Hace unos meses, mi amiga Alice me pidió que escribiera acerca de los ritos en la cultura de la India, especialmente de los referentes a ‘iniciación’, ‘muerte’ y ‘matrimonio’.
A decir verdad, no soy un especialista en ninguno de esos temas. En realidad, no soy un especialista en ningún tema, aunque las cuestiones relativas a la India las conozco de alguna forma, aunque sea vaga.
Gran parte de la información que aparece en estas crónicas se basa en investigaciones y lecturas ad hoc. Sin embargo, la base de este diario sigue siendo, quiero creer, mis propias experiencias (por banales que sean) con la tierra santa de la India y su filosofía espiritual.
Sobre el tópico de la ‘muerte’, ya he contado mi experiencia en el post llamado ‘Reencarnación o muerte’ y, también en menor medida, en ‘El espíritu de Varanasi’.
Sobre el tópico ‘iniciación’, no creo haber hablado mucho, y la verdad es que no me siento capacitado para hacerlo, al menos por ahora.
En cuanto al ‘matrimonio’, si bien no soy un experto, tengo un poco de experiencia que creo puede satisfacer algo de aquel pedido, que ya parecía olvidado.
Experiencia
Cuando digo que tengo experiencia no me refiero exactamente a la ‘carne propia’, ya que nunca me casé, ni en la India ni fuera de ella (al menos todavía no…)
Como muchas otras de mis vivencias en la India, mis experiencias principales con, en este caso, el ‘matrimonio’, se circunscriben al Sri Premananda Ashram.
En los últimos tiempos, durante el periodo de celebración del festival de Mahashivaratri (febrero-marzo), en el Ashram se llevan a cabo bodas al estilo tradicional hindú.
En dichas bodas participan tanto parejas indias como occidentales. En estos últimos casos, el hecho también se debe al interés por la cultura hindú, pero en todos los casos, la razón principal es que casarse en el Ashram implica la bendición directa de Swami Premananda.
De todos modos, la ‘bendición directa’ no siempre supone la presencia física de Swami, ya que no en todas las ocasiones él está con permiso de visita en el Ashram durante estos eventos.
Afortunadamente, los dos últimos festivales de Mahashivaratri (2008 y 2009), Swami sí estuvo en el Ashram y participó en las bodas.
Sin embargo, aunque Swami esté en el Ashram quienes se encargan de llevar adelante las bodas y sus respectivos rituales son sacerdotes brahmines, tal como marca la tradición.
Tradición
También siguiendo la tradición, las bodas son largas. No me refiero tanto a los festejos posteriores a la ceremonia, ya que al estar en el Ashram durante el periodo de otra celebración (Mahashivaratri), los novios se unen generalmente a la dinámica espiritual colectiva, relegando así en parte su protagonismo individual.
Al menos en el Ashram, las bodas (o sus festejos) no duran tres días como en las famosas bodas balcánicas, ni tienen la parafernalia de las clásicas bodas indias que uno ve en el cine (‘La boda del monzón’, por ejemplo); sino que más bien se limitan a la parte más ritual de la tradición, la parte más religiosa, digamos.
Parte, ésta última, que vale aclarar, tampoco es moco de pavo.
Lo dicho, la ceremonia es larga. Muy larga. Los sacerdotes brahmines se encargan de que cada paso que marcan los libros sagrados sea cumplido a rajatabla.
Una vez más, yo no soy quien para explicar estos procedimientos rituales; de hecho, no los conozco. Lo que sí puedo hacer, sin embargo, es identificar algunos de los momentos destacados de la ceremonia y, por supuesto, comentar mis sensaciones.
Escenario
Teniendo en cuenta que en el Ashram las bodas se llevan a cabo paralelamente a un periodo de celebración espiritual, es la usanza que dichas bodas se realicen en un gran escenario de madera, construido para la ocasión de Mahashivaratri.
Durante el periodo de Mahashivaratri, además de las bodas, habrá discursos, bailes, cantos y otras actividades que tendrán como locación el amplio escenario de 1,5 metros de alto.
De esta forma, las parejas se instalan sobre el escenario, y quienes lo deseen pueden apreciar desde abajo el desarrollo de los hechos, cómodamente sentados en sillas o en el suelo. No sólo las parejas se instalan sobre el escenario; también lo hacen los sacerdotes y sus asistentes. Para cada pareja corresponde un sacerdote particular y entonces las bodas se van llevando a cabo todas de manera simultánea.
En febrero de 2004, por ejemplo, hubo cuatro bodas; en 2008 fueron nueve, y en 2009 hubo dos bodas.
Además, en el escenario se apersonan los padres de los novios, junto a los padrinos y madrinas correspondientes.
Por su parte, el escenario está siempre decorado según la ocasión, y cuando se habla de la India, esto significa que hay mucho brillo y muchos ornamentos.
Por más que las bodas sean colectivas y simultáneas, cada pareja tiene su propio mundo privado, donde la ceremonia se lleva a cabo sólo para ellos, con todos los detalles. Únicamente somos los espectadores exteriores quienes vamos cambiando de ‘pareja de novios’, para así ver distintos aspectos del evento.
A pesar de haber tantas cosas sucediendo a la vez, la destreza y la práctica de los sacerdotes logran que todas las bodas finalicen prácticamente al mismo tiempo.
Look
En cuanto a las parejas, ya sean éstas indias u occidentales, van vestidas al estilo hindú tradicional. Dependerá de cada uno, imagino, pero hasta para las mujeres occidentales seguramente es un lindo detalle estar envueltas en brillantes saris, con pulseras y tobilleras titilantes, las manos pintadas con deliciosos firuletes hechos con tinta de henna, los cabellos amparados bajo una radiante diadema…
Para los hombres occidentales, en cambio, hay un detalle referido a la vestimenta que he notado (quizás justamente por ser varón) y considero como algo un poco incómodo. Se trata del turbante de boda, que dependiendo el caso puede darle al novio un look algo ‘ridículo’, da mucho calor y tiende a caerse, sobre todo si uno no está acostumbrado a llevarlo.
Evidentemente, muchas mujeres occidentales sueñan con casarse de blanco, y si bien la versión hindú no cuadra del todo, sigue siendo una alternativa con estilo y que destaca la feminidad.
Un hombre occidental, en cambio, difícilmente haya soñado con casarse con un caluroso turbante en la cabeza.
No digo que no lo haría, sólo digo que debería pensarlo un poco (tanto el hecho de casarme, como el turbante…)
Destacados
Bromas aparte, el turbante es sólo un detalle. La cuestión principal aquí es el largo de la ceremonia. Lo sé que estoy siendo repetitivo, pero las bodas al estilo hindú tradicional son muy extensas, en el tiempo.
Si pienso en las ocasiones en que presencié y asistí a dichas bodas en el Ashram, puedo decir que, desde la ofrenda inicial a la unión final, pasan aproximadamente unas seis horas, al menos.
En el Ashram, las bodas que he presenciado comenzaban por la mañana temprano, y terminaban a la hora de comer. Durante tantas horas, la mayoría de los pasos que han de seguirse durante la ceremonia no son especialmente perceptibles para los neófitos como yo.
Por supuesto, se cantan muchos mantras y oraciones sagradas; se hacen muchas ofrendas con fines auspiciosos; se les pide a los novios que repitan ciertas palabras y ciertos gestos.
Pero a la distancia, entre la muchedumbre de familiares, vestidos, adornos y utensilios rituales, hay que estar muy atento para notar el desarrollo sutil de una ceremonia de cinco o seis horas.
Con tanto tiempo, un espectador ajeno como yo, tiene oportunidad de irse a desayunar, regresar al escenario, pasearse por el Ashram, regresar y echar otro vistazo, ir hasta la recepción y ayudar a ensobrar algunos folletos, regresar al escenario y ahora sí quedarse un rato, para ver algunos de los momentos destacados de la ceremonia, que como dije antes, son los que más fácilmente identifico.
Para empezar, todo el ambiente está vibrando sin cesar al compás de la hipnotizante música de las agudas cornetas y los secos tambores. Como en cualquier celebración india, la música es permanente y su estridencia inicial puede, con la actitud correcta, convertirse en una propicia banda sonora.
Un momento que incluso yo puedo diferenciar en la ceremonia de las bodas es cuando los novios se ponen de pie para circunvalar siete veces el fuego sacro, a la vez que repiten votos para la futura vida en común.
Mi capacidad de observación, en este caso, se ve fuertemente ayudada por el hecho de que la mayoría del tiempo los novios permanecen sentados.
Otro momento destacado, para mí, es cuando los novios se dan de comer dulces en la boca, mutuamente. De forma similar a como las parejas brindan cruzando los brazos y bebiendo de la propia copa; aquí cada uno le da al otro en la boca un trozo de algún dulce típico de la India.
El gesto de la copa, bien hecho, puede tener algo de estilo; el gesto de darse de comer mutuamente es muy difícil, ya que hay que prestar atención a poner el dulce en la boca ajena, a la vez que morder tratando de que la comida no se caiga de la boca propia. Pero el hecho más difícil de sobrellevar, creo, es el de realizar un gesto que está más bien reservado a la intimidad de un pareja; un gesto que es más bien propiedad de los infantes, y que hecho en público da como vergüenza.
De todos modos, es uno de los momentos que me gusta porque refleja mutua ternura.
De todos modos, el momento más destacado de cualquier boda es, sin duda, cuando el novio le pone el thali a la novia. Pero aún más destacado es ese momento, si quien hace entrega del thali es el mismo Swami Premananda.
Thali
En la India, un thali es un collar que da la familia del novio para la novia, y que cumple las funciones del anillo de bodas en Occidente. Se trata de un símbolo de matrimonio, pero también es considerado un cordón sagrado. El novio se lo ata a la novia en el cuello como símbolo de la unión.
El thali puede ser de oro, con diamantes, dependiendo el caso, y es también un objeto de joyería.
Los thalis entregados por Swami Premananda son más humildes, y generalmente llevan el cordón cubierto de cúrcuma, como signo de auspiciosidad.
Por otro lado, la palabra thali, en sánscrito, significa ‘plato’ y se refiere a una comida típica india que consiste en una bandeja (u hoja de plátano) que contiene distintas comidas, servidas por separado, pero que se comen al mismo tiempo. Entre estos platos, no falta el arroz, el dhal (guiso de lentejas), chapatis o papads (panes indios), cuajada, verduras y salsas; además de algún postre.
Muchos restaurantes, como los del sur de la India, ofrecen un thali que es lo que llamaríamos ‘buffet libre’ (o ‘diente libre’ en Argentina), de manera que los camareros pasan constantemente ofreciéndonos rellenar nuestro plato con más arroz, salsas, etc.
Desde mi punto de vista este el mejor plato de la India, aunque si a uno le toca un thali muy sencillo, es decir con pocos ingredientes, es fácil aburrirse y se busca cambiar.
En el sur de la India, el thali es más bien llamado ‘meal’, que es la palabra inglesa que significa simplemente ‘comida’. Pedir un ‘meal’, es entonces pedir el plato más normal y rápido de la casa.
Al respecto de la palabra thali, un hindú cuidadoso de las tradiciones, me contó que cada vez que va a un restaurante del sur, se cuida muy bien de decir ‘meal’ y no ‘thali’, temeroso de que alguien malentienda su pedido y lo quiera hacer su esposa.
Bendición espiritual
Volviendo a las bodas, el largo desarrollo del ritual se hace, para mi gusto, mucho más divertido al final, ya que suceden todos los acontecimientos más importantes.
El hecho de que Swami haga su aparición en el escenario para entregar personalmente el thali en mano, a los novios, es la bendición que todos esperan.
Como decía más arriba, el hecho de casarse en el Ashram, no es sólo una elección exótica, sino más bien una forma de poner en manos de Dios una empresa que, para esas personas, también es de índole espiritual.
La bendición de Swami Premananda estará siempre, pero si él está también presente físicamente, la ceremonia es mucho más bonita para los espectadores, e imagino que es mucho más profunda espiritualmente para los novios.
Si yo alguna vez decidiera casarme al estilo hindú, sería más que nada por recibir esa bendición espiritual de mi maestro.
Pero bueno, por ahora son sólo suposiciones, la invitación la recibirán únicamente si corresponde.
Creo que has hablado demasiado, jeje.
Ahora mismo te estoy imaginando vestido con un traje tradicional indú, ataviado con un caluroso turbante y recibiendo la bendición de Swami, jajaja
No hace falta decir quien estaría a tu lado envuelta en un brillante sari…
No me lo perdería por nada del mundo!!!