Para nuestro segundo aniversario de novios, Nuria me regaló una máquina de hacer pines. En realidad, nos regaló, porque ella finalmente le dio más uso que yo. No porque ella no quisiera compartir el regalo conmigo, sino debido a mi poca destreza con las tareas manuales, lo cual redundaba en pines defectuosos, a diferencia de los perfectos y circulares que nacían de sus manos.
Entre las fantasías menores que tengo en mi lista personal, la máquina de pines (junto a la máquina para estampar remeras y camisetas) ocupaba los primeros puestos. La idea de poder elegir yo mismo los diseños, que se supone serían más originales y lindos que los que se compran en las tiendas, eran el principal acicate. En lugar de lo que dictara la moda, yo podría decidir, en un gesto de micro-rebeldía, llevar sólo lo que me interesara, que a la sazón descubrí eran imágenes de deidades hindúes, santos, variedades de OM’s y The Beatles, esto último no tan fuera del sistema, lo admito.
Chapas
Ya que en los últimos años mi vocabulario se ha españolizado (en lugar de argentinizado), encuentro necesario dejar claro a qué me refiero con “pines”. Por ejemplo, hace unas semanas, mi tía no me entendía de qué le estaba hablando porque al parecer en Argentina se dice “pins”, en la versión más anglosajona. Yo, influenciado por la españolización de las palabras extranjeras, ni me había dado cuenta del matiz; de la misma forma en que ahora, imperdonablemente, digo “ui-fi” en lugar de “uai-fai”, para referirme a la conexión “wi-fi”.
Para añadir un toque más de confusión, en España también se usa la palabra “chapa”. De todos modos, en el vocabulario post-moderno, un “pin” (por suerte en singular es igual en todas partes) es esa especie de broche o botón o chapa con algún diseño (imagen o frase) que se lleva en la ropa o en los bolsos o sombreros. Originariamente se trataba de insignias o distintivos que servían para demostrar pertenencia a cierto grupo profesional (aviación, policía, bomberos) o cultural (Boy scout, escuelas, equipos). Actualmente, los “pines” se han masificado y se llevan como un símbolo estético y también ideológico, según el caso.
Sobre esto, no sé cuán formal sea la diferencia entre “chapas” y “pins”, pero al parecer los “pins” son los originales que eran más bien de metal y con diversas formas, mientras que las “chapas” son generalmente redondas, si bien hechas con metal pero recubiertas de plástico ceñido, y con un alfiler de gancho (llamado “imperdible”, en España) como forma de enganche.
Más allá de que el nombre es lo de menos, es estos últimos ejemplares los que nos permitía hacer la máquina que Nuria me regaló.
Donación
Entusiasmados por la nueva adquisición comenzamos rápidamente nuestra humilde producción de pines. Si bien como mano de obra dejaba mucho que desear, al menos me dediqué a elegir diseños, que en realidad, ahora veo, era lo que más me atraía. En cuanto tuvimos veinte pins, nos dimos cuenta de que ya no nos quedaban gorras, mochilas ni chaquetas en donde ponerlos. Era la hora de hacer para otros.
Una vez que hubimos decidido ir a la India en febrero 2010, Nuria tuvo la idea de ofrecerle a la tienda del Sri Premananda Ashram llevar muchos pins para vender y así recaudar fondos para el orfanato. Por cuestiones legales, la tienda no puede aceptar donaciones de mercancía, y por ende trasladaron inesperadamente nuestra oferta al departamento del Ashram que estaba organizando la Convención Internacional de febrero, a la cual planeábamos asistir. El Departamento de la Convención aceptó la propuesta, y nos pidió quinientos pines idénticos para repartir entre todos los futuros asistentes.
A este punto, la idea original se nos había ido un poco de las manos, ya que el número de pins era superior a lo pensado, y además nos quitaba el supuesto placer de diseñar chapas diferentes a nuestro gusto y antojo.
Es bueno aclarar que la máquina en cuestión es de uso totalmente manual y no tiene nada automático, por lo que la producción de cientos de pines era un trabajo que se preveía, en palabras de Marx, “alienante”. Yo, que nunca fui un marxista, de todos modos me negué a asumir de manera completa dicha empresa, dejando así al descubierto mi lado burgués.
Nuria, en cambio, ajena a las infructuosas discusiones sobre la lucha de clases y mucho más flexible que yo, se hizo cargo de la tarea.
Logo
En cuanto al diseño, esto tampoco dependía demasiado de nosotros, ya que el pin oficial debía llevar el logo del Ashram, que se trata de una flor de loto, con el rostro de Swami Premananda en el centro, y en cada pétalo la inscripción de los cinco valores principales de la Misión Premananda, a saber: Amor; Verdad; Pureza; Devoción; y Sabiduría.
Además del logo, Swami Premananda decidió que cada pin llevara una frase, que él mismo eligió: “Everything is God’s wish” (“Todo es el deseo de Dios”).
De esta forma, a nosotros nos quedó la decisión de la fuente y el color del fondo, más la realización manual de las chapas. Entonces, a primera vista, nos había salido el tiro por la culata, ya que teníamos que hacer muchos más pines de los previstos, y ni siquiera tendríamos mucha injerencia en el contenido de los mismos.
Efectivamente, más que nuestro deseo, se imponía el deseo de Dios.
Deseo
El lema de la Convención Internacional, que se llevó a cabo en febrero 2010 en el Sri Premananda Ashram, era “Tres días de espiritualidad esencial”, ya que el programa de la Convención hacía hincapié en las prácticas espirituales (cantos devocionales, meditación, repetición de mantras, abishekams, hatha yoga…). Por lo cual había charlas, talleres y demostraciones de estas prácticas arriba mencionadas.
Asimismo, Swami Premananda estando de visita en el Ashram durante la Convención dio varios discursos. Más allá de los diferentes temas que Swami trató en sus discursos, yo tuve la percepción de que en ellos había siempre un mismo concepto como hilo conductor: “Todo es deseo de Dios”.
Esto no fue explicitado, ni por los organizadores ni por Swami, como el eje de la Convención, y puede que mi percepción haya estado sesgada por el hecho de haber sido partícipe en la producción de los pines.
De todos modos, supongo que por algo Swami eligió esa frase para las chapas e inevitablemente me hizo reflexionar al respecto.
Desde una perspectiva espiritual, la idea de “todo es deseo de Dios”, es la mejor forma de aceptar cada hecho de la vida como un hecho correcto, un hecho que sucede por una razón (ya sea como una prueba espiritual, como un hecho que nos enseña algo, como un efecto inevitable del karma acumulado…)
Tengo claro que si alguien con background comunista (y no sólo) escucha este concepto, dirá algo así como que la religión es el opio de los pueblos, y que el pensar que todo pasa por voluntad de Dios trae resignación y aceptación ante el status quo, quitando así la atención sobre los verdaderos responsables de este mundo.
Como contra-argumento, me gustaría decir que, según la filosofía espiritual de la India, el aceptar que todo es voluntad de Dios no implica que uno no haga nada para remediar ciertos problemas. Es decir, no significa que uno se quede en su casa sentado resignadamente, sino que implica, en esencia, una visión de “no victimismo”, en la que el mundo no está en contra de uno, ni el gobierno o el capitalismo, por ejemplo, son los culpables directos de la propia infelicidad.
Si uno acepta que todo lo que sucede es voluntad Divina (y, por supuesto, cree y confía en esa voluntad), entonces no tiene nada que reprocharle a la vida por tales acontecimientos.
Esto no quiere decir que, por ejemplo, si viene el vecino y nos tira la basura en el propio patio, uno simplemente diga “es voluntad de Dios” y se quede tan tranquilo; o sea, uno puede aceptar el hecho como voluntad de Dios pero luego llamar al vecino y buscar una solución para el problema.
Antropomorfismo
Cuando los niños son pequeños y, naturalmente, se golpean con los objetos que les rodean, las madres les enseñan a echarle la culpa a dichos objetos; de manera que después del cocazo con la mesa, la madre dice, “Mesa mala, mesa mala”, mientras le pega un chirlo a la tabla, para que el nene se sienta redimido. Esto se llama “antropomorfismo” y es darle categoría de humano, de ser vivo, a un objeto inanimado. Al parecer, es un proceso asimilado de manera natural por los infantes.
De la misma forma, cuando crecemos y caminando por la calle nos tropezamos, lo primero que hacemos es mirar hacia atrás para identificar el pedrusco o el bache que nos provocaron la trastabillada, y así le echamos la culpa (cuando no lo hacemos al ayuntamiento). De la misma forma, Cristiano Ronaldo patea un tiro libre y la pelota se le va a las nubes, entonces lo primero que hace es buscar alguna falla en el alfombrado césped del campo de juego.
En general, nuestros egos nos llevan a echarle la culpa a los demás, y esto es sólo una anécdota cuando se trata de tropezones callejeros pero se convierte en un problema cuando se trata de relaciones personales, situaciones laborales o hasta interacciones de tráfico vehicular.
La idea de “todo es deseo de Dios” choca contra esta necesidad de echarle la culpa a entes ajenos. Sobre todo porque, como dije, si uno acepta este concepto es porque también acepta que el deseo de Dios es correcto. De otra manera uno tendría que creer en un Dios voluble y caprichoso.
Fácil
En un discurso dado por Swami Premananda (“No temas”, en Premananda Satsang Vol. V), él recita una oración a la Madre Divina, que en una parte dice: “Estoy sufriendo por ansiedad y eso significa que estás poniéndome a prueba. Cuando estoy en paz y feliz significa que he recibido tu divina gracia”.
Es una creencia aceptada, tanto por los creyentes como por los no creyentes, que la postura de “todo es voluntad de Dios” hace la vida más entendible y llevadera. De hecho, parece que el concepto en sí mismo es débil, porque claro, hace “todo más fácil”, y por ende es una especie de escapismo, o como se ha argumentado desde siempre, una invención del ser humano para explicar cuestiones que nuestra finita mente no logra comprender.
Y justamente, por lo que yo entiendo, esa es la idea; es decir, que seguir una filosofía espiritual sirva para hacer la vida más fácil y más feliz. No me parece que sea un motivo de vergüenza que el creer en Dios haga la vida más fácil…
Soy muy consciente de que este es un tema complejo, que admite discusiones profundamente filosóficas y además tiene muchos matices que no siempre son sencillos de aclarar. No voy a ahondar más (al menos en este post), ya que mi intención básica es sólo dejar clara mi opinión sobre este concepto que me estuvo dando vueltas en la cabeza merced a los pines.
Recuerdo
No obstante haber previsto una fatigosa y larga temporada de gestación de pins, Nuria me sorprendió con su velocidad y destreza (ayudada por mi madre). Con una exorbitante media de ciento veinticinco por día, en cuatro días ya estaban listos los quinientos pines, que quedaron muy bien, por cierto.
Además, lo bueno es que para ella no fue una carga, sino que los hizo con muchas ganas y como un acto de servicio, ya que eran destinados para un buen fin en la India.
Por otro lado, el ver tantas veces repetida la frase “Todo es el deseo de Dios” hizo más mella en ella que en mí, y más que en los discursos de Swami, Nuria vio la idea en cuestión materializada en los hechos de la vida cotidiana.
Una vez en el Ashram, los pines fueron entregados a todos los presentes, quedando como un bello souvenir (uno más) de la Convención. Asimismo, a mí me queda el gusto de contar todo en el blog, y por supuesto, un único pin de recuerdo.
Como es de suponer, después de la ingente producción, yo me quedé sin repuestos ni insumos y hasta que no vuelva a Barcelona no podré tener nuevas chapas.
Ningún problema, sigo teniendo la máquina, y en cualquier caso, es todo deseo Divino.
Imágenes:
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Cómo puedo comprar esta máquina?