, agua, tierra y mediante códigos y algoritmos vibratorios genera la vida en todas sus amplias variaciones.

    Responder

Deja un comentario

Un post sobre el término sánscrito kriyā en base a su etimología, sus usos frecuentes, sus referencias textuales y su aplicación actual.

El otro día utilicé el traductor de Google para traducir un texto sobre meditación, del inglés al español. De hecho, estoy sorprendido con lo buena que es esa herramienta online, aunque no es perfecta. Cuando en inglés decía attachments in meditation -o sea, «apegos en meditación»-, la traducción fue «archivos adjuntos en la meditación», que es una acepción posible pero inadecuada en el contexto del párrafo que yo estaba traduciendo. La falla del traductor radicó en desconocer el contexto del texto.

 

De forma similar, con los términos sánscritos, sobre todo si son muy genéricos, nos encontramos con frecuentes malentendidos de traducción, justamente por falta de información contextual.

 

La ubicua palabra kriyā es uno de esos ejemplos paradigmáticos, que hoy venimos a diseccionar, analizar y, ojalá, comprender mejor.  

 

Para empezar, el diccionario nos da la definición básica de kriyā como «acción, acto, actividad, tarea…» y es prácticamente un sinónimo de otra famosa palabra sánscrita: karman.

 

Este uso ya aparece en textos védicos como Upaniṣad por ejemplo y, con matiz filosófico, en la triple división que presenta el shivaísmo del poder de Śiva: icchā («voluntad»), kriyā («creación») y jñāna («conocimiento»). Asimismo, Patañjali en su Yogasūtra (2.18) dice que la naturaleza del guṇa rajas (la cualidad dinámica de la materia) es la «actividad» (kriyā).

 

Por otro lado, en el contexto litúrgico el término kriyā significa «rito, ceremonia, sacrificio» y esta acepción aparece, por ejemplo, en antiguos textos que describen rituales védicos, en Bhagavad Gītā (2.43) o en escrituras tántricas medievales.  

 

Una tercera acepción que nos interesa es kriyā como «práctica», en contraste con la teoría, como apunta el diccionario de Òscar Pujol.

 

De hecho, cuando estudiamos el Yogasūtra de Patañjali (2.1) encontramos un método que, aunque no siempre bien entendido, tiene relación con esta acepción: kriyāyoga. Una traducción aceptada sería «yoga de la acción» (diferente del famoso karmayoga que enseña Śrī Kṛṣṇa en Bhagavad Gītā) o «yoga práctico» en el sentido que, como se entiende tradicionalmente, incluye disciplinas para el uso del cuerpo físico, del intelecto, del habla y de las emociones (tapas, svādhyāya e īśvarapraṇidhāna).

 

Si seguimos analizando los textos de forma cronológica, veremos que la Haṭha Pradīpikā -respetado manual del siglo 15- es el primer texto que habla de «seis acciones» (ṣaṭkarmāṇi) de purificación para el cuerpo físico y preparación para el prāṇāyāma.

 

En la actualidad, estas técnicas de mantenimiento, que incluyen enemas, lavados nasales o limpiezas intestinales, se conocen popularmente en haṭha yoga como kriyas, lo cual es curioso si nos basamos en el texto original, donde se las nombra una decena de veces como karmas. Solo una vez, al explicar la técnica de naulī, el autor dice haṭhakriyā (HP, 2.36), es decir «esta práctica de haṭha».

 

A partir de 1920, el maestro Paramahansa Yogananda (1893-1952) popularizó el término kriyā yoga en occidente e inició a miles de personas en esa «ciencia antigua» que, según sus palabras, es la misma técnica que enseñó Patañjali con el nombre kriyāyoga y a la que también hace referencia Śrī Kṛṣṇa en Bhavagad Gītā cuando nombra el control de la energía vital a través de la respiración (versos 4.29 y 5.27).

 

Tal como explica Yogananda en su Autobiografía de un yogui, kriyā yoga «es un simple método psicofisiológico por medio del cual la sangre humana se libera del anhidrido carbónico y recibe una cantidad suplementaria de oxígeno. Los átomos de este oxígeno adicional son transmutados en energía vital, la cual rejuvenece el cerebro y los centros de la médula espinal».

 

En esta definición, centrada en la relación entre respiración y energía vital, vemos el modelo más generalizado de la palabra kriyā tal como nos llega en la actualidad.

 

En una línea similar, en los años 1970, el método Kundalini Yoga, creado por Yogi Bhajan, se hizo conocido no sólo por sus mantras y sus turbantes sino por sus llamadas kriyas -algunas muy llamativas como sostener los brazos en alto o realizar movimientos repetitivos durante varios minutos- que se definen como «una serie de posturas, respiración y sonido que trabajan hacia un resultado específico». 

 

De hecho, en el uso generalizado actual, ese resultado específico, tiene que ver con mover o activar la energía vital o prāṇa. A diferencia del uso que hace el haṭha yoga medieval, en que las kriyas de limpieza física son prerrequisitos para el prāṇāyāma, especialmente en casos de practicantes con una «constitución débil» o con sus doṣa («humores») desequilibrados.

 

En nuestros días, el místico contemporáneo Sadhguru dice que, básicamente, kriyā significa «acción interna» que implica «cierto dominio con tu energía». Regresando a la distinción terminológica, agrega que la palabra karma refiere a la «actividad externa que te ata», mientras que kriyā es la «actividad interna que te libera».

 

Como conclusión, podemos repetir que, en el uso actual más divulgado, una kriyā es un tipo de ejercicio o técnica que conjuga respiración y concentración mental (en algunos casos, también mudrā o movimiento externo) para movilizar o activar la energía vital.

Si te ha gustado este post, te interesará:

Del 3 de octubre 2023 al 27 de enero 2024 · Con Naren Herrero

Convierte la filosofía yóguica en un elemento que comprendes, que aplicas con sabiduría y que, además, eres capaz de transmitir con claridad.

 

Una formación única en que contarás con seguimiento cercano del profesor para guiarte y orientarte con una metodología propia basada en 3 pilares: estudio, proceso pedagógico y proyecto personal tutorizado.

FF_Formacion_filosofia_yoga_imagen
FORMACIÓN DE PROFESORES DE FILOSOFÍA DEL YOGA (100 horas)

De octubre 2023 a enero 2024

La formación en español que te prepara para impartir Filosofía del Yoga de manera profesional